|Capitulo 24|

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Capítulo 24

Solté aire por la nariz y aleje de un empujón a la chica que se había pegado a mí. No me gustaba el contacto en las fiestas con las personas sudorosas y drogadas.

Y lo toleraba muchísimo menos en aquel momento. En mi mente solo se reproducía una y otra vez que mi mejor amiga estaba en alguna de las habitaciones del segundo nivel, con algún chico que no era su novio, y sobre todo, borracha.

Hacía apenas cinco minutos me había llamado llorando. Me alarmé tanto que ni siquiera vi mis fachas cuando salí de casa a toda prisa.

— ¿Dónde estás? — pregunté mientras intentaba pasar por el montón de adolescentes. No los conocía, y ni siquiera conocía la casa donde se estaba realizando la fiesta, pero, por cómo iban vestidos todos, y por sus caras no me fue difícil deducir que aquella era una fiesta universitaria. Esos chicos eran universitarios.

—Creo...creo que en una de las habitaciones, —Adela musitó. La voz le tembló, y escuché un sollozo, —no sé cómo llegué hasta aquí.

—Estoy subiendo, no te muevas de ahí.

Estaba cabreada en niveles atmosféricos. No entendía como Adela había salido de casa sola, y se había emborrachado en una fiesta llena de universitarios malintencionados. Empujando a cuanta persona se me cruzaba por el frente logré subir las escaleras y me detuve cuando frente a mi tuve un largo pasillo.

Había personas besándose con intensidad contra las paredes. Las luces eran tenues y desde mi posición escuchaba gemidos de personas que provenían desde las habitaciones contiguas.

Suspiré y guardé mis manos dentro de los bolsillos de mi sudadera, y avancé por los pasillos cruzándoles por el lado a las personas besándose. En algún momento me había quedado quieta mirando una pareja que tenía sexo contra la pared. La chica emitía sonidos placenteros y se movía contra el chico frente a ella. Parpadeé cuando el chico soltó un gruñido cargado de placer y me espanté cuando los ojos del mismo chico giraron en mi dirección. Eran grises y estaban tan brillantes que era evidente que se encontraba drogado. En sus labios se formó una sonrisa pícara, y dejó de tocarle la cintura a la chica para extender la mano hasta mí.

— ¿Quieres unirte? —cuestionó, y debía decir que su voz era intensa y caliente. En ese momento la chica giró la cabeza también y me evaluó. Al igual que el chico ella sonrió, y relamió sus labios.

—Es bonita.

Ni siquiera podía parpadear con exactitud. Solo los miré, y después de un rato negué con la cabeza soltando una risita nerviosa.

—No, gracias. Disfruten ustedes.

El chico de ojos grises hizo algo parecido a un puchero, y luego volvió toda su atención a la chica gemidos frente a él. Seguí avanzando y me detuve en la primera puerta. No sabía cómo carajos sabía en cuál de todas las habitaciones se encontraba mi mejor amiga.

Decidí abrir las puertas a la suerte. No podía ver cosas tan malas ahí dentro, ¿no?

Dentro, se escuchaban gemidos locos en coro. Negué con la cabeza. Adela no podía estar ahí. Seguí avanzando y me detuve en la segunda puerta. Al contrario de la primera, en esa habitación no se escuchaba nada. Suspiré y me acerqué hasta el pomo de la puerta.

Me repetí una y otra vez que si Adela no estaba ahí y me encontraba con una escena extraña no pasaba nada. Después de ordenarme centrarme, sostuve con fuerza el pomo de la puerta y lo giré. Me quedé en el mismo lugar, y la puerta hizo un sonido extraño cuando se abrió por completo.

Parpadeé y abrí la boca cuando miré lo que había dentro. En la cama había un chico sentado usando el celular. Sus ojos se alzaron y se encontraron con los míos. Luego, con la misma indiferencia que me había mirado dejó de prestarme atención y volvió la vista al celular.

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