Era impensado que en un humilde pueblo de aquella zona hubiese tanto revuelo como esa mañana. Más aún, que fuese en la casa de los Stoica, una familia noble que se caracterizaba por su recato y austeridad, dado la condición de sus tierras yermas, y que colindaran a poco andar de los bosques que dividían las tierras de dos reinos. Limites que en la actualidad, resultaban bastante sonados dada la guerra que se libraba entre ellos.
Aunque la guerra llevaba un par de años, era en aquellos últimos meses que parecían haberse encarnizado las batallas, con considerables bajas de ambas partes. Por lo mismo, la búsqueda de una estrategia más inteligente parecía ser la prioridad, y de todas partes corrían rumores de los puntos estratégicos que ambos reinos intentaban ganar. Durante todos aquellos meses en que le sugerían el tema, Alfred Stoica resoplaba, y afirmaba que solo inclinaría su cabeza por la familia principal de los vampiros, pero a pesar de su fanfarronería, no esperaba realmente ser considerado para una alianza, y mucho menos una que se firmara sobre el matrimonio de su hija menor.
"Debe ser para asegurar que no exista traición" se dijo a sí mismo el hombre, reclinado sobre su vieja butaca de terciopelo mientras encendía un puro. Se cuestionó por un momento también si podría usar aquella idea para un amago de ofensa, pero tomando en cuenta el historial de su familia, comprendió que la sospecha estaba más que justificada.
Hace muchos años su arcaica familia se lo había advertido "Si te casas con una bruja, solo es posible que se te acuse de traición. Esas criaturas ni siquiera confían la una en la otra, ¿Cómo podría sentirse alguien de nosotros seguro con ellas?" Pero él, en la insensatez de la juventud, al igual que su enamorada Crina, habían decidido casarse de todos modos bajo la promesa de que ella no volvería a profesar ninguna de las prácticas de su familia; lo cual, por desgracia, había desencadenado en la condición mental deplorable de su primera hija, Juliette, y en la posterior enfermedad de Crina.
Gracias al cielo, su segunda hija era sana y fuerte, aunque no demasiado agraciada, mientras que la tercera y última, parecía haber heredado la audacia y belleza de su madre, lo cual la convertía en la auténtica esperanza de la familia, y con mayor razón, podía verlo ahora.
La enfermedad de Crina había sido una desgracia. Los síntomas eran ambiguos y poco curables: una ausencia casi permanente del presente, dificultad en el habla y una contorsión lenta, pero irreversible de las extremidades. Todo parecía indicar que se trataba de "La maldición de las abuelas" como se llamaba en los pueblos de brujas, y solía desarrollarse cuando le daban la espalda a sus tradiciones. Aún con el embrujo de su familia, fue su hermana mayor, Justina, quién se mudó con ellos para hacer de enfermera y ayudar a Alfred a criar a sus tres pequeñas.
Durante años la familia guardó celosamente sus padecimientos como un secreto ante la sociedad noble de los vampiros, y siendo los primeros en condenar la traición de sus compatriotas en la guerra para no generar sospechas, pues, independiente de si en su familia había o no mezcla de sangre, muchos vampiros habían aceptado servir a las brujas, y muchas brujas habían aceptado servir a los vampiros; estas últimas, llegando incluso a vender a sus hijas mas hábiles en adivinación al bando contrario. Lo cierto era que aquellos actos hacían palidecer con creces las faltas que su familia pudiese haber tenido, pues a pesar de todo, a ellos los seguían considerando de la nobleza vampírica.
Infló el pecho de orgullo, pues sus años de esfuerzos económicos y gestiones con tutores para la educación de su hija habían dado como fruto esa invitación, y aunque siempre había aspirado a que Leah se convirtiera en esposa de un acaudalado noble, se sentía deslumbrado por la posibilidad de que fuese con un Tapes. Lo más importante en ese momento era mantener la cabeza fría, y evitar caer en actos estúpidos, pues aunque la visita ya estaba concertada, aún no existía el compromiso formal, y estaba casi seguro que sus tierras yermas no pesarían lo suficiente en la balanza como para compensar faltas de ética que pudiesen presentarse.
Frente a él, en el desordenado escritorio de su estudio, su preciosa hija menor no dejaba de parlotear, eufórica por la noticia de que pronto podría ser llevada a un auténtico palacio, donde luciría el apellido mas influyente del reino, y tendría los pomposos vestidos con los que siempre había soñado.
─... ¿Pero ellos viven todos en el Palacio de Sangre? ¿O pueden vivir apartados luego del primer hijo? ¿Sabes tú cómo es? No tengo demasiada prisa por procrear, y después de todo estoy acostumbrada a vivir en familia... Sí, creo que dejaré que me complazca lo suficiente mi esposo antes de continuar con la estirpe Tapes...
