Capítulo treinta y uno

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Entré a una de las áreas de descanso en donde se encontraba otro de los teléfonos que teníamos enlazados al hangar del profesor.
Berlín se encontraba sentado ante la mesa de madera, sostenía el auricular del teléfono con una de sus manos, esta le temblaba debido a su enfermedad, al verme en la entrada de la habitación llevó su otra mano al auricular parando el temblor, me sonrió de lado.

- ¿No lo coge? - me acerqué a él, coloqué mis manos sobre sus hombros -.

- No - acaricié sus hombros tratando de ayudarle a que se calmara, permanecía al teléfono mirando hacia el frente - ¿Cómo te encuentras? -.

- Bueno tendrán que hacer otra cosa si quieren librarse de mí - sonreí, levemente -.

Andrés colgó el teléfono, tomó una de mis manos haciendo que me sentara sobre sus piernas, besó mi frente con suavidad, me miró con una sonrisa, bajó su mirada a mis labios, nuestras respiraciones se mezclaban al estar tan cerca, uní nuestros labios, los moviamos con lentitud disfrutando de esa sensación nuevamente.

- ¡¿Qué pasa rehenes?! - nos separamos al escuchar la voz de Río a lo lejos, había despertado hace unas horas y por lo visto continuaba molesto -.

Me levanté del regazo del mayor, salimos de la habitación a paso rápido tratando de evitar otra catástrofe.

- ¿Dormís agusto pensando en vuestro millón de euros? - escuchamos nuevamente - Pues seguid soñando que nadie os lo va a dar, ¡Es mentira, igual que nadie ha liberado a ninguno de vuestros compañeros que eligieron salir en lugar del millón! - Río se encontraba en las escaleras, estaba empapado de sudor y miraba a los rehenes con enfado, Denver le miraba desde el primer piso, mientras Berlín y yo le mirábamos desde el segundo piso - ¡Están dos pisos debajo, encadenados a una tubería, era una estrategia para manteneros mansos!

- Este es gilipollas - negué frunciendo el ceño -.

- ¡Para que trabajen con nosotros, pero sonrientes! - Berlín caminó hacia el crío con paso firme - ¡Siempre sonrientes! - Río le apuntó con su M16 cuando estuvo a unos pasos de él - ¡¿Verdad don Andrés de Fonollosa?! - caminé hacia ambos preparando mi arma, me detuve tras Berlín al observar a Helsinki caminando con cautela detrás de Río - ¡Por cierto, no saldremos por el túnel que están excavando, no, vamos a salir por uno que emboca en la cámara acorazada!

Helsinki golpeó a Río con la punta del arma por la espalda, el chico se dejó caer arrodillándose ante Berlín con dolor.

- ¿Has terminado? - Preguntó el mayor arrebatándole el arma de las manos - Lo que has hecho es alta traición Río, imperdonable - el serbio le sujetaba en su sitio - Vamos - Helsi empujó a Río hacia el pasillo contrario del segundo piso, Denver me miró con nerviosismo mientras Berlín seguía al siamés y el crío -.

Descendí las escalinatas hacia el ojiazul, los rehenes murmuraban detrás suya, estaban amontonados con temor.

- ¡No os preocupéis, al crío se le pasó la hora de la medicina! - alcé la voz tratando de llamar su atención - ¡Descansen, pronto acabará esto y les aseguro que recibirán su dinero después! - los rehenes comenzaron a sentarse en el suelo mirándome con desconfianza, me acerqué hacia Denver - Tenemos que detener esto

- Se comporta como un puto loco - frotó su rostro con frustración, le miré pensativa - ¿Qué?

- Hay que encontar a Berlín - alzó una ceja - No creo que sea bueno que esté con Río a solas - Bueno también estaba Helsi, pero él se encargaba de ayudar a Berlín -.

- ¿No crees que se merece un susto? - sujetó su arma con fuerza-.

- El problema es que no creo que Berlín le de solo un susto

ℭ𝔦𝔞𝔬 𝔅𝔢𝔩𝔩𝔞 - La Casa De PapelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora