Capítulo III

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Cuando me desperté a la mañana siguiente mis padres ya no estaban, se habían ido a trabajar temprano. Me arreglé y bajé a desayunar como todas las mañanas. Hoy tenía que ir a por mi material escolar, no podía creer que ya acabara el instituto, por una parte lo estaba deseando, pero por otra no quería ir a la universidad tan pronto, no estaba preparada todavía.

Terminé el desayuno y metí mi taza en el lavavajillas. Cuando salí a la calle, me dirigí a la parada que me indicó ayer mi padre, pero no la encontraba, ¿donde estaría? Me cansé de buscarla y le pregunté a un chico que pasaba por allí.

- Hola, disculpa que te moleste, pero soy nueva en el vecindario y no encuentro la parada de bus, me dijeron que estaba por aquí cerca, pero no la encuentro, ¿te importa ayudarme?- Le pregunté nerviosa, odiaba hablar con desconocidos, me ponía histérica.

- Está justo al girar la calle. - El chico moreno me contestó de manera indiferente, que poco simpática era la gente de por aquí.

- Si... esto, gracias. - Pero creo que ni me oyó porque ya estaba a unos cuantos metros  de distancia.

- Pues que bien, que amabilidad la suya. - Pensé.

En la marquesina de la parada ponía que el próximo autobús llegaba en quince minutos así que esperé con mis queridos Imagine Dragons sonando por mis auriculares. Estaba tan concentrada en mi grupo favorito que ni siquiera me di cuenta de que alguien se había sentado junto a mi, hasta que noté que me tocaban tímidamente el hombro.

- Perdona, es que no me escuchabas. - Me dijo un chico rubio. La verdad es que me sonaba, pero no sabía de que, tampoco es que conozca a mucha gente en este sitio.

- Tranquilo, la culpa es mía, tenía la música a todo volumen. - Le contesté mientras me quitaba los cascos.

- Sí, disculpa por interrumpirte pero eres la nueva del pueblo, ¿verdad?

- Bueno, prefiero que me llamen Abby, pero sí supongo que esa soy yo. - Le contesté con una pequeña risa tímida.

- Lo siento, pero no sabía como te llamabas. - Un rubor carmesí subió por su cuello hasta sus cejas rubias. - Soy Danny por cierto, llevé unas pizzas a tu casa ayer.

Ya decía yo que me sonaba de algo, pero sin la gorra no lo había reconocido.

- Oh es cierto, eres tú, bueno, pues encantada.

En ese momento llegó el autobús y nos sentamos juntos en un asiento junto a la puerta.

- ¿Sabes en que parada tengo que bajarme para ir al centro comercial? - Ya que estaba allí aprovechaba y le preguntaba, porque estaba realmente perdida.

- Claro, es en  diez paradas más adelante, yo también voy allí. - Lo miré extrañada y parece que lo notó, porque seguidamente me dijo. - Bueno, es un pueblo pequeño, y hay pocos sitios a los que salir. - Dijo tímidamente.

Le sonreí, era un chico muy dulce y parecía muy tímido, me había caído bien. - Supongo, nunca había vivido en un sitio tan pequeño, en Providence era todo muy diferente.

- Oh, eres de Rhode Island, nunca he ido, bueno, en realidad nunca he salido de Massachusetts, pero supongo que será bonito. Lo echarás de menos.

- Sí, supongo. - Le contesté seca, no tenía muchas ganas de hablar de mi antigua ciudad. Y Danny pareció notarlo de nuevo, vaya, que observador era.

- Bueno supongo que irás al Nixon High, ¿no? Solo hay ese instituto en el pueblo. - Cambió de tema.

- Sí, creo que se llama así. - Creo recordar que ese era el nombre que dijo mi padre cuando nos mudamos. - De hecho, voy al centro comercial a comprar lo necesario para empezar mi último año.

- Entonces creo que coincidiremos en algunas asignaturas, yo también cursaré el último año. 

Nos quedamos callados un rato, era un silencio muy incómodo que rompió él cuando dijo que esa era nuestra parada, así que nos bajamos del autobús y nos despedimos.

- Bueno Abby, ya nos veremos. -Dijo rascándose la nuca, parecía incómodo.

- Adiós Danny.

Me dirigí primero a una pequeña papelería que había junto a la entrada del lugar, y compré todo lo necesario, después fui a unas cuantas tiendas de decoración, pero no me terminaron de gustar muchas cosas, así que solo me compré unas guirnaldas con banderines y una lamparita para poder leer por las noches. Cuando miré el reloj de mi muñeca ya era medio día así que ya con todo en bolsas me subí de nuevo a otro autobús y puse rumbo a mi nuevo hogar.

Cuando llegué mis padres no estaban así que me hice un sandwich y me puse a ver un rato la tele, parece que me quedé un poco traspuesta en el sofá porque me desperté con el ruido de la puerta, mis padres ya habían llegado, y el cielo ya estaba oscuro. A lo tonto había dormido toda la tarde.

-¿ Ya has comprado todo lo necesario Abby? - Preguntó mi madre mientras dejaba la chaqueta en el sofá.

- Sí. - Dije señalando las bolsas junto a la mesita. - Por cierto, me he encontrado al repartidor de pizzas en el bus, es simpático, se llama Danny. 

- ¿Es un amigo? - Preguntó mi madre esperanzada.

- Janeth, no la agobies, acaba de llegar, ya hará amigos.- Le dijo mi padre dándome un beso en la frente.

- Ya lo se Alec, pero hacer amigos nunca está de más. - Le replicó mi madre mientras metía una lasaña al microondas.

A los cinco minutos ya estábamos los tres sentados en la mesa de la cocina con un trozo humeante de lasaña de supermercado delante. Una cena gourmet vaya. Nótese la ironía.

- Alec, acuérdate que mañana llegará la señora Kery de su viaje, y tendremos que conocerla, al fin y al cabo es nuestra jefa. - Comento mi madre. - Además de que nos tendrá que indicar como hacen las cosas allí, hoy no nos han explicado mucho.

Cuando se ponían a hablar de trabajo era insoportable, así que engullí lo que me quedaba de cena y me despedí.

- Me voy a la cama. -Dije tras bostezar. - Buenas noches.

- Buenas noches. - Me respondieron, y subí las escaleras.

Me lavé los dientes y me metí en la cama. enchufé la lamparita que acababa de comprar y cogí el libro que tenía a medias, me estaba releyendo la saga de Harry Potter y ya iba por el tercero, sin duda mi favorito.

Estaba en la parte donde la profesora Trelawney les enseñaba adivinación, cuando me sentí observada. Levanté la vista y percibí que la cortina de la casa de al lado se había movido sutilmente, igual que el día en el que llegué, pero como el día anterior, no le di mucha importancia, así que apague la luz y me quedé profundamente dormida.


EGAN

Observé a la nueva vecina desde detrás de las cortinas de mi cuarto, esa chiquilla tenía algo que me llamaba a observarla, y no sabía por qué.

- Egan, ¿otra vez mirando por la ventana? - Preguntaron desde el umbral de la puerta.

Me aparté de allí y me giré para ver a mi padre. - Sí, hay algo en la nueva chica de al lado que no me acaba de cuadrar. - Le dije pensativo. - En fin, no se que es, pero pienso averiguarlo.

- Hijo, es mejor que te mantengas alejado, ya sabes por qué. - Me recordó, siempre me lo recordaba.

Suspiré cansado. -Tranquilo papá, no lo haré, solo es que tengo el presentimiento de que algo se avecina.

Y sin duda no estaba equivocado

Flores de ceraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora