Prólogo

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Agencia de Investigación y Desarrollo de Armas Biológicas

(A.I.D.A.B)

Sala Magenta

15:00 horas

—  Hemos enviado todas las invitaciones tal y como lo indicó señor. En total, deben asistir doscientas personas.

— Perfecto. ¿Está todo preparado?

— Sí, señor.

— Bien. Daré el reporte de la situación.

Sala Índigo

Oficina Élite 

— M-01 a sus órdenes. El evento de esta noche está listo, mi señor. ¿Necesita algo más?

— No. Se puede retirar.

— Discúlpeme por la pregunta mi señor, pero... ¿realmente está seguro de todo esto?

— ¡TE DIJE QUE TE RETIRARAS!

— S-sí mi señor, de verdad, mis más sinceras disculpas.

Magno Morris estaba agitado. Ningún subalterno iba meterse en sus asuntos. Él es la máxima autoridad y definitivamente había llegado el momento para que el mundo conociera de lo que era capaz. Crear el arma perfecta que le ayudaría a su país para mostrarse superior e invencible ante la humanidad.

Casa de la Familia Stevenson 

20:00 horas

William caminaba por la sala, cuando se detuvo ante la puerta principal al ver que un sobre púrpura estaba es el suelo. Lo recogió, traía el sello de "confidencial" en letras grandes seguido de las iniciales A.I.D.A.B en el destinatario. Sentía como se aceleraba su ritmo cardíaco. Decidió ir a buscar a su esposa, Gabriela, quien se encontraba en el dormitorio de su hijo Darian.

 Al fin había logrado que se durmiera, estaba tan emocionado por su regalo de cumpleaños, una cámara de grabación; además, al día siguiente irían a la editorial Silvergrünholz, lugar para el cual él desea trabajar algún día y convertirse en el mejor periodista. William entró sin hacer ruido alguno; se apoyó en la pared y observaba con ternura como Gabriela le besaba la frente mientras le acomodaba la almohada. Ella se levantó de la cama y con una dulce sonrisa le  indicó que saliera y entrecerró la puerta. 

— ¡Por dicha! —dijo con entusiasmo— Me alegra tanto saber que está tan contento.

— A mí también me alegra, cariño. — Se acercó a ella y le abrazó por la espalda.

— ¿Pasa algo? — Gabriela denotó en el rostro de William un ligero gesto de preocupación.

Dudó por unos instantes en mostrarle la carta. Sabía que ella se iba a inquietar y era lo último que deseaba, sin embargo, también sabía que era necesario hacerlo. 

— Toma... —Sacó el sobre del bolsillo y se lo extendió.

—¿Qué es? — Lo analiza antes de abrirlo. — Interesante... ¿Por qué la A.I.D.A.B nos envía esta invitación?

— Créeme que estoy tan sorprendido como tú.— William encogió los hombros.

— No iremos.—Sentenció Gabriela.

Secretos: Memorias OcultasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora