Días tristes de invierno

Despiértenme cuando todo esto acabe.

Llevaba varios días que no estaba, me preguntaba si eso era absurdo preguntárselo, ¿Qué cosas no?, la vida y sus dicotomías e ironías.

Era un breve receso del cual me permití tomarme la licencia y el lujo de tener un mínimo beneficio de duda, no sabría definir en palabras que era lo que estaba mal al respecto, dormía poco, pero soñaba mucho, pensaba en grande pero me sentía pequeño, le había perdido aprecio a muchísimas cosas, tal cual así, que ni salir de mi casa quería, solía ser de esas personas que pueden querer estar en muchos sitios distintos por meses, y al otro lado de la esquina desearía pasar todo un año encerrado en mi hogar. Como esos amigos que te acostumbras a que pueden responder en tres segundos, o en tres horas.

Hablaba con mis mascotas, como si pudiesen entenderme, y tal vez sí, dicen que los perros pueden oler el miedo, o sentir cuando su amo está triste, no dejé que la duda del por qué un canino, o un animal en sí mismo, que no posee raciocinio, sería totalmente capaz de tener la mínima idea de sentimiento. Recordé que los perros son los únicos que se alegran cuando te ven, luego de un largo día de trabajo, esa fue la anécdota más cariñosa y noble que podré tener jamás en mi vida.

El futuro a mi alrededor no era esperanzador para nada, no me motivaban las mismas cosas y eso llegó a tal punto, que me agobiaba y asfixiaba, esa pequeña parte de la vida en la cual te dedicas tanto a algo, que después de cierto tiempo te preguntas ¿Qué coño hago yo aquí? O ¿Qué estoy haciendo con mi vida?

Son preguntas que sin lugar a dudas no son fáciles de responder, pero mi holgazanería lo que me hacía era perderlas de vista y dejarlas solo como mero recuerdo recurrente en mi mente. Era inminentemente necesario el olvido, sino, no sé que sería de la vida de cualquiera.

A veces debemos mejorar muchísimas cosas, es algo lógico. Pero no podemos permitirnos jamás que alguien tenga los santos cojones de decidir por nosotros. A esas personas les encanta ver paja en ojo ajeno, pero no en la viga del propio, en consecuencia te tildan de egocéntrico, solo por tener un norte y rumbo de vida distinto al de ellos, solo desearía que mi vida sea próspera, para ver cuando la de ellos prospere también.

Básicamente es confuso desearle algo así, a gente que solo se dedica a criticar y cuestionar, pero la mejor parte de haber perdido sensaciones de todo tipo, es que aún conservaba la empatía, y por sobretodo, eso sería lo más sensato que haría alguien en su sano juicio, pero de vuelta, se lo tomarían como una sátira, y creerían que solo quieres dar una lección para exhibir aún más el propio ego, asquerosa vanidad la mía.

Deberíamos construir una frontera entre el siempre y el jamás, y que todo sea una decisión concreta, sin tener la necesidad de vivir en el limbo de ambas partes, quizá a muchos les caiga bien o mal vivir en alguno de los dos sitios, pero sin duda es más angustiante vivir en el medio queriendo llegar a una meta, y no saber cómo, porque, o qué carajos estamos haciendo.

Todo era frívolo, vacío y distante, por aquellos días tristes de invierno, ojalá se pudiera pasar a otoño con facilidad para poder escuchar la canción de Perales mientras se observan las hojas caer de los árboles, con aquella dulzura excelsa y sentido de tranquilidad que te da una palmada de aliento en la espalda y un aire extra al alma.

Podría resumir que mi vida era brillante, pero sería mentir irremediablemente, aunque tan descabellado pensarlo no era, tenía lo que más necesitaba, a mi madre, mis amigos, mi familia y sobretodo salud, poco a poco que fui pensando las cosas que tenía, y sus virtudes, me hizo ir perdiéndole rencor a las que no tenía y que deseaba solo para llenar un vacío que yo mismo había creado en mi mente, en base a deseos terrenales, intereses personales, o cuestiones emocionales.

Alejarse paulatinamente de las cosas trae paz, podemos ser propensos a la soledad, pero no adictos. Llegarán los días en que todo sea bonito y no exista tristeza que oprima al corazón, mientras tanto, yo seguía escribiendo línea tras línea, en estos días tristes de invierno.