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-Bueno niños, vamos a practicar- dijo una de las cuidadoras-. Nerea, puedes unirte.

Me puse al lado de ellos.

-Ya- dijo una de las maestras/cuidadoras y empezamos a correr dando vueltas en un círculo marcado por pequeños conos anaranjados-. Recuerden, no pueden transformarse.

Aceleré mi velocidad, viendo como se esfuerzan para superarme. La mayoría de los cachorros son competitivos a tempranas edades esto suele durar poco y siempre dentro de la manada ya que fuera está prohibido.

Tras un buen rato corriendo, los pequeños se cansaron e inició la hora de teoría.

Se sentaron en una mesa redonda, con unas hojas frente suyo en donde está en abecedario completo en colores.

-Ahora, señalen todas las letras del nombre de cada uno y con el lapiz correspondiente, escriban su nombre en la hoja- dijo otra de las cuidadoras, señalando cómo lo hace-. Recuerden que las manchas deben corresponder con la letra de su nombre.

Los niños lo hicieron sin problema. Estamos a finales del año, es notable su esfuerzo; el año que viene ingresaran al primario por lo que el que ya sepan el abecedario y cómo escribir sus nombres, es algo necesario y obligatorio.

-¿Quién se anima a escribir mi nombre?- los desafié-. Me llamo Nerea. Ne~re~a- dije, viendo como dudan un poco, pero aún así agarrando el color de la letra "n"-. N~e~r~e~a- deletree.

Les tomó un rato pero lo lograron.

-Mira, mira- dijeron los ocho a la vez.

Sus letras son desprolijas pero entendibles. Sonreí.

-Muy bien. Lo hicieron muy bien- dije, revolviendo el cabello de uno de los niños, viendo como el de al lado le empuja para que le acaricie a él también.

-Bueno, pequeños, es hora de la merienda- dijo una de las cuidadoras y entre todos empezamos a guardar las hojas en la esquina vacía, en donde de la pared salió un armario bajito, en donde dejamos todo.

Volvimos a la mesa e inclusive me sentaron a mi en esa mesa que me queda apenas chica ya que tan solo soy tres años mayor a ellos. Me dieron una taza con matecocido y cinco galletas de animalitos, a la igual que a los ocho niños.

-Odio estas galletas- dijo uno de ellos-. Son aburridas.

-¿Aburridas?- dije y agarré a tres de cinco-. Miren, son dinosaurios Rex- dejé las otras dos cerca de la taza-. Y acá están los dinosaurios veganos- moví uno de los Rex hacia los otros-. ¡Oh, no! ¡Se va a comer al dinosaurio vegano!- esto parece un teatro pero está llamando la atención de los niños así que, seguí-. Dinosaurios veganos, ¡a la taza! Es la única manera de salvarlos- metí los dos dinosaurios a la taza.

-¡Se van a ahogar!- exclamó uno de los niños.

Los saqué con la cuchara y me los comí.

-Listo, ya los salvé- dije, escuchando sus risas.

-¿Y los Rex?- preguntó otro de los pequeños.

-¿Qué creen que les sucederá?- pregunté.

-¿Qué comerán ahora si los dinosaurios veganos se fueron?- preguntó el mismo niño.

-Los van a ir a buscar- dije, asomando las galletas al borde de la taza, lanzándolos uno a uno-. ¡Los Rexs se dieron cuenta que no están! Los voy a juntar a todos.

Con la cuchara pesqué uno a uno y me los comí.

-Listo, problema resulto- dije-. Ahora, junten todos los dinosaurios en sus pancitas.

Ellos comieron sus galletas con rapidez, mojándolas en la bebida.

-Ahora, para evitar que los dinosaurios se comen entre si en nuestras pancitas, vamos a darles una piscina para que jueguen y sean amigos- dije, tomándome el matecocido con rapidez.

Ellos me imitaron y luego fuimos al pequeño baño en donde nos dieron unas esponjas y limpiamos las tazas.

-Ahora, pueden tomar su forma animal- dijo la cuidadora.

Ellos sin más, se transformaron, aún con sus mamelucos puestos, los cuales quedaron en el suelo sin romperse. Con que para eso es esta ropa especial.

Los imité, tomando mi forma animal, viendo como me miran sorprendidos. Aquí hay cinco betas, dos alphas y un omega.

-Vamos afuera a jugar, pero solo dentro del cuadrado de siempre- dijo la cuidadora, abriendo una puerta que nunca vi, pero que se que no es la de la entrada.

Es un pequeño patio cerrado con grandes vidrios que permiten ver el otro lado pero sin dejar que salgamos.

Corrimos de un lado a otros, jugando a cazar nuestras colas, intentando agarrar la del otro. Es un juego de niños muy divertido, y gracias a que nuestros dientes aún son de leche, no nos causa daño.

Amor rebelde.Where stories live. Discover now