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Su vestimenta casual y su esbelta figura llaman mucho la atención cuando entra al refinado restaurante. Sabe de sobra que es un hombre muy apuesto y no duda en valerse de su atractivo para ligar a donde quiera que va.
     Woo Hyun sonríe para sí mismo ante el peculiar pensamiento y luego se detiene frente a la mesa que ocupará, frunciendo el ceño en el preciso momento que ve a un joven de cabello claro acomodado en una de las sillas.
     —Disculpa, esta mesa está reservada —le dice Woo Hyun al muchacho con voz autoritaria, pues cree que ese joven se ha sentado por error en ella.
     El castaño lo escucha, levantando la vista enseguida y mirándolo con molestia.
     —Por supuesto; yo reservé esta mesa —responde el huraño joven, arrugando el entrecejo.
     Woo Hyun sonríe de lado y se sienta; el otro lo sigue con la mirada y su semblante enfadado no cambia para nada.
     —Escucha, niño —empieza Nam, haciendo alusión a la joven apariencia del otro—. Estoy esperando a una señorita y, ella reservó esta mesa.
     —Escuche... señor; también estoy esperando a alguien y, ¡esta es la mesa que yo reservé!
     Woo Hyu entrecierra los ojos y el otro muchacho llama a un camarero de inmediato.
     —¿Puede, por favor, decirle a este… hombre, que yo reservé esta mesa?
     —Claro que sí, señor —el camarero saca una acolchada carpeta y se dirige a Woo Hyun— Disculpe, caballero, pero la reservación está a nombre de 'Kim Sung Kyung'.
     Enarcando una ceja, Woo Hyun lo mira desconcertado y Sung Kyu frunce más el ceño.
     —Le dije que me llamo Kim Sung Kyu. ¡KYU!
     Nam se obliga a reprimir una burlona carcajada, observando con un repentino interés a Sung Kyu, quien no puede evitar arrugar los labios con enfado y vergüenza.
     A Woo Hyun le ha sorprendido que su madre se equivocara y le hiciera una cita con un chico; aunque, no puede dejar de pensar que es el chico con los ojos más pequeños y preciosos que ha visto jamás.
     —Entonces, yo soy tu cita, Sung... ¿Kyu?
     —¡¿Qué?!
     —Yo soy Nam Woo Hyun. Nuestras madres concertaron este encuentro.
     Kim boquea y hace un gesto de incredulidad y fastidio antes de levantarse de la silla, tomando la chaqueta que descansa en el respaldo y dirigiéndose a la salida del lujoso restaurante segundos después.
     Nam lo mira con curiosidad, dibujando una divertida sonrisa en su rostro. Luego se levanta también de su silla y sigue al muchacho hasta la puerta, tirando de su brazo de pronto para llevarlo hasta el estacionamiento.
     —¡¿Qué te pasa?! —se queja Sung Kyu, aún mas enfadado, pero Woo Hyun lo ignora y vuelve a sonreír.
     —Sólo quiero saber por qué estás tan enojado.
     —¿Te parece poco que confundan tu nombre y que tu cita sea un idiota? —se excusa, soltándose del agarre.
     —Un error lo comete cualquiera. ¿Por qué no regresamos, te disculpas con el camarero y continuamos con nuestra cita? Dejaré pasar que me has llamado idiota —sugiere, confiado.
     —¡¿Disculparme y continuar con nuestra cita?! Sí que eres idiota. Y esta vez no es insulto.
     —De acuerdo. Qué tal si olvidamos lo que acaba de pasar y empezamos de nuevo —dice con sinceridad, y el otro joven se cruza de brazos—. Hola, soy Nam Woo Hyun.
     —No me importa.
     —De verdad eres terco.
     —Y tú un estúpido arrogante.
     —¿Eso te parezco? Creí que te había gustado.
     Y Sung Kyu suelta una carcajada con ironía.
     —¡¿Gustarme?! Pero si eres el tipo de hombre que más detesto.
     —¡¿En serio?! ¡Cielos! Mi radar está fallando. Aunque, tengo otra manera de saber si le he gustado a alguien.
     —Ah, ¿sí? ¿Y cuál es?
     —Esta...
     Woo Hyun le lanza una media sonrisa y de repente sujeta a Sung Kyu por el cuello para plantarle un apasionado beso en los labios. Y por unos segundos cree que Kim le está correspondiendo, pero el fuerte puño del castaño se clava de lleno en sus costillas sin aviso alguno, haciendo que se incline por el dolor.
     —Imbécil —murmura Sung Kyu mientras lo ve sufrir por el golpe.
     Woo Hyun continúa sonriendo pese al resultado de su plan para conquistarle, y Sung Kyu le da la espalda, alejándose de él mientras rueda los ojos ante los insistentes gritos de Nam.
—¡Te gusté! ¡No lo niegues! ¡Sung Kyu! ¡SUNG KYU!

◇◇


Sung Kyu llega a su departamento en el sexto piso de un bonito edificio en el centro de Seúl. Sus padres se lo obsequiaron en su anterior cumpleaños, justamente cuando se graduó de la universidad.
     Abre la puerta, desganado, y camina hasta el sofá después de haberse quitado su saco para colgarlo en el perchero a un lado de la entrada; se deja caer en el mueble, irritado y algo cansado. Aprieta los ojos y se talla la cara con ambas manos.
     Kim nunca se imaginó que esta cita a ciegas iba a ser la más fastidiosa de las cuatro que había tenido en la semana, por lo que piensa muy seriamente en hablar con sus padres para que dejen de conseguirle pretendientes.
     Suspira hondo, sumergido en los recurrentes pensamientos sobre detener su búsqueda para encontrar a alguien que le agrade de verdad, mientras se acomoda en el respaldo del sofá y toma el mando para encender la televisión. Luego abre más los ojos cuando se detiene en un canal, y observa a una pareja en la pantalla juntar sus labios, así que no puede evitar pensar en el beso que le ha dado aquel irritante hombre en el estacionamiento del restaurante.
     Y sus mejillas enrojecen de coraje (o eso es lo que quiere creer) porque aún puede recordar el estúpido nombre del sujeto. Bueno, es algo lógico después de cómo lo besó. ¿Quién se había creído el idiota ese para hacer algo así? ¿Acaso tiene cara de ser fácil? ¿Su homosexualidad les daba pase a los hombres para tratarle así? ¿Ese tonto iba por el mundo besando a cuanta persona se le cruzara en el camino?
     Sung Kyu piensa que sí, porque no ha conocido a nadie que se tome ese tipo de atrevimientos en su primer encuentro. Ese… idiota, lo ha besado sin su consentimiento. Pero, en seguida, una sonrisa se dibuja en sus labios, porque al menos se ha desquitado de su osadía con un buen golpe y ese sujeto nunca se lo esperó.
     Sung Kyu deja escapar otro suspiro y apaga el televisor para ir a su habitación, a la vez que piensa que ese extraño y desagradable episodio tiene qué quedarse en el pasado. Así que se acomoda en su mullida cama y cierra los ojos para dormir. No tiene por qué seguir pensando en el imbécil de Nam Woo Hyun y en su vulgar atrevimiento.

Se levanta a la mañana siguiente con un mejor ánimo. Se prepara el desayuno y, media hora después, sale rumbo a su empleo.
     Sung Kyu se gana la vida en una de las más grandes cadenas de centros comerciales en la cuidad. Es el gerente de una de las sucursales y le va muy bien. Toma el elevador una vez que ha llegado al enorme edificio y, cuando por fin entra a su oficina, una suave pero masculina voz le da los buenos días.
     —Buenos días, Sung Jong —contesta Sung Kyu, acercándose a su escritorio para tomar asiento.
     —Te traje la agenda y tu café caliente. Espero que hoy no esté demasiado dulce —menciona su asistente con una simpática sonrisa.
     Kim levanta ambas cejas y se inclina hacia adelante para sujetar la taza y llevarla hasta su boca. Le da un par de sorbos y deja el recipiente de nuevo sobre la madera.
     —Está perfecto. Muchas gracias —dice, centrando su vista en los papeles frente a él, pero de inmediato frunce el ceño cuando ve de reojo la pícara mirada de Sung Jong—. Ya puedes retirarte —aclara, haciéndole señas con la mano para que abandone su oficina.
     —Oh, vamos. ¿No vas contarme cómo te fue ayer? —pregunta el joven, moviendo la cabeza de un lado a otro mientras le sonríe. Sung Kyu rueda los ojos y se recarga en la silla.
     —No hay nada que contar. Sólo que fue la peor cita de la vida.
     —¿Por qué? ¿Era muy feo el hombre? ¿Olía raro? ¡No me digas que era un anciano!
     —¡No!
     —¡¿Entonces?!
     —¡Es un idiota! —exclama Sung Kyu, poniendo los codos en la mesa antes de hacer puño las manos. Sung Jong lo mira, extrañado, y enseguida se echa a reír.
     —¿A qué te refieres con exactitud?
     —¡A que es un idiota! ¿Qué no lo entiendes?
     —Pues, ¿qué te hizo?
     Kim abre más los ojos ante la pregunta de su asistente, y de pronto siente sus mejillas calentarse, obligándose a desviar la mirada.
     —Sung Kyu, ¿qué te hizo? —inquiere de nuevo el muchacho. Kim suspira hondo y cierra los ojos un momento antes de responder:
     —El idiota… se atrevió a besarme.

Cita A Ciegas | WooGyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora