Capítulo 32: La Primera Prueba

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Harry había puesto tanto esfuerzo aquella noche en aprender el encantamiento convocador que se había olvidado del miedo. Éste volvió con toda su intensidad a la mañana siguiente. En el colegio había una tensión y emoción enormes en el ambiente. Las clases se interrumpieron al mediodía para que todos los alumnos tuvieran tiempo de bajar al cercado de los dragones. Aunque, naturalmente, aún no sabían lo que iban a encontrar allí.

Harry se sentía extrañamente distante de todos cuantos lo rodeaban, se encontraba en tal estado de nerviosismo que le daba miedo perder la cabeza cuando lo pusieran frente al dragón.

La profesora McGonagall entró en el Gran Comedor y fue a toda prisa hacia él. Muchos los observaban. — Los campeones tienen que bajar ya a los terrenos del colegio... Tienes que prepararte para la primera prueba — exclamo apenas al llegar a distancia razonable.

— ¡Bien! — dijo Harry, poniéndose en pie.

— Buena suerte, Harry — le susurró Hermione — ¡todo saldrá bien!

— Sí — contestó, con una voz que no parecía la suya.

Salió del Gran Comedor con la profesora McGonagall seguidos por la castaña. Tampoco ella parecía la misma; de hecho, estaba casi tan nerviosa como Hermione.

— No se dejen dominar por el pánico — les aconsejó — conserven la cabeza
serena. Habrá magos preparados para intervenir si la situación se desbordara... lo principal es que lo hagan lo mejor que puedan, y no quedarán mal ante la gente. ¿Se encuentran bien?

— Sí — se oyó decir Harry — sí, me encuentro bien.

— Lo mismo — dijo Hermione

Ella los conducía bordeando el bosque hacia donde estaban los dragones; pero, al acercarse al grupo de árboles detrás del cual habría debido ser claramente visible el cercado, Harry vio que habían levantado una tienda que lo ocultaba a la vista.

— Tienen que entrar con los demás campeones — les dijo la profesora McGonagall con voz temblorosa — y esperar su turno. El señor Bagman está dentro. Él les explicará lo que tienes que hacer... Buena suerte.

— Gracias — dijeron Harry y Hermione con voz distante y apagada

Ella los dejó a la puerta de la tienda, y Harry entró. Fleur Delacour estaba sentada en un rincón, sobre un pequeño taburete de madera. No parecía ni remotamente tan segura como de costumbre; por el contrario, se la veía pálida y sudorosa. El aspecto de Viktor Krum era aún más hosco de lo habitual, y Harry supuso que aquélla era la forma en que manifestaba su nerviosismo. Hermione estaba afuera de la tienda tratando de calmar sus nervios y parecer segura. Bagman comenzó a hablar y al escuchar su voz la castaña hizo su entrada sin darse cuenta de que el director estaba detrás de ella.

— Ya llegué... ¿me he perdido de algo? — pregunto con algo de seguridad.

— No señorita Granger... Apenas comenzaremos... — respondió Dumbledore.

— Excelente — dijo mientras sacaba una sonrisa que parecía que pedía ayuda a los siete vientos.

— Bueno, ahora ya estamos todos... ¡Es hora de poneros al corriente! — declaró Bagman con alegría — cuando hayan llegado los espectadores, les ofreceré esta bolsa a cada uno de ustedes para que saquen la miniatura de aquello con lo que se van a enfrentar — les enseñó una bolsa roja de seda — hay diferentes... variedades, ya lo verán. Y tengo que decirles algo más... Ah, sí... ¡su objetivo es coger el huevo de oro!

Harry miró a su alrededor. Hermione hizo un gesto de asentimiento para indicar que había comprendido las palabras de Bagman y se comenzó a pasear por la tienda. Tenía la cara ligeramente verde. Fleur Delacour y Krum no reaccionaron en absoluto. Tal vez pensaban que se pondrían a vomitar si abrían la boca; en todo caso, así se sentía Harry. Aunque ellos, al menos, estaban allí voluntariamente... Y enseguida se oyeron alrededor de la tienda los pasos de cientos y cientos de personas que hablaban emocionadas, reían, bromeaban... Bagman abrió la bolsa roja de seda.

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