La vergüenza de La Luna

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Quizás no era tan buena idea lo que estaba haciendo.

Tocó el timbre.

De hecho, no. No lo era. Maldición, ¿qué estaba haciendo?

Su corazón aruñó su cavidad desde adentro para salirse de su cuerpo. No quiero estar aquí. No quiero verte hacer esto. Casi gritaba.

Pero fue tarde cuando la puerta se abrió, acariciada y encendida de color el sol de la tarde. Entonces no pudo moverse para ningún lado. Habría corrido si sus piernas no se hubieran trabado por el bloqueo que ahora era su mente.

Que mala idea, que mala idea. ¿Por qué hacía estas cosas? ¿Ahora qué iba a decirle a Jungkook?

Oh dios mío, oh dios mío, oh-

Se paralizó ante aquella puerta, en frente de su casa, cuando fue otra la presencia que le recibió.

Era la madre de Jungkook.

Su corazón se detuvo.

La mujer pelinegra que abría la puerta le sonrió, mirándolo de la cabeza a los pies. No con grosería o malestar, solo curiosa.

Entonces le habló.

—Oh, ¿Taehyungie? ¿Eres tú? —preguntó la mujer, más bajita que él, con una sonrisa dulce. Taehyung, a penas reaccionando, sólo hizo una reverencia.

Baja. Mucho más baja de la habitual.

Oh, mierda. El Taehyung nervioso era el peor Taehyung.

—Hola, señora Jeon. Perdón por aparecerme de la nada. —dios, su cara ardía. ¿Qué tan rojo se veía? Debía parecer un muñeco de Halloween en conjunto con su cabello. ¿Qué iba a decirle? ¿Cómo iba a explicarle esto?

¿Por qué no meditó mejor su maldito plan?

—Ha sido un tiempo, eso sí. Pero está bien, siempre es lindo verte. ¿Cómo estás? ¿Qué tal están tus padres? ¿Quieres pasar? Tengo té de cebada dentro.

Taehyung hizo otro par de reverencias, negándose, intentando no mirar tras ella, intentando no buscar nada que caminara tras ella.

—No, no. Está bien. Muchísimas gracias, pero la verdad- la verdad yo venía a preguntar por Jungkook. —¿En serio? ¿Así nada más? Bueno, no tenía otra opción. Ya que se había arriesgado a tal punto, lo mínimo que podía hacer era preguntar por él—. Mis padres están bien, sí. —¿por qué no podía organizar su boca? —. Pero yo vine- vine por...

—Oh, ¿Jungkookie? A esta hora sigue en el instituto. —exclamó la mujer, con amabilidad e inocencia, dejando a Taehyung boquiabierto—. ¿No se cruzaron? Están ustedes en la misma clase, ¿verdad?

El peli-azul a penas si digirió lo que decía. Su corazón casi se detuvo. Maldita sea, ¿por qué su madre creía que estaba en el instituto?

—¿Tae? ¿Todo está bien? —preguntó la Señora Jeon, enarcando una ceja, un poco más seria—. ¿Qué pasa con Jungkook?

Taehyung sólo logró destrabar su boca unos segundos después.

Jungkook estaba saliendo cada mañana y entrando cada noche, si es que su madre decía tal cosa.

Pero si no estaba yendo al instituto...

¿A dónde rayos estaba yendo?

—Oh, nada. Debió ser descuido mío. —le dijo, riendo con nerviosismo—. No lo vi al salir, y habíamos quedado en... —se quedó mirándola, volvió a reír— ... Terminar un trabajo juntos. Pero yo, volveré. Mejor vuelvo después. O le escribiré un mail. ¡Hasta luego, Señora Jeon!

          

Y de esa forma, dejando a la mujer desconcertada y con las palabras en la boca, Taehyung se dio la vuelta y huyó.

No había otra forma de describirlo. Él huía. Cruzó la calle que separaba sus casas después de salir del pequeño antejardín de los Jeon, y alcanzó su casa. Una de sus manos apuró a insertar el código en el panel de la puerta, mientras la otra sacaba con torpeza su móvil. Se metió a su casa aún con la mirada de la Señora Jeon en la nuca, y cerró la puerta en el momento que, en sus chats perdidos, halló el número de Jungkook. El que no había guardado. El que había bloqueado desde la última noche.

Lo desbloqueó sólo para saciar la ansiedad que le carcomía dentro. Esto tenía que ser una broma. ¿Dónde mierda se había metido toda la semana? Si se había emborrachado tan mal el fin de semana, ¿en qué estado podría estar ahora? Incluso engañando a su familia. Maldición. Tenía que hablarle. Tenía que saber.

Algo debió hacer mal, porque el celular se deslizó de sus manos, torpemente, y cayó al suelo en un estruendo seco. No había nadie en casa, ¿verdad? Ese viernes sus padres no volverían hasta tarde. Nadie había escuchado nada. Todo estaba bien.

Se agachó a recoger el aparato, que por el golpe se había apagado, y refunfuñó, encendiéndolo de nuevo. Su pie casi perforó el suelo por la ansiedad con la que lo golpeaba, y cuando por fin halló su número y lo puso en el marcador, pensó que podría hablar con él. Claro que lo pensó.

Pero alguien tocó la puerta.

Taehyung se sobresaltó, mirando tras él, y gruñó cuando se obligó a soltar el móvil sobre el zapatero junto a la puerta y abrió.

La cabellera rubia se avalanzó contra él en cuanto lo vio.

—Oh, Ji-Jimin. —musitó, encontrando a penas como abrazarlo y saludarlo. Él había olvidado por completo que Jimin lo visitaría aquel día.

Rayos, pero él necesitaba hablar con...

Jimin hablaba, mientras se frotaba y acicalaba contra suyo, vestido con cuero y una camiseta gris, pero Taehyung no escuchaba.

Porque frente a él, del otro lado de la calle, caminaba Jungkook. Jeon Jungkook.

Tragó saliva, aferrándose a Jimin. Volvía, Jungkook volvía. En verdad era él. Estaba vivo, por dios. ¿Dónde se había metido? Su corazón se agitó como nunca en su vida. Jimin habló y le mimó, pero Taehyung solo pudo mirar al pelinegro que tanto le enojaba.

Que tanto le preocupaba.

Jungkook, al parecer sin verlos, y con su ropa usual —solo unos jeans oscuros y una chaqueta negra sobre una camisa cualquiera—. caminó hasta su casa, dándoles la espalda, con una mochila pesada en uno de sus hombros.

Taehyung estaba tenso como nunca ahora.

¿De dónde venía? ¿Por qué tenía su maleta llena si no estaba yendo al instituto? ¿Qué era lo que estaba haciendo?

Dios. Ni siquiera podía ver su rostro. Cómo se veía. Cómo estaba.

Y no pudo hacer un esfuerzo, cuando el pelinegro entró a su casa, y Jimin los metió a ambos en la suya. Habría gritado su nombre, si se encontrara en cualquier otra situación, con cualquier otra persona, maldición.

¿Ya que podía hacer?

—¿Podemos sólo acurrucarnos a ver una película hoy? Quiero ser mimado. —oyó que preguntaba, descalzándose, frente a él. Taehyung solo lo miró, anonadado y perdido en su cabeza—. ¿Por qué me miras así? ¿Viste un fantasma? —el chico incluso vio tras suyo, algo inseguro—. ¿Debo correr?

Enemigo «KookTae» ©Where stories live. Discover now