v e i n t i o c h o

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—No voy a ir a cenar con el sucio de Kimoto. — refunfuñé, sujetando contra mi pecho la nueva carpeta de capítulos para corregir. Pulsé el botón del ascensor y me giré para encararme a Akaashi. — Además, el viernes tengo planes. 

Mi editor resopló, llevándose las manos a la cara para frotársela por debajo de la montura de sus gafas negras. —¿Muy importantes? — me preguntó, con cierto desinterés. 

—Mmmh, no... Bueno, a ver, sí. — me aclaré. El ascensor llegó a la cuarta planta del edificio y, después de dejar pasar a dos hombres de edad media, Akaashi y yo entramos. Por fin podíamos irnos de la oficina. 

Observé con detenimiento a mi editor y amigo, dándome cuenta de que no parecía muy contento. El trabajo le estaba consumiendo poco a poco, puesto que tenía que llevar un ritmo de lectura bastante alto, y Kimoto no dejaba de inventarse absurdas reuniones con la excusa de buscar nuevas franquicias shonen que publicar en verano. Además, para colmo, Akaashi respondía por mí cada vez que nuestro jefe preguntaba por las páginas corregidas o simplemente por cómo estaba la única mujer menor de cuarenta años de la oficina. Agaché la cabeza y suspiré. 

—Recuerda que tienes que-

—Está bien. Si vas a ir tú, yo también iré. — le dije. 

Akaashi enarcó las cejas y luego frunció el ceño, sorprendido y después confuso. —¿Segura? 

Asentí. Quería que Akaashi tuviera menos carga sobre los hombros. Desde que dijo que él se haría responsable de mí, Kimoto le había estado pidiendo reuniones a solas y cenas ''de empresa'' en la que sólo estaban ellos dos. Y ahora quería que yo fuera también. Le dije mil veces a Keiji que no cediera, pero al parecer ya lo había hecho un par de veces. Me sentía mal por él, y tenía en la cabeza tantas cosas que lo único que se me ocurrió fue aceptar también. ¿Quería ir a un restaurante caro con mi jefe? Evidentemente, no. ¿Quería perder mi trabajo? Tampoco. ¿Estaba en la cuerda floja? Por supuesto. De hecho, cuando recibí el mensaje de Akaashi diciendo que fuera a la oficina a recoger mis cosas, pensaba que ya habían firmado el finiquito por mí. Menos mal que sólo era porque había dejado unas carpetas y mis plumas para detalles. 

Llegamos a la planta baja del edificio. —¿A qué hora es la cena? — pregunté caminando junto a Akaashi, que llevaba una gabardina de color beige. 

—A las ocho. ¿Influye en tus planes? —se quedó a mi lado esperando a que yo guardara las carpetas en mi bolsa. 

—Qué va. — teniendo en cuenta que Kuroo simplemente me había dicho ''te veo en esa cafetería el viernes'', y que el día tenía veinticuatro horas, probablemente no; no influía para nada. — Siento haberte metido en todo esto, Akaashi. — me sinceré, agachando ligeramente la cabeza. — No tenías por qué responder ante ese sucio imbécil. 

Salimos del edificio; era prácticamente de noche. Se notaba que el otoño nos pisaba los talones. Akaashi se giró para despedirse de mí con una sonrisa. Él siempre solía volver a casa en tren o en metro, dependiendo del día y del tráfico,  así que siempre tenía que marcharse en la dirección contraria. Metió las manos en los bolsillos de la gabardina. 

—Es mi trabajo. — me dijo. Señaló mi bolsa de tela. — Recuerda que tienen que estar para el número siguiente, ¿vale? Te enviaré los detalles de la cena más tarde. 

—¿Tengo que arreglarme? — le pregunté antes de emprender el camino de vuelta a casa. 

—Sí. En teoría es una cena de empresa, formal... 

Gruñí y puse los ojos en blanco. Akaashi soltó una risilla y, después de decirme una vez más que no se me pasara la fecha de entrega de los nuevos manga, se marchó hacia la estación más cercana. Yo, con un suspiro, saqué mi teléfono y añadí un recordatorio para el viernes: ''cena con akaashi''. Me negaba a mencionar al cerdo del editor jefe. 

Mamma Mia! » [Haikyuu!!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora