La primera vez que se vieron se encontraban en una cafetería cercana a la universidad Konkuk, situada al sureste de Seúl, cerca del río Han. Sus ojos tropezaron por un par de segundos, cada una le restó importancia en el momento, pero dos segundos después, se encontraban compartiendo miradas mientras las sonrisas brotaron vehementes en sus mejillas.
Una se encontraba en una de las mesas del lugar, unos lentes de aumento con forma oval, jugaban a resguardar su vista; mientras un bernie negro se posaba sobre el cabello castaño largo, el cual caía a los lados de su rostro acentuando su fino rostro. Una sudadera negra un poco grande cubría su cuerpo, y unos pantalones de cuero del mismo color estaban ceñidos perfectamente a unas piernas largas y delgadas. Las botas negras le daban ese aire despreocupado que a cualquier persona le quitaría el aliento, pero al mismo tiempo lucía importante e imponente con su laptop y posibles apuntes alrededor de ella.
La otra de ellas se encontraba en la caja cancelando la cuenta de un pedido, su cabello agarrado en un par de trenzas un poco despeinadas, le regalaban un toque jovial, resaltando un par de mejillas regordetas coloreadas de carmesí que la hacían ver adorable. Una blusa manga larga con un patrón de rallas blancas y negras desiguales, atrapada entre unos jeans anchos, que se ajustaban en la cintura y un par de tenis color amarillo que resaltaban en el lugar.
Ninguna se animó a dar un paso más allá de un asentimiento de cabeza y sonrisas. La que estaba en caja se fue con su orden, mientras la otra volvía a sus deberes mientras sorbía un poco de aquel café amargo que la calentaba de aquel frío matador característico del invierno surcoreano.
Los días pasaron, y el destino marañero les volvió a juntar, esta vez en las instalaciones de la universidad. Lo chistoso de todo es que terminaron reencontrándose por culpa de la prisa de llegar a sus clases, aquel tropiezo las sacó de la rutina monótona en las que habían estado sumidas.
—¡Imbecil, mira por donde caminas! —gritó una de ellas—. Gracias a ti llegaré tarde a mi clase.
—¿Disculpa? Creo que la que debería estar molesta sería yo, puesto que has sido tú quien me ha tropezado a mí —respondió la otra a la defensiva.
No se habían visto a los ojos, estaban tratando de arreglar el papeleo que había caído al suelo por aquel suceso. Terminaron, y al alzar la mirada se encontraron nuevamente con aquellos ojos que habían sido capaz de llegar a su alma esa tarde en el pequeño café.
—T-tienes razón, discúlpame —se disculpó la chica que había gritado primero.
—No... discúlpame tú a mí, por haberte tratado mal —expresó la más alta de ambas.
—Nayeon, Im Nayeon —dijo, mientras alargaba la mano hacia la otra chica—. Un gusto tropezarte.
—Yoo Jeongyeon —respondió mientras apretaba suavemente la palma de la chica—. El gusto es todo mío, había querido volver a toparme con esa hermosa sonrisa.
Y como si fuesen el motor, esas simples palabras agrandaron aquella mueca en sus labios, deslumbrando aún más a Jeongyeon.
No fueron a sus clases, prefirieron hacerse compañía toda la tarde, mientras contaban anécdotas de su vida, con el fin de conocer a la otra. Risas, la velada se llenó de ellas, miradas coquetas y roces descarados en los brazos contrarios, todo iba perfecto. La noche llegó, y con ella trajo las despedidas junto con la promesa de volver a verse. Intercambiaron números, y sus corazones revoloteaban locos en sus pechos, había sido un momento mágico, digno de guardar en sus mentes.
El tiempo pasaba, y se hacían cercanas, dos semanas después de su segundo encuentro ya eran buenas amigas, charlas hasta altas horas de la madrugada protagonizaban sus noches, y aunque eran distintas en muchos aspectos, sentían que encajaban divinamente. Sabían mucho de la otra, pero había una de ellas que no había sido totalmente honesta, y como la verdad siempre sale a la luz, el destino nuevamente hizo sus jugadas, y volvieron a encontrarse, solo que esta vez de una manera bastante... complicada.
Jeongyeon se había encontrado con una de sus amigas más antiguas Hirai Momo, estudiante de danza con quien tenía mucho sin hablar. El problema es que no estaba sola, estaba con su novia quien se llevó una gran sorpresa, al darse cuenta que la amiga que estaban esperando, era Jeongyeon.
Nayeon quedó sin habla, y la mirada reprochante de Jeongyeon solo pasó desapercibida ante los ojos de Momo.
—Jeongyeonie, te presento a Nayeon, mi novia —decía contenta la chica, sin darse cuenta de que el ambiente era tenso.
—Mucho gusto Nayeon, soy Jeongyeon —estiró su mano, mientras una confundida y asustada Nayeon la tomaba.
—E-el gusto es mío...
No duró mucho el encuentro, Jeongyeon se excusó diciendo que había olvidado realizar una maqueta para sus clases en la facultad de arquitectura, despidiéndose de ambas. Mientras se alejaba, le dejaba un mensaje de texto a aquella chica que le había robado el aliento, diciéndole que no le volviese a hablar nunca más en su vida.
Nayeon al leerlo, dejó salir un suspiro lleno de dolor, pero silencioso, para que la chica que se encontraba a su lado no la escuchara. Era cierto, ella había jugado con fuego, había engañado no a una, sino a dos chicas y cada noche la culpa se carcomía su cabeza, pero había sido totalmente inevitable no perderse en ese par de orbes color miel, y en aquella sonrisa perfecta y brillante que la había cegado la primera vez que la vio.
Y lo cumplió, no se volvió a comunicar más con ella. Aunque mirara todo el día ese numero de contacto, no le envió ni un solo mensaje, ni la llamó. Aunque se estuviese muriendo por saber de ella, respetó la voluntad de la otra, diciéndose a sí misma que debía olvidarla y que no podía seguir engañando a Momo, quien era una chica dulce y nunca le había fallado.
Y casi logra su cometido, casi la olvida, hasta que una noche, mientras terminaba un informe de la universidad, sintió como vibraba su móvil, quedando helada al leer el nombre que aparecía en la pantalla.
Jeongie: Desearía a abrazarte mientras caminamos por las calles, pero eso no es posible. ¿Por qué no puede ser así? Soy solo tuya.
El corazón se le aceleró, y la respiración se le cortó. ¿Estaba soñando?
Nayeon: Pensé que no querías saber más de mí. Jeong lo siento mucho, no quise mentirte, pero... tú me gustaste. Me gustas.
Jeongie: Te espero donde siempre.
Y no necesitó más. Tomó una chaqueta, colocó sus zapatos y salió al lugar para encontrarse con aquella chica que no había podido dejar de pensar.
Jeongyeon no sabía que estaba haciendo, ella no era así, no quería ser así, pero estaba jodida. Ella quería volver a verla, necesitaba hacerlo, y aunque le pidió que no la buscara, cada noche revisaba el móvil esperando un mensaje suyo.
Sabía que estaba errando, su amiga no se lo merecía, pero, ¿cómo se lo iba a explicar a su corazón? El maldito estaba ensañado en seguir buscando a la chica y aunque se obligó por mucho tiempo a no pensarla, era más el tiempo que lo hacía que el que le dedicaba a otras cosas.
La vio llegar con su tímido andar, y por más que se dijo que no iba a hacerlo, terminó estrellando sus labios con los de ella, disfrutando al fin de ese par de belfos rosados y acolchonados, que le habían estado pidiendo a gritos que los probara.
El beso era lento, pero intenso, sensual. Pronto el aire se les iba, y aunque quisieron alargarlo un poco más, tuvieron que separarse para poder respirar. Las respiraciones estaban agitadas y pesadas, sus mejillas enrojecidas y los labios hinchados les hacía querer volver a unirse, y así lo hicieron.
No se dijeron nada, simplemente siguieron sus instintos, y aunque aún tenían una charla pendiente, decidieron posponerla para otro momento. Momento que nunca llegó, puesto que pasaba el tiempo y ellas continuaban dejándose llevar por sus deseos y sentimientos.
Dos años habían pasado, dos años llenos de experiencias y vivencias juntas. Dos largos años en donde tenían una especie de relación a puertas cerradas, detrás de las cortinas de la vida real, robándose momentos, caricias y miradas, muriéndose en los brazos de la otra una vez llegaban al clímax y queriendo un poco más, porque para Jeongyeon nunca era suficiente.
Estaba cansada de esconderse, ella sentía que estaban destinadas, cada segundo la pensaba, es que ella la amaba, pero no podía mostrarlo, no podía reflejarlo en su rostro.
Una de sus noches juntas, entre sabanas, habían terminado discutiendo por lo mismo como todos sus encuentros.
—Nayeon, no puedo más. Tanto tú como yo lo sabemos, esto es un amor sin hogar. Dime, ¿por qué no puedo abrazarte en la calle? ¿por qué no puedo besarte en el club mientras bailamos?
—Jeong, lo sabes, no podemos, sigo estando con Momo.
—¿Hasta cuándo? Estoy cansada de esta situación, sabes cuánto deseo poder estar bien contigo, que todo esto no fuese así a escondidas... Joder sabes que me tienes a tus pies, que soy tuya.
—Yo... no se como hacerlo, es difícil.
—Maldición Nayeon —se levantó de la cama, desnuda, molesta—. Dime una cosa, ¿Cuándo estás con ella y dices su nombre, sientes lo mismo que cuando lo haces conmigo?
Nayeon la miró con temor, pero en sus ojos reinaba el amor, y la adoración.
—Sabes que no... Jeong, yo te amo a ti, pero no quiero hacerle daño.
—Claro, pero a mí si eres capaz de joderme ¿no? Nayeon, yo quiero una vida contigo —caminó a donde se encontraba su chaqueta y sacó una pequeña caja de terciopelo—. Nayeon, si yo te pido que te cases conmigo, ¿lo harías?
—Yo... yo... yo no puedo hacerlo.
El corazón de Jeongyeon se quebró al escuchar esas palabras
—Prefieres seguir jugando a lo seguro...
—Amor, lo siento ¿sí? Hablemos bien esto —trató de acercarse, pero Jeongyeon no la dejó—. Por favor Jeongie...
—No... Ya no pudo con todo esto Nayeon. Estoy casada de estar enamorada de la novia de alguien más, no quiero seguir escondiéndome, quiero poder decirle al mundo sobre este amor que hemos creado —lagrimas brotaron por sus ojos, y la voz se le quebró—. No sabes cuánto lo anhelo.
—Yo te amo Jeongyeon...
—¿Por qué no puedo decir que estoy enamorada? ¡maldita sea, quiero gritarlo a los cuatro vientos —gritaba mientras se colocaba la ropa—. Pero eso no es posible ¿cierto?, creo que ya es tiempo de dejarlo hasta aquí.
—No por favor, no terminemos amor —lloraba Nayeon.
—No podemos terminar algo que no empezó... o por lo menos no empezó bien. Lo siento, pero no puedo seguir. Adiós.
Besó por ultima vez sus labios, para así irse,dejando a la otra llorando en aquella habitación, mientras ella con el corazón roto, se despedía para siempre de aquel bello y puro amor que nunca pudo ser.
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OS inspirado en "Secret love song de Little Mix" y dedicado a jxstss espero te guste, hice lo que pude bb tkm.