✅Completa y editándola✅
⚠️Escenas de violencia y +18⚠️
⛔Primer libro de la saga: Dolor sempiterno ⛔
Débora tras huir de un pasado lleno de maltratos, encuentra refugio en la Academia de Danza Clásica de Limerick. Esta se haya situada en un pequeño p...
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Débora
El sonido de mi despertador me trajo de nuevo a la realidad, pero no estaba preparada todavía, así que jugando a ser dios lo detuve ¿Por qué narices sigue sonando? Dormida y sin comprender muy bien lo que pasaba, salí de la cama con cuidado de no despertar a Amoos. Se que estaba todavía conociéndolo, y que había muchas cosas que desconocía de él, pero estaba segura de tres cosas:
-No se despertaría ni aunque cayese una bomba nuclear sobre mi casa.
-Era increíblemente bueno conmigo.
-Y realmente no era capaz de ser malo en la cama
No comprendía que me había sucedido ayer. No era capaz de explicarme esa chulería y valentía que me poseyeron. Jamás me había pasado eso antes. La necesidad de estar tan cerca de alguien Al verlo ante mi, con esa sonrisa tan sexy y con esos ojos mirándome con deseo... no pude contenerme. No me arrepentía. Era como si no se pudiese evitar. Lo había disfrutado, y estaba segura de que repetiría. Deambulando por el pasillo fui recorriendo la casa en busca del origen de aquel sonido. No pude evitar sentirme muy estúpida al darme cuenta de que estaban llamando a la puerta. Mire el reloj del salón y me sorprendió que alguien llamará a las siete y media en mi casa. Con desconfianza abrí la puerta lentamente.
-¿Nathaniel? -nada más reconocer su cara suspiré aliviada- Hola. Pasa, pasa- le dije abriéndole la puerta. Me arrepentí enseguida que me acordé de que no estaba sola. Nathaniel era muy protector conmigo. Era el padre que siempre quise, y no sabía como iba reaccionar al ver salir de mi habitación a un hombre de treinta años sin camiseta- ¿Qué haces aquí? -le pregunté intentando que mi voz no sonase muy aguda por los nervios fracase.
-Te lo dije el viernes. Hoy iba a enseñarte algunos movimientos antes de ir al bar a las once.
-Cierto. Se me había olvidado completamente. Dame cinco minutos que me cambie de ropa y vuelvo enseguida.- dije a toda prisa. Sin esperar a que me respondiera, le deje de pie en el salón mirándome como si tuviera tres cabezas. Al entrar en la habitación cerré la puerta de golpe a mis espaldas y cogí del suelo sus zapatos y camiseta. Sin mucho tacto empecé a zarandearlo desesperada.
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-Amoos- le susurre en un grito- Despierta pedazo de vago.- exasperada al ver que se daba media vuelta y seguía durmiendo decidí tomar medidas drásticas. Cogí un vaso que estaba en el baño y lo llene con un poco de agua y al instante Amoos se despertó pegando un bote.
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-Pero ¿qué...? -pregunto en un grito.
-Shhhh -le chiste para que se callará- Que ha venido Nathaniel. Tienes que irte.
-¿Quién es Nathaniel? -pregunto medio desubicado medio enfadado.
-Mi jefe y vecino. Y quien me ha criado desde que llegué aquí. -le expliqué poniendo los ojos en blanco.- Tienes que irte ya, seguro que se enfada. ¿Y supongo que querrás caerle bien a mi jefe/vecino/padre adoptivo? -sin decir nada más le pase sus cosas y comencé a abrir la ventana- Ves ese árbol de ahí- le pregunté señalando- Si te subes a él puedes bajar fácilmente.
-¿Pero...?
-Nada de pero. Lo siento. -le dije sonriendo- Me lo he pasado genial este fin de semana. Hay que repetir, pero ahora... tienes que irte de verdad.- añadí mientras lo empujaba hacía la ventana- No es tan difícil, yo lo suelo hacer. Te llamó más tarde. -le dije mientras le daba un beso rápido. Cuando me di la vuelta para marcharme, me giro.
-¿Qué clase de beso era ese? -me pregunto sonriendo encantado con la situación y deseando ponerme más nerviosa. No creo que eso fuese posible.
-Anda, cállate de una vez y bésame - esta vez fue él quien no pudo responder. No fue un beso tierno, fue uno posesivo. Lleno de rabia por mi parte, y de sorpresa por la suya. No tardó en recomponerse y devolverme el beso con la misma pasión que la mía. Dejó caer las botas y la camisa al suelo, para poder acercarme más a él. Yo llevé mis manos a su cuello y pase una de ellas por su pelo oscuro. Dejándome llevar le di un pequeño tirón y le mordí el labio, consiguiendo sacarle un gruñido y que su agarre se apretase más. Poco a poco pasamos de la rabia a la calma. Sus manos cubrieron mis mejillas y su frente se junto con la mía. No sabía cuanto necesitaba esto hasta que lo hice.
-Wow señorita Débora.- dijo dejando un pequeño beso en la punta de mi nariz.- Es usted realmente buena cuando se lo propone - dijo entre risas. Inevitablemente acabé riéndome con él.
Antes de desaparecer por la puerta, me gire una última vez para verlo. Estaba sentado en el marco de mi ventana mirando al suelo. Al instante lo vi saltar. Asustada, fui corriendo a mirar si no se había matado. ¿A quien se le ocurre saltar desde un segundo piso? Lo que vi me saco una sonrisa. Amoos me miraba y sonreía con sorna. Como si supiese algo que yo no sabía. Parecía un niño pequeño que tenía un secreto. Moviendo los labios y sin hacer ruido, me dijo adiós, antes de desaparecer corriendo entre los árboles. Esos árboles
Sacudiendo la cabeza salí al fin de mi habitación y me disculpe con Nathaniel por la espera. El tan solo se encogió de hombros, quitándole importancia al asunto. Antes de iniciar la clase, me tendió una bolsa con mi abrigo rojo. Casi se me había olvidado que me lo había dejado en el bar. No me extraña, este fin de semana ha sido de los más entretenido
Antes de que pudiera darme cuenta el reloj marcó las once y Nathaniel se fue al bar. La clase consistió en enseñarme los puntos dolorosos del cuerpo y como golpearlos. Me divertí mucho viendo su enfado cuando no conseguía hacer bien una de las llaves, pero a pesar de mis errores, me prometió que volvería otro día de nuevo.
El resto del finde y también los días anteriores al miércoles, me dediqué en cuerpo y alma a preparar mi audición para el miércoles. Cada día volvía del trabajo acompañada de Amoos. La noche antes de la prueba, me regaló una pulsera de cuero negra trenzada. De ella colgaba una bailarina de ballet, una luna menguante y un lobo aullando. Sonrojado hasta las orejas me explico que la había hecho él para desearme suerte. Me costó la vida separarme de él y entrar a mi casa, pero necesitaba descansar. Mañana tenía que enfrentarme a una arpía venenosa.
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¿Tenéis el sueño profundo como Amoos o sois madrugadores como Débora?
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