La estación de tren parecía estar bastante agitada esa mañana. Creía que tendría un viaje tranquilo, pero veo que el griterío de la gente abordando y saliendo de los trenes no me iban a dejar seguir escribiendo en mi libreta.
Parece que tuve la mala idea de escoger el día mas ajetreado para viajar.
Observe a mi alrededor, viendo como la gente iba y venía, quizás cada uno tenía sus propios problemas, pero dentro de mi imaginación me preguntaba "¿Notarán que existen otros a parte de ellos?".
Pero si me ponía a pensarlo bien, había tanta gente en la estación, moviéndose de un lado al otro que también me hacía preguntarme "¿Yo sería capaz de reconocerlos entre la multitud?".
Dada mi experiencia, debería. He vivido toda mi vida alrededor de estos. Sirviéndolos. Observándolos.
Sus características físicas no eran muy distintas a las de un humano común. Sin embargo, suelen ser mas altos y fornidos que uno, incluso las mujeres.
También se clasifican en distintos rangos por jerarquía, lo cual tampoco difiere de la raza humana.
Pero si hablamos de sus transformaciones...
No pude evitar volver abrir mi libreta pero, esta vez, me puse a dibujar. Me encontraba bastante inmerso hasta que una fina y aguda voz me distrajo.
- Que lindo dibuja señor - fueron las palabras de una pequeña de, yo diría, unos 5 años.
- Gracias - respondí con una sonrisa, mientras observaba alrededor ¿Es que acaso estaba sola?
- Es un lobo - mencionó repentinamente, apuntando hacia mi dibujo.
Sonreí ante su comentario - Así es - le respondí. Pero antes de que le pudiera preguntar por sus padres, una señora regordeta apareció diciendo "ahí estabas" para luego agarrarla de la muñeca, alejándola del lugar entre regaños.
Terminé mi dibujo y saque el reloj de mi bolsillo. Ya iban a ser las 10am, lo que significaba que mi tren ya estaba por partir. Me levanté de la banca en la que me encontraba sentado, tomé mis maletas y me dispuse a buscar mi tren.
Caminar entre la multitud fue difícil e incomodo. Pero finalmente logre sentarme a tiempo en mi asiento.
Mientras el tren partía, pude observar como varias personas se despedían de aquellos que se encontraban en este tren. Cualquiera podría sentirse triste por no tener a nadie quien te despidiera, pero no yo. Agradecía que mis padres no estuvieran aquí. Ya tuve que lidiar bastante con sus "no regreses sin una muchacha o un nieto".
Bastante incomodo.
Lo peor es que no lo dicen en un sentido en el que les gustaría verme con alguien a quien amar, o que quisiesen ser abuelos. No. Ellos simplemente no quieren que el legado de la familia se acabe. Nuestro trabajo.
Desde mi tatarabuelo, nuestra familia se ha formado como una de sirvientes. Pero no sirvientes de cualquier familia. Por décadas les hemos servido a licántropos.
Así es, seres supuestamente mitológicos...hombres capaces de convertirse en majestuosos lobos.
Desde que pude entender la diferencia entre nosotros, los seres humanos, y los licántropos, es que me he sentido enormemente atraído hacia ellos. En parte por un sentido para investigar, ya que me encanta anotar cada nueva información que obtengo acerca de estos.
Durante el viaje me dedique a mirar el paisaje y a seguir escribiendo en mi libreta. En mi anterior casa no tenía mucho tiempo para hacer mis anotaciones acerca de estos seres. Mi vida diaria se resumía a despertar, levantar al beta para el que trabajaba, vestirle, hacer su pieza, alimentarlo, realizar sus mandados, acompañarlo a sus reuniones, ayudarle a su papeleo, comer y dormir.
Era un trabajo difícil, pero estar cerca de esas criaturas siempre me mantuvo cautivo. Ahora, un alfa bastante reconocido, incluso por el mundo humano, me había contratado para que trabajase en su propia manada. Creo que eso nunca había pasado en la historia de mi familia, siempre hemos servido a la misma manada. Obviamente acepte, creyendo así que podría conocer nuevos tipos de licántropos, y si tenía suerte, podría verlos convertirse en lobos.
Me emocionaba mucho la idea, e incluso, se me informó que mi deber sería tratar con el hijo del alfa a cargo. Iba a ser un trabajo importante. Ya que nunca trabajé con el alfa de la anterior manada. Esta sería mi oportunidad para estudiar los comportamientos de un futuro alfa.
Sin darme cuenta, ya me encontraba en mi destino. Fue un viaje de prácticamente todo un día, y yo había estado fantaseando. Tomé mis maletas y salí del tren. Me quede observando en el anden, buscando a quien se supondría iría por mi. Pero en medio de la noche, y con mi trastorno visual, ver a distancia era bastante complejo. Caminé por la estación hasta que, de frente, me tope con un enorme hombre, yo diría que estaba por sobre sus 30 años, su cabello era un negro azabache y sus ojos parecían ser unos dorados ante la leve luz. Entre sus manos, se encontraba un cartel que decía "Eddward Marion".
Y en mi mente solo podía pensar que a quien tenía en frente era un licántropo, estaba seguro.
- Buenas noches, yo soy Eddward Marion - dije en un tono que hubiera preferido que no sonara tan emocionado.
El hombre levantó una de sus cejas después de que hablé. Observé como se acercó un poco a mi, escuchando como me olfateaba. Un claro signo para poder reconocerme a futuro. Luego de darme una, a mi parecer, picara sonrisa, me dijo "Jack, el beta a cargo de recogerte".
¡Lo sabía!
Con una sonrisa asentí y me dediqué a seguir sus enormes pasos.
Me llevó hasta un carruaje, en donde también nos esperaba un hombre listo para hacer partir a los caballos. A simple vista parecía un humano. Además, los lycan suelen distraerse al ver otros animales que pudieran perseguir.
El interior de la carroza se encontraba a oscuras, pero a la luz de la luna llena se podía ver que los asientos tenían un muy buen y caro cobertor. Estaban bien acolchados, y yo me senté frente de Jack. La carroza tenía espacio suficiente para dos personas mas por lo menos.
¿Qué será de mí? Me preguntaba si es que tendría permitido conocer a los miembros de la manada. Quizás podría descubrir nuevas funciones y jerarquías. Quizás ésta podría ser una súper manada, repleta de licántropos que...
- Pareces un tanto emocionado por tu primer día - me dijo claramente por la estúpida sonrisa que no podía quitarme. Me giré para observarlo, y parecía bastante divertido al verme.
- Pues, si. Creo que no puedo negar que estoy un tanto emocionado por mi trabajo - pero me sorprendió que en respuesta el beta se me quedara viendo tal cual como me estaba viendo antes. De brazos cruzados y con una pequeña sonrisa. Lo cual me sentí incomodo ante la mirada y el silencio.
Pero sin que me diera cuenta, tomó mi mandíbula con una de sus enormes manos y me acercó un poco a él. Parecía que observaba mi rostro con mas detalle, ante la luz de la luna. Sabía que en su raza no existían muchos límites de cercanía, suelen ser muy expresivos y si tienen que invadir el espacio personal del otro para inspeccionarlo, lo hacen.
Aun así, no pude evitar que mi corazón saltara con fuerza y mis manos sudaran. Si quisiera, podría estrangularme fácilmente.
- Creo que la vida te ha entregado un mal trabajo, hijo de la luna - mencionó para luego soltarme. Me quede pensativo ante el apodo - Deberían haber buenas razones para que la luna haya permitido que su hijo sea un sirviente