—¿Qué has dicho? —Lauren se incorporó sobre ella con rapidez.
Camila quiso morderse la lengua ¿Cómo podía habérsele escapado aquello? Había estado tan somnolienta y feliz que había pensado en voz alta.
—N-nada —tartamudeó, —no he dicho nada.
—Te he oído claramente.
—Entonces, ¿para qué preguntas?
—Has dicho que ya no eres virgen.
—¿En serio?
—Camila... —la voz de Lauren tenía un ominoso tono de advertencia. —¿Lo has dicho
literalmente?Camila intentó adoptar un tono de superioridad.
—No es asunto tuyo.
—Bobadas. —Lauren saltó fuera de la cama, agarró los vaqueros y se los puso como si fuera obligatorio poner algún tipo de barrera entre ellas. Se giró para enfrentarse a Camila. —Dime, ¿a qué estás jugando?
Camila no pudo evitar fijarse en que Lauren no se había subido la cremallera de los vaqueros y tuvo que obligarse a apartar la vista de la tentadora V de aquel duro y plano vientre.
—No quiero hablar de eso.
—¿No esperarás en serio que crea que eras virgen?
—Claro que no. Tengo veintiséis años.
Lauren se pasó la mano por el pelo y se paseó de un lado a otro del estrecho espacio que había a los pies de la cama. Parecía como si no la hubiera oído.
—He notado que eras muy estrecha. He creído que era porque había pasado mucho tiempo desde la última vez que estuviste con alguien, pero nunca hubiera imaginado.... ¿Cómo coño has llegado a los veintiséis años sin echar un polvo?
Camila se incorporó bruscamente.
—No es necesario usar esa clase de lenguaje. ¡Quiero que te disculpes ahora mismo!
Lauren la miró como si se hubiera vuelto loca.
Ella le sostuvo la mirada. Si Lauren pensaba que se iba a acobardar, podía esperar sentada. Durante los años que había vivido con Sinu había oído suficientes palabras obscenas para toda una vida y no pensaba dejar pasar aquel tema por alto.
—Estoy esperando.
—Responde a la pregunta.
—Después de que te disculpes.
—¡Lo siento! —gritó Lauren perdiendo su rígido control. —O me dices la verdad ahora mismo o voy a estrangularte con las medias y a arrojar tu cuerpo en una zanja al lado de la carretera después de pisotearlo.
Como disculpa no valía mucho, pero Camila no esperaba conseguir nada mejor.
—No soy virgen —repuso con suavidad.
Por un momento, pareció aliviada, luego la miró con suspicacia.
—No eres virgen ahora, pero ¿lo eras cuando entraste en la caravana?
—Puede que lo fuera —masculló ella.
—¿Puede que lo fueras?
—Vale, lo era.
—¡No te creo! Nadie con tu aspecto llega a los veintiséis años sin echar... - Camila le dirigió una mirada fulminante. —... sin hacerlo. ¡Por el amor de Dios! ¿Por qué?
Ella jugueteó con el borde de la sábana que cubría su desnudez.
—Mientras crecía vi cómo mi madre se liaba con un tío tras otro.
—¿Y eso qué tiene que ver contigo?
—La promiscuidad no es nada agradable, y me rebelé.
—¿Te rebelaste?
—Decidí ser todo lo contrario a mi madre.
Lauren se sentó a los pies de la cama cubriendo su rostro con sus manos.
—Camila, tener un amante de vez en cuando no te hubiera convertido en una mujer promiscua. Eres muy apasionada. Mereces tener una vida sexual.
—No estaba casada.
—¿Y qué?
—Lauren, yo no creo en el sexo fuera del matrimonio.
Lauren la miró anonadada.
—No creo en el sexo fuera del matrimonio —repitió ella. —Ni para las mujeres. Ni para los hombres.
—¿Estás de coña?
—No pretendo juzgar a nadie, pero eso es lo que pienso. Si quieres reírte, adelante.
—¿Cómo puedes pensar algo así en los tiempos que corren?
—Soy hija ilegítima, Lauren. Eso hace que vea las cosas de otra manera. Probablemente me consideres una puritana, pero no puedo evitarlo.
—Después de lo que ha pasado entre nosotras esta noche, no me atrevería a llamarte puritana. —Lauren sonrió por primera vez. —¿Dónde aprendiste todos esos trucos?
—¿Qué trucos?
—Lo de poner las manos contra la pared y cosas por el estilo.
—Ah, eso. —Lauren notó que se sonrojaba. —He leído algunos libros guarros.
—Bien hecho.
Camila frunció el ceño, preocupada.
—¿No te ha gustado? Acepto críticas constructivas. Quiero aprender, puedes decirme la verdad.
—Me ha gustado.
—Pero quizá no he sido lo suficientemente imaginativa para ti. —Camila pensó en los
látigos. —Para ser sincera, no creo que pueda ser mucho más atrevida. Y deberías saber que el sadomasoquismo no es lo mío.Por un momento Lauren pareció confundida, luego sonrió.
—¿Te dan miedo los látigos?
—Es difícil no pensar en ellos cuando los veo por todas partes.
—Supongo que tan difícil como me resulta a mí pensar que alguien tan interesado en el sexo fuera todavía virgen.
—No dije que estuviera interesada. Sólo estaba tratando de que nos entendiéramos. Y en lo que se refiere a mis creencias, poco antes de morir mi madre tenía amantes más jóvenes que yo. De verdad que lo odiaba.
Lauren se levantó de la cama.
—¿Por qué no me has dicho que eras virgen?
—¿Hubiera cambiado algo?
—No sé. Tal vez. Sin duda alguna no hubiera sido tan ruda.
Camila abrió los ojos con sorpresa.
—¿Estabas siendo ruda?
Lauren relajó las duras líneas de su boca. Se sentó al lado de ella y le pasó el pulgar por los labios.
—¿Qué voy a hacer contigo?
—Tengo una idea, pero a lo mejor no te gusta.
—Dime.