Jimin había despertado temprano para poder dedicarse a cocinar toda su mañana.
Quería sorprender a Yooryeong con un rico almuerzo.
Aunque solo hayan pasado unas tres semanas, Jimin podía sentir como el amor florecía rápidamente en su cálido corazoncito, haciendo que su vida tuviese otro motivo para ser vivida.
—¡Yoori-ah!—Llamó Jimin a la chica, asomándose por el balcón.
—¡Jimin!—Salió la castaña de un salto, feliz por compartir otro día con su amigo.
—Ven a comer, que se enfriará.
Yooryeong se colocó unas sandalias y salió emocionada hacia la puerta de Jimin.
Luego de entrar, Yooryeong se dispuso a ordenar la mesa para poder llevar la comida. Jimin se encargó de tomar las cacerolas y ponerlas de modo que los dos pudiesen acceder a los alimentos.
Mientras comían, hablaban animadamente, dándole vida a la mesa. Jimin soltaba cosas sin sentido, haciendo reír a la chica de forma descomunal.
Jimin había dado alegría a la vida de Yooryeong desde su aparición.
La castaña lo había pasado realmente mal desde que Jeon Jeongguk había muerto, y ahora un dhampiro dejando animales muertos y mensajes amenazadores todas las mañanas no era algo muy bueno.
Kim Seokjin no se había dignado a aparecer frente a la chica desde unas dos semanas atrás, prefirió tomar distancia y jugar sus mejores cartas en el mejor momento.
Porque si, Seokjin se había dado cuenta de la fuerza descomunal que contenía esa pequeña de metro y medio.
—¿Y cómo va lo del trabajo, Yoori?—Preguntó Jimin, sacando a Yoo de sus pensamientos.
—He podido conseguir una vacante como profesora de instituto. Espero poder ascender rápido.—Sonrió.
Luego de enviar la respuesta al consejo, Yooryeong tuvo que hacer presencia, en donde le explicaron las reglas de su sede. También se habían tomado la libertad de enviarla como profesora de defensa personal en uno de los muchos institutos para vástagos en Seoul, cosa de la que Yooryeong no se quejó.
Recibiría el doble de su sueldo y no tendría que tapar quién era realmente.
—¿Profesora de qué?—Arqueó sus cejas, curioso.
—Ahm, de... artes... artes plásticas.—Dijo finalmente.
El chico solo sonrió y felicitó de nuevo a Yooryeong por segunda vez.
Luego de arreglar la cocina, Yooryeong retornó a su hogar, despidiéndose de Jimin con un abrazo.
Le dio comida a sus canes y se sentó en el sofá a verlos comer.
Pensó en cómo su vida había cambiado de un día para otro, que llevaron a un giro de ciento ochenta grados, dejándola completamente descolocada y confundida.
—¿Yoori-ah?—Canturreó una voz que Yooryeong conocía perfectamente.
Miró hacia el balcón y pudo ver a Seokjin sentado peligrosamente en la baranda, mientras jugaba con una manzana.
—Te habías tardado mucho, Kim Seokjin.—Gruñó.
—Oh, no. En realidad siempre estuve aquí, pequeña.—Estrujó la manzana y relamió sus dedos.
Ella irguió su espalda y retrocedió, con mirada amenazante.
—Yoori, que no he venido a pelear. Solo quiero conversar contigo.—Lloriqueó Jin cínicamente, haciendo molestar aún más a la pequeña.
—¿Piensas corromper mi casa cada vez que te venga en gana?.
Jin la miró y se sintió acorralado por primera vez en toda su vida.
Un silencio incómodo envolvió el salón, haciendo que Jin estuviese más nervioso.
Yooryeong dudó en avanzar, pero cuando lo hizo, lo hizo con una actitud segura e imponente.
¿Quién iba a decir que eso estuviese pasando?
Jin se encontraba dudando de si mismo y de sus habilidades, bloqueando inmediatamente cualquiera de sus poderes.
"¿Qué me pasa?" Se preguntó en su cabeza, entrado en un estado serio de pánico.
Respiró hondo, y antes de dejar que Yoo corriera hacia él, desapareció, como siempre lo hacía.
Pero esta vez era diferente, Yooryeong sentía haberle ganado esa batalla mental que habían empezado desde el minuto uno.
Mientras que Yoo regresaba a su rutina como si nada hubiese pasado, Park Jimin yacía escondido detrás de una columna.
Jimin temblaba asustado, intentando comprender lo que había acabado de pasar.
Él apenas empezaba a entender.