Cuando desperté al día siguiente, solo pude pensar en lo asquerosamente seca que tenía la boca. Me removí un poco en la cama y, tras respirar profundamente, mi cabeza latiendo, abrí los ojos.
Mierda.
Las paredes, pintadas de rosado e increíblemente bien decoradas con un estilo vintage, la cama con dosel, el tocador antiguo de madera barnizada rebosante de maquillaje... Nada eso era mío. Esa no era mi habitación. Junto a mí, al otro lado del colchón, Ashley dormía profundamente.
Me incorporé de golpe, intentando ignorar el palpitar adolorido de mi cabeza debido a la resaca, y comencé a buscar mi móvil, desesperada. Mis padres me matarían, sin duda alguna. Primero me desollarían, luego me pondrían a las brazas y, cuando ya estuviese cocinada al punto, me darían de comer a Rocco, que me tragaría sin siquiera darse cuenta que estaba comiéndose a su querida y adorada dueña... Gemí cuanto, tras encontrar mi celular bajo mi disfraz del día anterior, me percaté de todas las llamadas perdidas que tenía. Veinte de mamá, cinco de Logan e incluso una de Liam. ¡Una de Liam, joder! Eso no podía ser bueno.
—Buenos días, majestad. —saludó Ash, estirándose para desperezarse, observándome con las cuencas hinchadas por el sueño, mientras le marcaba a mi hermano mayor. La había despertado con todo el escándalo que había hecho removiendo cosas para encontrar mi móvil.
—Dónde mierda estás, Kida. —espetó por lo bajo Logan al contestarme. Sentí la furia en su voz, lo que hizo que me encogiera del miedo como perrito golpeado. —No son momentos para venir a hacer pendejadas irresponsables, ¡joder! Dime donde estás, voy a por ti. Tenemos que ir al hospital, ahora mismo.
—¿Al hospital? —me quedé de piedra, y volteé a ver a Ash, quien me miraba con sorpresa sentada en la cama. Se puso de pie de un salto y comenzó a rebuscar ropa en su armario, que luego me tendió señalándome de arriba abajo. Ni me había percatado que solo llevaba la ropa interior que me había puesto la noche anterior. —Logan...
—Es papá. —cortó, sin darme más detalles. —Textéame la dirección, te veo en unos minutos.
Me apresuré al baño, sin detenerme a pensar que diablos había hecho con el chico del club o qué había ocurrido durante la fiesta, enfundándome en la tenida que Ashley me había prestado. Papá está en el hospital, papá está enfermo, papá va a morir. Mis ojos se aguaron ante la idea. Respiré profundo, intentando calmarme y, tras darle las gracias a la rubia, salí a la acera a esperar a Logan, que no tardó en llegar derrapando por la calle.
—¿En qué demonios pensabas, Kida? —me espetó nada más subí, despeinada y con restos de maquillaje bordeando mis párpados. Estaba furioso. —No tienes edad para mandar a cambiarte de tal manera. ¿Es que acaso pensaste en lo preocupados que nos íbamos a poner? Mamá está histérica, de verdad.
—¿Qué le ha pasado a papá? —pregunté, ignorando por completo su reprimenda, demasiado preocupada como para enfocarme en otra cosa. Logan respiró profundo al percatarse de lo asustada que estaba, y cogió mi mano a tientas, sin despegar la vista del camino, para darme un suave apretón.
—Mamá lo ha encontrado en el suelo cuando llegó, al volver de su comida. —explicó seriamente. Al llegar al hospital se metió al estacionamiento subterráneo, deteniéndose frente la barrera para poder sacar el ticket. —Él... Joder. —resopló, frustrado, antes de aparcar. —No está bien, Kida. Está enfermo desde hace un montón de tiempo, y no ha querido contarle a nadie.
—¿Enfermo? —musité en apenas un murmullo. Seguí a mi hermano por los blancos e inmaculados pasillos, repletos de camillas y gente que lucía más como un zombi que como alguien vivo. —¿Desde hace cuánto? ¿Qué es lo que tiene?
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The Bubblegum Bitch
Teen Fiction¡Cuidado! No te metas con la Reina del Chicle. Es una zorra y no dudará en destruirte. No la mires tampoco. Te hará añicos con solo pensarlo. No te cruces en su camino. Tiene una misión que cumplir, y no está dispuesta a fallar. No digas que no...