Capítulo 22: Promesas.

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No podía dejar de mirarla. En momentos como ese era dónde él se daba cuenta de cuánto la amaba, y lo profundo que era su amor por ella. Sofía descansaba plácidamente en la cama de Dany, luego de haberse desmayado entre sus brazos, después de aquel momento de alta tensión. Sin duda el haberlo visto ahí, escuchando todo, había sido una sorpresa aún mayor para ella.

Leo la miraba atentamente, observando su forma suave y lenta de respirar, observando su rostro relajado y libre de cualquier tensión, de cualquier temor... Leo apretó los dientes y los puños con fuerza al pensar en el infierno que había tenido que pasar Sofía. Aún temblaba de rabia y de impotencia al recordarla en la sala de Dany, mientras confesaba todo lo que el infeliz de su marido le había hecho. Había escuchado en su voz el terror, la tristeza y la pena de haber tenido que sobrellevar todo aquello ella sola.

Por supuesto él ya sabía todo lo ocurrido. Eduardo lo había llamado a media mañana para "invitarle una copa", pero en realidad lo había llevado al departamento de Daniela y entre ambos se habían encargado de ponerlo al corriente de todo lo que estaba sucediendo. En cuanto había terminado de escuchar, él se había levantado furioso contra Óscar y temeroso de que Sofía estuviera mal. Había estado a punto de ir en la búsqueda de su amada hasta Puebla, sin importarle nada más. Pero, entonces, en ese momento Sofía había llegado al departamento. Consciente de que la presencia de él probablemente no sería buena para Sofía en esos momentos, Dany había insistido en que se ocultara en la habitación, a lo que Leo había aceptado a regañadientes. Sin embargo, no pudo soportarlo demasiado tiempo y había salido en silencio al pasillo para colocarse en un punto estratégico que lo dejaba fuera de la vista de Sofía, pero lo suficientemente cerca para escuchar y ver todo lo que ocurría en la sala.

Había estado a punto de salir de su refugio al verla tan frágil y llorando desconsolada entre los brazos de Eduardo, pero Dany lo vio y le negó con la cabeza para hacerle saber que aún no era el momento. Así que Leo había tenido que esperar entre las sombras, en una tortura constante, cuando lo único que quería era salir y estrechar entre sus brazos a Sofía.

Aun así, a pesar de todo, estaba feliz. Feliz de saber que Sofía sí lo amaba y que todo había sido parte de un plan para alejarle por amor, no por falta de él. Ahora que sabía la verdad, jamás se separaría de ella. Lucharía contra viento y marea para mantenerla a salvo, sin importar si su propia vida corría peligro.

— ¿Aún no despierta? —susurró una voz a sus espaldas.

Leo se giró y se encontró con Daniela que se encontraba en la entrada de la habitación, con el pomo de la puerta en su mano.

—No —respondió con voz neutra—. Es mejor que descanse, ha tenido demasiadas emociones por un día.

Dany lo miró insegura.

— ¿Estará bien? —preguntó preocupada.

—Sí.

Aquella respuesta alivió de sobremanera a Dany y se acercó a la cama, ya que no había sido Leo quién respondió sino su hermana.

Leo giró el rostro con rapidez, se percató de que Sofía tenía los ojos abiertos y que lo miraba fijamente.

— ¿Necesitas algo, mi hermana? —preguntó Dany.

—Nada, Dany —negó con la cabeza—. Gracias.

Dany asintió y, sabiendo que su hermana y Leo aún tenían bastante de qué hablar, murmuró algo y salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de sí.

— ¿Cómo te sientes? —preguntó Leo una vez que estuvieron a solas y acariciándole el brazo inconscientemente.

—Bien —respondió ella con voz ronca.

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