Luego de aquella apasionada entrega mutua, Ohm Thitiwat y Fluke Natouch se hicieron novios oficiales, pero debido a la popularidad del más bajo en el mundo académico, decidieron mantener su relación en secreto. No le convenía que se enteren pues empezarían a difamarlo y ensuciar su currículum con sus quejas sobre la ética profesional y esas cosas.
Para pasar más tiempo juntos, ambos ajustaron sus horas laborales. Natouch redujo su cantidad de pacientes, delegandoselos a otros colegas mientras que Ohm, al ser dueño del centro de experimentación, cambió la hora de salida de las 8pm a las 6.
De lunes a viernes, ellos seguían con la terapia por una hora y después hacían lo que querían, como por ejemplo, ver televisión, cocinar, leer un buen libro, practicar baile, entre otras cosas, sin olvidar, desde luego, quedar enredados entre las sábanas. Fluke prácticamente se mudó a la casa de Ohm.
Los fines de semana salían. Los sábados iban desde las 8 hasta el medio día a hacer meditación y en la noche salían a bailar, siendo que Fluke estaba en todo momento al tanto del comportamiento y de las expresiones de Ohm, vigilando por si algo le molestaba o le incomodaba. Así mismo, Fluke se animó a presentarle a su novio a sus amigos desde la universidad, Earth y Prem, quienes molestaron a Fluke por haber roto su regla de no meterse con los pacientes, a lo que Natouch rió, pero después con rostro serio les pidió de favor guardar el secreto.
Ohm observaba a su bebé y se daba cuenta de lo sociable que era a diferencia de él, pero eso no le molestó, al contrario, le agradó, además de que esos dos le habían caído bastante bien.
Ya en casa, cuando Fluke dormía profundamente, Ohm lo observaba dormir y agradecía que ese ángel haya llegado a su vida y también que "él" lo haya convencido de darse la oportunidad de conocerlo, gracias a ello ahora era feliz y plenamente correspondido. Además, estaba bastante contento de que su "lado malo" ya no le molestaba y eran muy raras las veces en las que se manifestaba.
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Un día viernes como cualquier otro, algo inusual pasó.
Ohm estaba que maldecía. Había tenido una reunión de negocios con sus accionistas y con un nuevo cliente que quería invertir en el centro de investigación para financiar la búsqueda de la cura del SIDA, pero todo salió mal. El inútil de su empleado encargado de negociar con el cliente había dado una pésima presentación y, por la cara que este puso, no le habían causado buena impresión.
El lunes a primera hora se encargaría de despedir a ese imbécil.
Después de aquella reunión, Ohm se encerró en su oficina y se calmó cómo pudo, recibiendo ayuda de su amado ratoncito cuando este como adivino le llamó y conversaron por unos 5 minutos antes de volver cada uno a concentrarse en el trabajo.
De pronto, alguien llamó a la puerta.
—Adelante—respondió dando permiso.
—Jefe, lamento molestarlo, pero...—ahí estaba el inútil al que despediría la próxima semana a primera hora. Respiró profundo y habló con voz molesta—¿Qué es lo que quieres?
—Aún tenemos una oportunidad de conseguir al cliente—dijo rápido, a lo que Thitiwat alzó una ceja en señal de desconfianza. El empleado añadió: —Resulta que hoy es su cumpleaños y yo le ofrecí una salida a él y a todos nuestros socios a un club hoy en la tarde para que se diviertan. A cambio él prometió que pensaría lo de nuestra oferta—terminó orgulloso, como si fuera una gran hazaña lo que había hecho.
Thitiwat lo miró fríamente, con rostro serio. El tipo acababa de malograr sus planes para después del trabajo. Iba a regresar a casa y pasar tiempo con su Noo y ahora todo se vino abajo. Dado que él era el dueño, estaba obligado a asistir. Bueno, que le quedaba. Negocios son negocios, así que ni modo.
Asintió con la cabeza y el subordinado salió. Cuando estuvo solo mandó un mensaje por Line a Fluke diciéndole que no lo esperara despierto pues llegaría tarde por asuntos del trabajo.
Recibió un "Está bien. Cuídate." en respuesta.----------------::::::--------------
Al salir del trabajo eran las 8 de la noche. Se las arregló para que su subordinado, sus socios y el cliente se adelantarán y luego él les daría el alcance.
Recibió en mensaje la dirección del club y manejó hasta ahí con desgano. Ese tipo de lugares no le gustaban y nunca me habían gustado.
