EL PRÍNCIPE AZUL

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Vestido del príncipe azul, con cabello negro y un antifaz plateado cubriendo la mitad de su cara, ella solo pudo ver sus hermosos ojos castaños cubiertos por unas fantásticas pestañas largas y rizadas que solo aumentaban la profundidad de su enigmática mirada.

Por un segundo ella se quedó mirándolo fijamente mientras la risa del chico, sincera y divertida, la obligó a mirarle de reojo y, notando que él lo hizo de igual forma, se sonrojó.

Por fortuna, la oscuridad del salón de fiestas, evitó que él se diera cuenta de que su cara se había puesto del color de un tomate al mirarle o al menos eso esperaba.

Acto seguido, ella le escuchó decirle que por favor tomara ella primero la bebida, mostrándole una sonrisa blanca, reluciente y perfecta, al acompañar sus palabras con el divertido mote referido a su personaje.

-Anda Cenicienta, toma tu primero el vaso, seguro tienes más sed que éste príncipe. –

En medio de una risita nerviosa y con las manos temblorosas, Camila tomó el vaso y lo llevó a sus labios para probar el agua fresca, aun siendo observada por el chico, que volvió a tomar la palabra para sacarle una sonrisa más.

- ¿Qué tal? ¿Está rica el agua? ¿No está envenenada? –

- Está deliciosa y no, creo que no está envenenada. -

Nuevamente ambos soltaron una sonora carcajada.

Él entonces tomó otro vaso y se acabó la bebida de un sorbo, luego dejó el vaso y parecía a punto de caminar de vuelta hacia la pista, pero antes, se giró sobre su propio eje para mirar a Camila de vuelta y extender su mano frente a ella para invitarla a bailar con un típico diálogo de película de Disney.

- ¿Princesa, me harías el honor de concederme este baile? -

Por un segundo ella dudo que aquella fuera una buena idea, pero nuevamente la voz de su hermana, insistiendo en que debía divertirse y recordar que nadie la conocía, así que aún si bailaba mal, nadie se burlaría de ella al día siguiente. Por tanto, aceptó la propuesta del príncipe, dejando el vaso medio vacío en la mesa y lo siguió hasta la pista, sonriendo para tratar de fingir que no estaba muriendo de miedo por dentro, pues lo último que deseaba era hacer el ridículo frente a aquel chico.

Imaginando que todas las miradas se dirigían a ellos, Camila caminó hasta el centro de la pista de baile, en donde las voces de los amigos del príncipe resonaron en los oídos de Camila, preguntándole a éste, quién era la chica con quien iba a bailar.

Éste, no contestó y se puso frente a frente con Camila, a quien tomó de la cintura y se aseguró de acercar lo suficiente a su cuerpo para poder bailar el siguiente par de canciones lentas que resonaron en la estancia.

Olvidándose por completo del resto de los presentes, Camila disfrutó de las dos o tres canciones que bailó en compañía del príncipe azul, a quien miró a los ojos en más de una ocasión y sonrió al percibir su profunda mirada observándola de vuelta mientras dirigía el baile con una particular soltura que le brindó la seguridad necesaria a ella para dejarse llevar pese a los murmullos y preguntas sobre la posible chica detrás del vestido de Cenicienta. 

CENICIENTA POR ACCIDENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora