Capítulo 9 - Afuera

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Estábamos solos allí afuera y lo que más nos aterraba era no saber dónde estaba el enemigo.

Entonces recordé a Bii y con discreción revisé mi brazalete; ella estaba cerca, como le había ordenado volver, me había estado siguiendo y esperaba afuera de mi patrulla.

―Aquí Lemus, necesitamos ayuda de inmediato, Johnson se encuentra malherido y no creo que pueda soportar mucho tiempo.

No había imagen, solamente sonido. Las patrullas debían estar seriamente dañadas. El centro de mando solo respondió lo siguiente:

―Esperen instrucciones.

No pude más me sentía tan asustada, tan culpable. Apagué la patrulla, me quité el casco y salí arma en mano. Bii aguardaba sobre mi cabeza y simplemente la tomé como si no importara. Mi prioridad era mantenerme alerta para que el simio no me soprendiera.

Me dirigí a donde estaba Phoenix, él me veía asustado y al principio se negó a abrir su burbuja, pero seguí golpeando la puerta hasta que no tuvo más remedio que abrir. Él temblaba y por poco me golpea cuando le quité el casco.

―¿Que estás haciendo? ―Chilló mientras yo lo tomaba del brazo para alejarlo de su vehículo.

―Tenemos que ayudar a Lemus y a Johnson ―le dije.

―¿Esta loca? Ni siquiera sabemos qué fue esa cosa o si hay más. Además, el centro de mando dijo que enviará por ellos, solo tenemos que esperar.

―¡No van a enviar a nadie! Acaban de derribar TRES drones. ¿Crees que van a arriesgar más? Para ellos esas cosas valen más que nosotros. ¿No te das cuenta de lo que está pasando? Sellaron La Catedral y no la van a reabrir hasta que decidan que es seguro y para entonces ya podría ser tarde.

―¿Pero qué podemos hacer nosotros?

―Vamos por ellos y llevémoslos al ingreso oeste, no han reportado ninguna amenaza en esa zona y a lo mejor nos dejen entrar por allí.

Ambos temblábamos, habíamos hecho tantas simulaciones de situaciones como esta, pero aquello era diferente, si algo salía mal no podríamos reiniciar la partida y ya.

Todo era mi culpa, había ocultado información importante y en consecuencia nuestras vidas estaban en riesgo.

―Está bien, yo voy sola ―dije luego de reflexionar, al final Phoenix no era el causante de aquel lío.

Volví a mi patrulla y pedí autorización para ejecutar mi plan. Tal como lo esperaba, no pusieron objeción, no les importaba lo que pasara con nosotros.

Al final Phoenix decidió unirse y partimos hacia donde habían caído nuestros compañeros.

El mono no estaba por ninguna parte, tampoco había intentado acercarse más a la colonia o las minas lo habrían volado, pero aún era muy pronto para bajar la guardia.

Cuando llegamos, encontramos a Lemus con la espalda apoyada en la patrulla de Johnson. Los dos tenían quemaduras y sangre por todas partes, pero Johnson estaba una situación más crítica; parte del cristal de la burbuja de la patrulla se había roto quedando clavada entre su pecho y el hombro derecho.

Lemus tenía lesiones en todo el cuerpo, pero a simple vista nada demasiado grave. Recordé que en mi baúl llevaba las provisiones de la tumba y corrí a alcanzar un par de botiquines.

Phoenix y yo movimos a Lemus y le entregué uno de los botiquines para que se atendiera él mismo.

Fuimos donde Johnson para inspeccionar la herida. Parecía muy profunda, casi le había atravesado el cuerpo. La verdad ninguno de nosotros sabía si era seguro retirar el cristal.

Johnson estaba consciente, vernos le dio algo de ánimo, la base nos había abandonado pero nos teníamos los unos a los otros y quizá con eso bastaba.

Decidimos intentar cortar el trozo de cristal que lo mantenía unido a la patrulla, para poder llevarlo a La Catedral y que los médicos se encargaran de retirárselo una vez allá. Phoenix parecía muy afectado, así que le dije que vigilara mientras yo me encargaba.

No sabía qué hacer, probé con el láser de mi arma pero el cristal no se desprendió por completo, Johnson gemía de dolor. Terminé de romper la pieza con mis propias manos. Aquel material era mucho más complejo de lo que había anticipado, tuve que hacer mucha fuerza para romperlo, destrozé mis guantes en el proceso, pero al fin logré arrancar la parte que faltaba. Johnson no paraba de gritar. Entonces Phoenix se acercó y le cubrió la boca con la mano.

Al principio no entendí, pero luego el novato apuntó al horizonte con su dedo y me hizo señales para que callara.

Allí iba el mono, montado en su motocicleta prehistórica, con el cadáver de su camarada amarrado a su cuerpo. Pasó a varios metros de distancia sin prestarnos atención. Cuando se alejó lo suficiente Phoenix apartó su mano de la boca de Johnson, pero él ya no se movía. La sangre me ardió como nunca antes, no sabía si se había desmayado por el dolor o si estaba muerto, solamente recuerdo que corrí hacía mi patrulla y lo próximo que supe fue que iba detrás del mono a toda velocidad.

Él llevaba bastante ventaja pero no me importó, comencé a disparar apenas lo tuve delante de mí. Nuestros vehículos saltaban sobre las rocas y los montículos del desierto haciendo difícil acertar algún tiro, aun así, ambos disparábamos sin parar.

En cuestión de minutos La Catedral quedó atrás, lejos, más lejos que nunca. La comunicación con el centro de mando comenzó a interrumpirse, pero yo no quería parar, sentía que debía enderezar lo que había torcido.

―Ada regresa ―suplicó por el parlante una voz conocida― no vale la pena, los atraparemos luego.

Era Peter, alguien le había informado de la situación y en ese momento estaba en el centro de mando presenciando mi misión suicida.

―Regresa, ya van por ustedes ―insistió.

La imagen de Peter que iba y venía en medio de la estática me distrajo y cuando subí la vista, descubrí que me dirigía a un pequeño despeñadero. Traté de frenar pero estaba demasiado cerca. Cuando mi vehículo finalmente se detuvo, quedó con una parte suspendida en el aire.

Permanecí quieta, sabía que el más ligero movimiento podía romper el frágil equilibrio que evitaba que mi patrulla se desplomara. Lentamente abrí la puerta, conté hasta tres y me lancé afuera.

Mi vehículo se inclinó con tal brusquedad que cayó por la pendiente y aterrizó unos metros abajo con la burbuja destrozada.

El mono seguía avanzando hacía la noche que caía sobre el horizonte.

Como pude, bajé hasta donde había caído mi patrulla. Estaba encendida aún, se escuchaba el sonido del motor todavía andando. Las pantallas eran otra historia, no funcionaba ninguna y tampoco tenía sonido, mis guantes estaban rotos y había olvidado volver a ponerme el casco, estaba incomunicada. Traté de contactar con la base, con Peter, con quien fuera, pero en el fondo sabía que no lo conseguiría, había ido demasiado lejos, literalmente.

Casi por inercia intenté poner el apaleado vehículo en marcha y para mi sorpresa aún se movía, comencé a avanzar buscando un lugar para subir de vuelta a la colonia, pero en ese breve instante toda la culpa, el dolor, la frustración, las pérdidas, las tragedias de mi vida, me invadieron de golpe y no pude más, la poca voluntad que tenía me abandonó por completo y deseé morir para ya no seguir soportando.

Me di la vuelta y conduje a toda velocidad, no en dirección del termitero, sino siguiendo el rastro de aquella bestia que había colmado la copa de mis desgracias.

Ada y EvanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora