Capítulo 51.

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Aquella noche estrellada de océano azul jade, asistirían a un precioso Luau en la playa de arenas blancas que tenían frente al hotel. Era al último al que asistían.

Al día siguiente regresaban a Oahu.

-Bueno, chicas -bromeó Nelson mientras bajaban en el ascensor-. Hoy lo tenemos que pasar fenomenal. Por lo tanto, no quiero ver que nadie se va pronto a la cama, porque hoy lo tenemos que pasar mejor que nunca.

-Eso... marchita para el cuerpo -bromeó Susana.

-Yo voy a bailar mucho -rio Sasha agarrada a Alejandra que sonrió a su vez.

-Qué pena. Ya se acaba esta fiesta continua -murmuró Ollie entristecida mientras caminaba junto a su tío.

-Siempre hay tiempo para que esto se repita -la animó Rosario.

Rafael sonrió. Realmente había sido un viaje muy especial. Pero aunque no dijo nada, en su interior, tenía claro que aquello nunca más se volvería a repetir.

El Luau estaba más animado que en otros hoteles. Aquello era una cordialidad de las islas. Nadie podía marcharse de las islas sin haber asistido a uno. Los invitados eran recibidos con Leis confeccionados con orquídeas de colores y flores silvestres y las mesas estaban decoradas con impresionantes esculturas de hielo, frutas tropicales y papayas heladas.

Las antorchas estaban colocadas estratégicamente alrededor de donde la gente comía animadamente manjares al son de melodías tropicales, aromas dulzones y tambores isleños. En fuentes enormes había Pollo Luau. Un pollo cocido con leche de coco. Aunque lo que más llamó la atención de todos fue el imu. Un horno subterráneo donde se colocaba un cerdo entero envuelto en capas de plátano para que se asara durante cuatro o cinco horas. Una vez asado el cerdo se sacaba, se le quitaban las capas de plátano y el Luau podía comenzar.

-Qué guapísima que es aquella muchacha -indicó Rosario señalando a una de las bailarinas-. Y qué bien baila. Miren cómo mueve las caderas.

-¡Qué guay! -aplaudió Cat.

Rafael, sentado frente a Alejandra, daba de comer a Sasha.

-Los movimientos del hula tienen significados diferentes y el movimiento de sus manos también -respondió Rafael mirando a Rosario que bebía una piña colada.

-¿No me digas muchachote?

-Ajá -sonrió-. Hace años era un baile que solo se bailaba en las ceremonias religiosas. Pero con el tiempo el hula pasó a bailarse en todas las ocasiones y celebraciones. Por cierto, los bailarines representan con sus movimientos a los animales, las plantas, las olas del mar, etc.

-¿En serio papá? -preguntó Ollie y este asintió.

La música sonaba muy alta y Cat preguntó a gritos.

-¿Y qué están representando ahora mismo?

Rafael, divertido, miró a los bailarines y tras cruzar una sonrisa con Alejandra, se encogió de hombros e indicó.

-Sinceramente, cariño no lo sé. No me he especializado en hula.

Nelson que observaba el espectáculo junto a Susana y aplaudía entró en la conversación.

-Pero hay dos clases de hula. El antiguo al que se le conoce como « Kahiko de hula» y se representa con el traje tradicional, las voces de los isleños y la percusión, y el hula moderno, que es este, que se representa con trajes de vistosos colores, guitarras y ukeleles entre otros instrumentos.

-Yo estoy aprendiendo -bailó Sasha encantada-. En el cole nos están enseñando a bailarlo.

Todos sonrieron y Susana la animó.

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