Cuando llegó, se estacionó y bajó.
Era un club exclusivo para caballeros. Tenía un letrero gigante y con luces de colores que decía "El Tesorito". Unos guardias de aspecto gorilezco custodiaban la entrada.
Se acercó con paso seguro y estaba por ingresar cuando fue detenido por los guardias, quienes le dijeron algo sobre un pase. Frustrado se alejó un poco y llamó a su subordinado quien salió y lo hizo ingresar, alegando que era un invitado personal del dueño.
Eso le llamó la atención y le pareció raro en cierta forma. ¿Era verdad? ¿Quién era el dueño de ese lugar? Grande fue su sorpresa cuando resultó que su cliente era el dueño del club.
Caminó junto a su empleado hasta la mesa en la que se encontraban sus socios y el señor Siripongton, su cliente.
La música era fuerte y las luces sicodelicas. Varios de los hombres tenían sentadas en sus piernas a mujeres con poca o casi nada de ropa. Unas disque bailarinas del lugar. Varias botellas y copas ocupaban la mesa. ¿Cuánto habían bebido? Se preguntó sin obtener respuesta precisa.
—Señor Thitiwat, puede pedir a la chica que más le guste. La casa invita—le habló el cliente, sacándolo de sus pensamientos.
—Se lo agradezco, pero no estoy interesado—respondió serio.
—Oh, entonces, ¿qué le parece el "otro tipo" de servicio?—volvió a insistir, sonriendo.
Ohm lo miró confundido y el hombre rió. Le hizo señas para que observe a su alrededor y él obedeció. Observó en un ángulo de 360 grados, moviéndose un poco de su asiento, notando algo que no había notado antes. Si bien la gran mayoría de los presentes tenía mujeres, uno que otro tipo tenía en su regazo a chicos, casi de la contextura de su Noo, vestidos únicamente con diminutos bóxers que apenas y cubrían lo importante.
—Y, ¿Se anima?—insistió el sujeto.
—Lo siento, pero no. Vine aquí solo a acompañarlo y a asegurarme que usted se divierta. Es todo.
—Por supuesto, pero eso no impide que usted también se divierta, ¿verdad?
—Para que lo sepa tengo pareja y lo respeto bastante. Así que solo beberé algunos tragos—respondió serio, apunto de perder la paciencia.
El tipo se disculpó con una inclinación de cabeza y continuó su conversación con el resto de los presentes.
Al cabo de tres malditas horas en las que Thitiwat se la pasó bebiendo de a pocos un vaso de whisky, aburrido y con ganas de irse, Siripongton ordenó a una de las mujeres que diera un anuncio. Ohm no prestó atención a lo que dijo, sacó su celular y estaba por mandar un texto cuando el cumpleañero lo interrumpió.
—Señor Thitiwat, preste atención. Este es el mejor espectáculo de la noche. No se lo puede perder.
Ohm apretó los puños sin que el hombre a su lado lo notara. Guardó su celular y se resignó. Si ese era el "mejor espectáculo", significaba que después de eso acabaría todo y él podría, al fin, regresar a su casa.
Una canción sensual comenzó a sonar y un chico que portaba una máscara apareció en el escenario luciendo una camisa transparente que le llegaba hasta un poco más abajo de los muslos, revelando el diminuto bóxer negro que usaba.
Comenzó a moverse al ritmo de la música, recibiendo la completa atención de los clientes por lo sensual que se veía.
Ohm miraba sin prestar atención, almenos hasta que el stripper se sacó la máscara y reveló su rostro, un rostro que él conocía bastante bien.
Al instante se paralizó y no podía respirar bien. Era como si él oxígeno se negara a llegar correctamente a sus pulmones. Veía sin poder creer. ¿Qué hacía ahí, Fluke, su bebé? ¿No se supone que era psiquiatra? ¿Le había visto la cara todo el tiempo? No, debía haber algún tipo de explicación, explicación que le pediría en casa, no ahora.
Se levantó del asiento y sin despedirse partió. No podía soportar ver cómo su novio bailaba de aquella manera para todos esos tipos que lo veían como si fuera un delicioso pedazo de carne.
El dueño del club lo vió salir y sonrió. Al cabo de unos minutos, cuando el espectáculo acabó, el stripper se acercó a su mesa y se sentó en sus piernas, a lo que él llevó sus manos a las esbeltas piernas y las acarició, susurrándole discretamente al oído: —Ya tendrás oportunidad de matarlo.