─Leah, debes ser educada cuando hables con Madame Tapes. No se te ocurra ponerte exigente, al menos, hasta que estés casada, ¿me entendiste?
─Sé comportarme en sociedad, padre ─se quejó la muchacha con una sonrisita socarrona. Lo cierto era que incluso dentro de sus amigas resultaba algo petulante, y sin duda de haber coincidido en una fiesta con algún Tapes, hubiera llamado su atención, aunque no de la mejor forma, por lo que era de las posibilidades mas improbables como causa de aquel desenlace. La chica se hundió en el respaldo de su asiento, con los brazos cruzados sobre el corsé y una mueca intrincada─. ¿Es su madre esa "Madame Tapes"? No le presté mucha atención a su nombre...
─No prestaste mucha atención a nada ─rio Alfred, inclinándose en la carta otra vez─. Solo firma así, no da especificaciones, como corresponde. Solo trae escrito el nombre de tu posible prometido... Meleki Louis Tapes. Curioso, su primer nombre es turco.
─¿En serio? ─La chica volvió a incorporarse, con expresión turbada y cogiendo la carta para comprobar por sí misma que no fuese un error caligráfico. En efecto, en una elegante manuscrita estaba escrito dicho nombre─. ¿No me habrán casado con un hijo ilegítimo, o si?
─Dudo que a un hijo ilegítimo le dieran el apellido Tapes, pero de hecho es sospechoso ─comentó el padre, exhalando bastante humo luego de dar una calada al puro. Intentó hacer memoria, pero no lograba recordar ningún escándalo tal de la familia principal. Al final optó por restarle importancia─. Pregunta a alguna de tus amigas, seguro sabrán mucho más de él que yo.
─Eso haré. De hecho ya les envié recado para que vengan a tomar el té mañana.
─¿Mañana? Pero hemos de empezar los preparativos para re-modelar la sala, y tú también necesitas citas rápido con la modista ─exclamó el señor Stoica. Sin embargo, y por mucho que reclamara a su hija, él simplemente aportaba con el dinero, y dejaba todo ese tipo de preparativos a Justina, quien en ese preciso momento, al otro lado del deteriorado castillo, le contaba las nuevas en medio de susurros a su hermana, Crina.
La habitación de la enferma era lúgubre, especialmente en aquella zona que el sol casi no aparecía, y las horas de luz eran escasas durante todo el año. Por seguridad de Crina, tampoco se encendían velas, y a penas acompañaba a Justina una lámpara de aceite dispuesta en un mueble lejano a la cama.
─... Debemos pensar lo que serviremos de cena ese día; ¿y qué tal organizar un pequeño baile si se concreta el matrimonio? Podríamos invitar a otros Tapes para que conozcan a nuestra juventud aledaña, aunque es costoso, y tendríamos que pensar en un lugar, porque aquí no se puede ni quitando todos los muebles del salón. ─Crina lanzó un gruñido de respuesta, con los ojos pegados en el techo, y la mano derecha temblando medio recogida en el pecho─. Es cierto, en el patio hay bastante lugar... A puesto a que Melinda le encantaría la idea, casi puedo oírla hablando de la mesa de postres que prepararía junto al corral de los cerdos...
Volvió a meter una porción del puchero en la boca de la menor, que saboreó con un movimiento blando de la boca, y finalmente pareció tragar.
─Debiste ver a Leah cuando llegó la carta ¡No cabía en sí de alegría! Hace años no la veía brincar de ese modo. No creo que otro matrimonio la hubiera hecho más feliz. ─Los ojos de Crina se movieron en sus cuencas, mirando directo a su hermana durante un momento, para luego vagar por la habitación─. Estoy segura de que pronto vendrá a verte. Sé que te encantaría ser tú misma quien planee la primera boda de tus pequeñas... pero descuida, te mantendré informada de todo.
Justine imaginó durante un momento lo difícil que debía ser aquella situación, sin poder ayudar, ni estar presente en la visita que Madame Tapes y el prometido de su hija les harían dentro de una luna.
Ni Crina y ni Juliette, podrían ser parte del encuentro, ya que exhibirlas sería condenar el matrimonio de la menor, y la alianza completa entre ambas familias. Tal vez tendría que conformarse, años mas tarde, con contemplar la boda de Melinda, aún si era improbable que llegase a casarse, tanto por su aspecto, como porque dedicaba la mayor parte del tiempo al aseo del castillo, y a cuidar de su hermana mayor. Juliette dependía de Melinda como Crina dependía de Justine, y tomando en cuenta aquello, era difícil concebirla en un papel diferente al que ella interpretaba.
La siguiente cucharada que acercó a su hermana la rechazó con un movimiento brusco de cuello, por lo que Justine entendió que ya no quería más. Cuidadosamente apartó la charola, la arropó y besó en la frente, despidiéndose por el momento, pues tenía muchos preparativos que planear para la inminente visita de los Tapes.