CAPÍTULO VEINTIUNO:NOCHES EN VELA

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Sus pasos eran seguros, sin embargo todo su cuerpo estaba embargado por una inquietud que por momentos sentía que la haría titubear. Se dijo a sí misma que tenía que seguir caminando, entrar a aquella habitación y afrontar lo que sea que tuviera que afrontar sin miedos, en definitiva había enfrentado cosas muchísimo peores.

El día había sido por completo un asco, empezando con el desayuno al que en un principio se había negado a asistir, pero un solo recado del alfa diciendo que si no se presentaba las cosas se pondrían feas, la hizo dirigirse hacia el comedor.

Todo resultó por completo incómodo; una vez que entro a la sala donde solían desayunar se encontró —aparte de las ya caras familiares del resto—, gente nueva.

Que como no, la miraban con asco y odio.

—Nada nuevo...— pensó para sus adentros.

Sus ojos se encontraron con la chica que estaba la noche anterior en el cuarto de Belial; a la luz del día podía ver mejor sus rasgos y aquello no hizo otra cosa que incrementar su mal humor. Su cabello negro caía liso hasta sus hombros, tenía unos ojos oscuros y rasgos afilados que le daban cierto aire delicado a su rostro.

El momento más incómodo fue cuando tuvo que sentarse casi en el final de la mesa, ya que su lugar estaba ocupado por dicha muchacha, quedando al lado de Alec y su padre Yvane. Con éste último no es como si fueran amigos pero se trataban con cierto aire de cordialidad.

Trato con todas sus fuerzas de no mirar a Belial, de ignorarlo todo lo que le fuese posible, simulando que la conversación que habían mantenido la noche anterior no le afectaba. Sin embargo cada vez que tenía que tragar un bocado del desayuno, este tardaba unos segundos en bajar debido al nudo que tenía formado en su garganta desde hacía horas.

—¿Verdad Keera?— escuchó preguntar a Edwin.

Ella automaticamente levantó la vista, encontrándose con la cálida mirada de su amigo que parecía expectante a su respuesta.

—Perdón ¿Qué?— preguntó ella sintiendo un leve sonrojo en sus mejillas.

Escucho algunas risas ahogadas que no hicieron otra cosa más que molestarla y apretar sus dientes con furia contenida.

—Comentaba lo mucho que tu y Ness han avanzado con las clases— respondió Edwin, aunque podía notarse el titubeo en su voz, dejando entrever que tal vez no había sido buena idea sacar el tema.

Keera bajó la vista un poco avergonzada ya que odiaba que se hablara de ella y tener toda la atención puesta encima.

—Curioso...— se escuchó murmurar a una voz.

Levantó la vista nuevamente, encontrando a un muchacho de tez clara y cabellos castaños revueltos que engullía su comida casi sin respirar.

—¿Qué quieres decir?— preguntó Edwin.

—Teniendo en cuenta su procedencia— volvió a responder este, clavando sus ojos oscuros en Keera —Es más de lo que se podría esperar ¿No crees Ed?

—No, considero a Keera muy inteligente— respondió su amigo de vuelta tratando de defenderla.

El muchacho se encogió de hombros restándole importancia antes de volver a agregar:— Si tu lo dices, aunque déjame dudar un poco de su inteligencia.

—Tu no tienes idea...— había comenzado a decir Edwin antes de que Keera lo interrumpa.

—No te preocupes Ed, tal vez tenga un poco de razón— se limitó a responder Keera.

—Por supuesto que tengo razón niña— agregó el muchacho mirandola con odio —La guardia de Dios no es más que escoria.

—Por lo menos nos enseñan a matar a chuchos como tu — respondió con Keera con una sonrisa maliciosa—, y déjame decirte que de una manera bastante eficaz.

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