Día tres - Corriendo

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Después de aquel encuentro extraño en el cine, me pediste que nos viéramos al día siguiente, querías que te acompañara a la torre Eiffel, por lo que me contaste, era una de las experiencias imperdibles si visitas París, un picnic frente a esta gran maravilla.

No comprendía porque no ibas con alguien más, pero la idea tampoco me desagradaba, al final no tenía a nadie con quien compartir algo así. Esa tarde vestía jeans, como casi siempre, unos converse de color morado y una blusa a juego, llevaba el cabello peinado de lado bajo un sombrero que no permitía que el sol reflejara en mi rostro, unas gafas ligeramente oscuras. En la bolsa llevaba algunos bocadillos que había comprado para la ocasión y un pareo que podía utilizarse para poner sobre el césped, así podríamos descansar más cómodos.

Al salir del hotel ya estabas esperando, con unos jeans, tenis blancos impecables, una polera blanca y lentes de sol. La forma en la que tu cabello se movía por la suave brisa del día y quizás la emoción de aquella visita me hizo sonreír abiertamente. - Estas aquí.- dije mientras me acercaba a ti y tendía mi mano para saludar.

Por el contrario, te acercaste a besar mi mejilla y dijiste alegremente.- Sí, te dije que llegaría temprano, para que disfrutemos de lo que resta de la tarde ahí ¿lista?- asentí y nos encaminamos a nuestro destino.

Anduvimos por varias calles pintorescas, la mayoría llena de restaurantes y cafeterías, pude fijarme que mientras más nos acercábamos a la torre Eiffel, el costo del consumo iba aumentando, algo común en una zona turística. Conversamos de nuestros gustos en cuanto a la comida, pasatiempos, música... Al llegar a aquella gran jardinera frente a la torre, saqué el pareo y lo extendí, palmeando a mi lado para que te sentaras.

Disfrutamos de la vista y reímos hasta que el sol se puso en el horizonte, los colores del cielo de pronto se tornaron violetas, anunciando la noche. Como una costumbre parisina, bebimos vino y lo que era una botella de pronto fueron dos y tres, hasta que el licor hizo lo suyo.

Recuerdo verte correr por todos lados haciendo boberías, entonces de manera intrépida decidiste convertirte en algo así como King Kong y trataste de escalar la torre por su estructura. No podía parar de reír al verte hacer cosas tan infantiles, pero lo que a mi me parecía gracioso, a los guardias del sitio no les pareció tanto.

Al primer pitido de sus silbatos te soltaste, caíste de rodillas y te levantaste apresurado, corriste hacia mi y me ayudaste a levantar las cosas, lanzando todo a la bolsa y tomando de mi mano parar escapar de la justicia que ahora te buscaba por tremenda escena.

Corrimos cuadras y cuadras sin mirar atrás. Nos detuvimos en un pequeño callejón, te asomaste para ver si ya habían dejado de perseguirnos, entonces no pude contener la risa más y me doblé sobre el estomago por las carcajadas.- ¿Estas loco? ¿Cómo se te ocurre colgarte de la torre Eiffel?.- me miraste con sorpresa y luego inevitablemente comenzaste a reír.

Tu respiración agitada no te permitía hablar, tomaste una bocanada de aire y sonreíste.- Al menos te has reído y esa sonrisa es linda.- con tus dedos acomodaste un mechón de cabello detrás de mi oreja y sin esperarlo, te acercaste a dejar un beso muy pequeño en mis labios. Probablemente la borrachera había desaparecido tras aquello, pues los colores pintaron mi rostro ¿Por qué mi corazón latía de esta manera?

Siete díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora