Capítulo 31

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Leer el mensaje de abajo.


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Débora

El sonido de mi despertador me trajo de nuevo a la realidad, pero no estaba preparada todavía, así que jugando a ser dios lo detuve ¿Por qué narices sigue sonando? Dormida y sin comprender muy bien lo que pasaba, salí de la cama con cuidado de no despertar a Amoos. Se que estaba todavía conociéndolo, y que había muchas cosas que desconocía de él, pero estaba segura de tres cosas:

-No se despertaría ni aunque cayese una bomba nuclear sobre mi casa.

-Era increíblemente bueno conmigo.

-Y realmente no era capaz de ser malo en la cama

No comprendía que me había sucedido ayer. No era capaz de explicarme esa chulería y valentía que me poseyeron. Jamás me había pasado eso antes. La necesidad de estar tan cerca de alguien Al verlo ante mi, con esa sonrisa tan sexy y con esos ojos mirándome con deseo... no pude contenerme. No me arrepentía. Era como si no se pudiese evitar. Lo había disfrutado, y estaba segura de que repetiría. Deambulando por el pasillo fui recorriendo la casa en busca del origen de aquel sonido. No pude evitar sentirme muy estúpida al darme cuenta de que estaban llamando a la puerta. Mire el reloj del salón y me sorprendió que alguien llamará a las siete y media en mi casa. Con desconfianza abrí la puerta lentamente.

-¿Nathaniel? -nada más reconocer su cara suspiré aliviada- Hola. Pasa, pasa- le dije abriéndole la puerta. Me arrepentí enseguida que me acordé de que no estaba sola. Nathaniel era muy protector conmigo. Era el padre que siempre quise, y no sabía como iba reaccionar al ver salir de mi habitación a un hombre de treinta años sin camiseta- ¿Qué haces aquí? -le pregunté intentando que mi voz no sonase muy aguda por los nervios fracase.

-Te lo dije el viernes. Hoy iba a enseñarte algunos movimientos antes de ir al bar a las once.

-Cierto. Se me había olvidado completamente. Dame cinco minutos que me cambie de ropa y vuelvo enseguida.- dije a toda prisa. Sin esperar a que me respondiera, le deje de pie en el salón mirándome como si tuviera tres cabezas. Al entrar en la habitación cerré la puerta de golpe a mis espaldas y cogí del suelo sus zapatos y camiseta. Sin mucho tacto empecé a zarandearlo desesperada.

 Sin mucho tacto empecé a zarandearlo desesperada

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La Perdición del Lobo [1] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora