Capitulo V

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10 de abrir, 1886.

Juliana sonreía a la nada, su madre la veía divagando más de lo normal, incluso más que cuando se encerraba a escribir sus cosas, pensó. Juliana viajaba por distintas partes que su imaginación le permitía, Valentina se habia vuelto una figura importante en sus fantasías, sin duda le causaba inquietud, pero pensar en la cantidad de momentos que podrían vivir si tan solo fueran amigas, la hacía sonreír. Se encontraba cortando pan, mientras Lupe amasaba para hacer distintas, cosas.

-Te conseguí un pequeño trabajo—dijo Lupe, interrumpiendo el hilo de pensamientos de su hija.

-Má, sabes que no me agrada el trabajo de mucama o algo así—suspiró Juliana, no quería sonar caprichosa pero quería ser sincera.

-No estamos en posición de elegir Juliana, tú sí que sabes eso...pero si tanto te preocupa, no es de eso, la señora Cecilia tiene a su hija trabajando en la cocina de una gran mansión, el señor, que es abogado, necesita alguien que este...encargado de sus papeles y esas cosas—Lupe miraba a su hija sin dejar de amasar, inspeccionando la reacción de ella—pensé que eso podría agradarte más.

- Bueno, gracias por considerarlo ¿Cuándo es que empiezo?-

-Mañana de ocho de la mañana hasta las tres de la tarde—contestó Lupe emocionada, sabía que Juliana aceptaría y le daba un poco de tranquilidad que ya decidiera hacer algo más adulto por su vida. Juliana abrió sus ojos, un poco preocupada. Había terminado de cortar pan y se dirigió a su habitación de forma apresurada.

En su habitación abrió una caja, en la cual descansaba una carta que había llegado tan solo en la mañana, se fijó en ella otra vez.

"Querida Juliana:

Querida ¿Es que ya puedo llamarte así? Han pasado unos días en los que intento escribir esto de la manera adecuada, pero pienso que no hay manera más adecuada que la de mi sentir, aquella tarde contigo no ha salido de mi mente, creo que comienzo a apreciarte como una amiga que siempre debí conocer, o algo por el estilo, no dudes que ese nombre es temporal, podríamos crear uno nuevo si quisieras, los adjetivos que califican nunca han sido mi fuerte. Saltándonos todo lo que una hoja no puede soportar, te escribo por dos cosas, una es que simplemente me apetece y la otra, es que no he podido ignorar la idea de que me acompañes a un baile que realizará la academia, algo meramente formal para mí, pero que tu compañía lo haría de sobremanera especial ¿Qué dices?

El baile es el 11 de abril, en el salón del teatro a las 18:00 pm. Lamento no poder recibir tu respuesta por escrito, sin embargo, siguiendo tu pequeño juego, comprenderé si no apareces en la entrada.

Atte: Valentina."

Juliana se llevó el fino papel a su pecho, si no estaba lo suficientemente loca, podía jurar que aquella carta traía un aroma especial. Quería con todas sus ganas asistir a aquel baile, no por lo que era, sino que a ella también le daban ganas de compartir más con Valentina. Pero ahora su mente se lo impedía, por unas variables importante, al menos dos, la primera, es que al parecer ahora trabajaba para un tal abogado en su casa, y la segunda es que no tenía vestido para aparecerse en aquel evento que ella suponía debía ser muy elegantoso. Desde ya lo lamentaba, al parecer no iba a poder aparecer en aquella entrada. Dejando con gran decepción aquella carta, se fue a buscar a Panchito.

-¿Dónde es que vas ahora?—Preguntó Lupe.

-Voy donde Panchito, vuelvo en seguida—le dijo agarrando un pequeño abrigo.

-¿Panchito? No le causes muchas molestias a ese hombre... - le replicó rápidamente—le mandas mis saludos—se atrevió a decir la mayor con un pequeño sonrojo—o mejor no...-

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-muy tarde, se los daré—Contestó Juliana risueña, yéndose antes de que su madre pudiera contestar.

-¡Pachito, Panchito!—llegó Juliana a su tienda, asustando a más de un cliente.

-Juliana no me espantes la clientela ¿Qué se te ofrece?—pregunto el mayor, sin poder evitar mirarla con un deje de ternura, como si de una hija se tratara.

-¿Será que me puedes prestar tu carreta un momento? No voy tan lejos lo juro—Juliana levantó su mano, en señal de promesa.

-No lo sé—

-¡ay vamos Panchito! Si hoy hasta mi mamá te mando saludos, por favooor—suplicó Juliana ladeando la cabeza con un puchero divertido.

-¿La Lupe me mando saludos?—dijo el hombre con ensoñación en su rostro—está bien, pero me la cuidas, la quiero aquí en una hora—advirtió

-En menos de eso ¡Gracias!-

Juliana llevaba las riendas del caballo a ritmo tranquilo, le gustaba ver el barrio y las personas caminar, los perros y los niños, para ella, cada cosa desprendía una esencia, si miraba mas arriba podía distinguir muy a lo lejos las copas de los árboles, pequeñas por las distancias, donde los estirados, ahí debía vivir Valentina, muy fuera de su alcance, si lo pensaba socio-economicamente, sin poder evitarlo, de niña pensaba acerca de esas diferencias, cuando comprendió que todo tenía algo en particular y único que observar, siempre generalizó a los mas ricos, pero no la podían culpar, ella no conocía a ninguno, sin duda su curiosidad se había disparado cuando Valentina llegó derrumbar todas sus generalizaciones ¿o solo ella? Su pensamiento se interrumpió cuando llego a la puerta que quería, aquella en donde había sido el funeral de la señora. Dejó al caballo amarrado y golpeo suavemente, un tiempo, nadie contestó, golpeo otra vez, esta vez con más fuerza, tampoco, esperó un rato más y nada, suspiraba y se daba la vuelta cuando un joven de unos catorce años, asomó su rostro por la puerta entreabierta.

-Hola—dijo Juliana con una leve sonrisa y un poco de vergüenza acumulada en sus mejillas— ¿vive aquí un hombre de apellido Valdés?—preguntó. Sin decir nada el niño negó con su cabeza— ¿Estás seguro? Chino Valdés?

-Quizás mi abuela lo conocía, pero aquí no vive nadie con ese nombre—se atrevió a decir el muchacho—Lo siento—dijo al ver la cara de decepción de Juliana.

-No, no, está bien...no pensaba que alguien abriera de todas formas—Juliana apretó los labios en una especie de sonrisa resignada, el chico asintió y cerró la puerta levemente.

En el camino de vuelta pensaba en el impulso de buscar a ese hombre, no quería una especie de reencuentro emocional con él, todo lo contrario, eran sospechas, todos saben que a la siga del chino Valdés nunca hay nada bueno y ella estaba un poco nerviosa con el hecho de que estuviera en un lugar, al menos relativamente cerca de su madre, ya bastante había hecho con dejarla sola.

-Dejé todo en orden—dijo Juliana asomándose por la entrada del negocio de Panchito— hey mmm ¿no quieres venir a cenar a la casa?—preguntó con un poco de duda.

-No quiero molestar—alegó Panchito un poco inseguro.

-Para nada, te lo debo, por la carreta—le dijo Juliana rápidamente, ayudándole a cerrar todo—no seas tímido, pero te pediré que mantengas esto en secreto, es un tema, un tanto delicado—La joven se rascó la nuca mientras miraba al suelo.

-Lo que tú digas Juliana—Panchito dijo resignado, mientras ambos se dirigían a la casa de la menor. No estaba tan lejos, sin embargo les alcanzó el tiempo para poder conversar de cosas triviales en el camino.

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