La guerra había terminado cuando el último pétalo había caído. Cuando la última rosa había sido pisoteada y maltratada, el caos se detuvo.
Miles de personas habían muerto. Cientos de niños habían perdido el rumbo y habían desaparecido. El fin del ca...
— ¿Eeeeh?— Soltó Kanroji, alargando la “e” todo lo que pudo.— ¿Que Iguro-san ha enfermado y será mejor que no lo visite?— La joven de cabello bicolor miró a Gyomei y a Kanzaki con el ceño fruncido. Esta última soltó una pequeña risa antes de hablar.
— Lo siento, son órdenes de Kochō.— Se disculpó la joven, para luego señalar el asiento vacío a su lado.— Vamos, ven a almorzar. Hace tiempo que no estamos los tres juntos.
— ¿Y papá y mamá?— Preguntó algo desanimada la joven, tomando asiento en el lugar anteriormente mencionado. Pero, aunque se mostrara desanimada y triste por no poder ir, iba a ignorar aquello e iba a visitar a Iguro. Porque no pensaba dejarlo esperando por ella estando enfermo.
— Ah, ellos han salido a trabajar.— Mitsuri la observó con el ceño fruncido, llevando un trozo de su desayuno a su boca.
— Comprendo lo de mamá, pero papá... No está en estado de trabajar.— Obvió. Kanzaki suspiró y dejó que Gyomei hablara por ella.
— Ubuyashiki-sama tiene sus deberes, pese a estar enfermo.— Aclaró Himejima, para luego dirigir su mirada a Aoi.— ¿Cierto, Kanzaki?— La chica asintió en silencio para darle la razón, sin dirigirle una última mirada a Mitsuri, quien solo chasqueó la lengua molesta y siguió comiendo sin decir una sola palabra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
— ¿Por qué estás fuera de tu cama?— Nezuko parecía fulminarlo con su mirada, lo que conseguía ponerle nervioso.
Definitivamente, estaba resfriado. No había manifestado ninguna marca ni nada por el estilo. Solo le había pasado por ser un subnormal y tirarse al río como si nada en un día muy frío, y luego, de paso, no cambiarse ni secarse hasta que pasó un buen rato.
— Tengo hambre.— Mintió, sin llegar a ser muy descarado. Era fácil decir que tienes hambre cuando en realidad lo que buscas es...
— Vamos, vas a encontrarte a escondidas con tu novia.— Comentó Nezuko como si le hubiera leído la mente. Dio un respingo tras ser atrapado y miró tristemente el suelo.
— La carta lo decía... Además quiero asegurarme de que está bien.— Confesó avergonzado, un suave y casi ni visible rubor se apoderó de su rostro. Nezuko no pudo evitar soltar un suave risa.
— Está bien...— Hizo una corta pausa.— Aunque te recomendaría quitarte las vendas... A Kagome no le gustan y como estás resfriado dejarás los virus ahí. En cuanto te las vuelvas a poner te resfriarás de nuevo.— Obanai resopló y empezó a caminar.
— Es tan fácil como cambiarlas.— Le restó importancia. Kamado lo observó molesta, pero no hizo ningún comentario respecto al poco cuidado que el joven tenía.
Y es que sabía perfectamente que solo lo hacía porque estaba acomplejado. Porque pese a todo, el seguía asqueado por esas marcas que tenía en su rostro.
— ¿Ya olvidaste lo que Kanae te dijo? Para Kagome esas marcas son hermosas.— Obanai se puso rojo hasta las orejas y observó molesto a Kochō.
— Calla... Si no quiero mostrarlas, no lo haré.— Refunfuñando, empezó a bajar más escaleras. La joven rio, ambos eran muy cabezotas.
No detuvo a Iguro. Sabía que aunque lo había prohibido, Mitsuri iba a ir a visitarlo, así que no dijo nada. Sin embargo, se extrañó al ver que Obanai se detenía a medio camino. Alzó su mirada y algo nervioso pidió.
— ¿Me das una mantita?— Pidió. Shinobu soltó una carcajada.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
— Aquí está mi enfermo amigo.— Dijo la chica sonriente, mientras era iluminada por la tenue luz de la luna. Al girarse, soltó una carcajada al ver las pintas que traía el joven amo de Kaburamaru.
— ¿Llevas esperando mucho?— Preguntó, sentándose a su lado. Ella negó con la cabeza.
— Llegué hace poco... Sabía que vendrías aquí.— Obanai la observó en silencio varios segundos antes alzar su brazo izquierdo, invitando a la joven a pasar bajo la manta. Hacía frío, era cierto, el clima del orfanato solía ser así siempre y estar ahí enmedio no ayudaba a mantenerse en calor.
La joven lo observó varios instantes dubitativa, pero pese a ello sus ojos brillaban con intensidad. A Iguro no le extrañó que la joven aceptara y se colocara junto a él. Pudo notar, al tocar la piel de la contraria con sus manos, que estaba completamente helada. Por eso, con algo de miedo, se atrevió a abrazarla para brindarle algo de calor, a lo que ella se acurrucó entre sus brazos y cerró sus ojos. Después de lo que había pasado ayer, necesitaba estar cómoda, no estaba para hablar del orfanato, si era sincera.
Por eso, agradeció que Iguro la recibiera así y no dijera nada más.
— Shinobu me contó lo de las marcas. ¿Te encuentras bien, Kagome?— El corazón de la de cabello bicolor latió desbocado, como si buscara salir de su pecho y huir cobardemente. Tras eso, trató de calmarse y disfrutar de la sensación de estar en los brazos de aquel chico.
— Sí... Me cuidaron para evitar que el veneno me matara. Ya estoy bien.— Respondió. Obanai sonrió.
— Me alegro.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
— ¿Otra vez la misma discusión?— Shinobu no pudo evitar resoplar ante la insistencia de Douma.— ¡Ya te lo dije...! Iguro no mató a su familia, tu subordinada lo hizo.— Ambos cuidadores se observaron en silencio, con unas miradas competitivas. Cualquiera que los viera podría decir que echaban dagas por los ojos, aunque no sabrían si clasificar esa discusión como seria de verdad ya que la habían gastado tanto que había perdido cierta chispa. Era curioso cómo pese a que parecía que ya habían zanjado el asunto, siempre volvían a caer en lo mismo.
— ¡Al menos dime que es verdad que él mató a...!— Kochō chasqueó la lengua y se cruzó de brazos. Dirigió su mirada a su lado derecho y contestó.
— Eso es cierto. Kaburamaru la mató a ella. Pero después de que Iguro viera la muerte de su familia y se descontrolara. Ellos ya estaban muertos.— Douma no lo pensó dos veces y colocó dos dedos en el mentón de la contraria, obligando a alzar su rostro para poder verla mejor debido a la diferencia de estatura.
— Ahora que lo pienso, ¿cómo es que sabes tanto?— La joven quiso escupirle en la cara para que la soltara, pero fue algo más comprensiva y le dio un golpe para forzarlo a soltarla, cosa que hizo.
— Acabamos de “arreglar” las cosas. No quieras pasarte de listo y me enfades.— Trató de parecer lo más calmada posible, pero Douma ya la tenía agotada. ¿No podría dejar de ser tan cabezón?
Bueno, aunque ella podría colaborar también dejando su cabezonería de lado. Si ambos lo hicieran, evitarían esas discusiones a cada segundo.
Pero, ¿qué se le iba a hacer a dos personas que estaban destinadas a llevarse como el perro y el gato?