22. No es un cuento de hadas

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3 años después

Seonghwa

Pensando en todo cuanto ha pasado a lo largo de estos años, desde que me confesé a Yeosang, llego a la conclusión de que pasar por el altar fue la mejor decisión que pude haber tomado y que jamás me arrepentiré de ello.

Mirando con una sonrisa instalada en todo momento en mi rostro mi alianza, esta que ocupa mi dedo desde hace ya tres años no puedo más que sentir la calidez que deja esta felicidad que siento a cada momento, cada minuto que pasa, más cuando veo a mi esposo.

Dejando de contemplar ese símbolo de algo que es evidente que iba a pasar me muevo acercándome al cuerpo acostado a mi lado, a mi bello durmiente, subiendo de forma cuidadosa sobre su espalda, la cual no dudo en besar, sonriendo cuando se intenta mover, reprimiendo un gemido ante el roce de mis labios en su cuello.

— Despiértate bello durmiente —susurro cerca de sus labios —tengo ganas de besarte.

— Dejame dormir un poco más —niego dejando un beso en su nariz —me duele todo el cuerpo por tu culpa Seonghwa. Me merezco un descanso de mil horas por lo menos.

— Si duermes mil horas no te veré nunca —miro sus ojos levemente abiertos —y Seong también te echará de menos.

— Cariño llevamos tres años casados —se da la vuelta bajo mi cuerpo —y nos quedan muchos más. ¿De verdad piensas que no podrás vivir mil horas sin mi?

— Park Yeosang —dejo varios besos en sus labios —no podría vivir sin ti ni un solo segundo. No quiero imaginar lo que serian mil horas sin ti.

— Eres un bobo Seonghwa y necesito ir al baño.

Negando, apartando su mano cuando trata de cubrir su boca, quedando mi cuerpo sobre el suyo sin haber un solo milímetro entre los dos de espacio, uno mis labios a los suyos, no importándome más que esto, el despertar de mi marido, de mi Yeosang, del bobo que me dejó en calidad de amigo por no admitir sus sentimientos. Comprendo que puede ser difícil dado que es mi mejor amigo y yo el suyo, que pasamos por mucho incluso mantener una relación con Yunho, de la cual siempre tendré un bonito recuerdo porque al final quedamos como amigos cuando le devolví el anillo días después de mi reencuentro con mi verdadero amor.

— Esto no es un cuento de hadas —miro confuso a Yeosang —no hay madrastras, ni cosas mágicas y no peleamos contra nada.

— Yo si peleé contra algo —acaricio con delicadeza su rostro —peleé por salir de esa espantosa zona de amigos en la que me metiste a empujones, cerrando el candado y perdiendo la llave.

— Aún así nos hemos casado —en eso tiene razón —pero sigue sin ser un cuento de hadas. Nadie dijo comieron perdices y fueron felices.

— Park Yeosang eres un niño definitivamente —entrelazo nuestras manos sobre nuestras cabezas —a veces eres un poco inmaduro. Y te recuerdo que solo volviste a mi porque te trajeron.

— ¿Habrías ido a buscarme?

— Quizá cuando se me pasase el mal sabor que dejaste en mi corazón —admito —aunque también pensé rendirme y ahora tendría un marido alto que me bajase las cosas de donde no llegase además de otras muchas cosas.

Mirándole con una sonrisa burlona no puedo más que reír, más cuando un golpe sin fuerza cae en mi brazo, siendo ahora nuestros labios los que se encuentran, iniciando la unión con un beso cálido, mis ojos cerrados, nuestra respiración acompasada, y una vez más, no la última por supuesto, nuestros cuerpos fundidos en uno solo, siendo las paredes que nos rodean una vez más testigos de este amor que tanto ha costado que saliese a la luz, que se volviese real, no siendo obviamente un cuento de hadas pero si una bonita historia que quizá algún día podamos contarle a nuestros hijos.

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