Capítulo 7

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DORIEN MILLER

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DORIEN MILLER.

—... y me siento complacido de que nos acompañen esta noche.

Papá finaliza las palabras de agradecimiento con su característica sonrisa de tranquilidad. La comida ya se encontraba servida y esta demás mencionar que se ve —y huele— increíble.

Dejo ir la mirada por la mesa, papá intercambia unas palabras con Elberth, mientras que Esme conversa complacida con la Sr. Thomas. Cuando estoy a punto de llevar la mirada a otro objetivo, Elberth me habla:

—Entonces, Dorien...— toma un sorbo de vino— ¿Cómo están las cosas en Nueva York?. Escuche que te encuentras ejerciendo de forma administrativa.

—Si, aún estoy nuevo, pero no me quejo. Me gusta lo que estoy haciendo.

El Sr. Thomas mira a mi padre con una pequeña sonrisa.

—Te dije que lo lograría.

—Jamás dude de mi hijo, Elberth.— concede mi padre y me mira con orgullo.

Es bueno que nuestra relación siempre estuviera por el buen camino. Después del descenso de mamá, me propuse a hacerlo feliz, a ser un buen hijo y que se llenara de orgullo al verme. Nunca me presionó a escoger una carrera que no quisiera y a pesar de la depresión con la cual vivió, se encargó de darme todo el amor que podía dar, sin importar cuán roto se encontrará. Amo a mi padre y no me siento menos hombre al demostrarlo.

—¿Y que dice la pequeña, Rey?

El castaño ahora dirige su atención a la chica frente a mi, y es extraño sentir esto como una oportunidad para verla sin descaro. Esta mañana al subir las escaleras fue inevitable no soltar un quejido al escuchar su escándalo, realmente me planteé tocar a su puerta y preguntarle si lo hacía a propósito, pero no lo hice. Es sólo una adolescente y eso es casi que normal.

Ella esbozó una pequeña sonrisa que irradiaba un aura angelical, pero también te invitaba a pensar que tenía maldad oculta.

—Tengo mucho que decir —lo mira con tranquilidad perturbadora, desafío y con reto en las pupilas—, pero no creo que sea adecuado para la ocasión.

Pone la frente en alto y lleva copa de vino tinto a sus labios en movimientos lentos, y un poco... seductores. Elberth ríe sonoramente y eso hace que aparte mis ojos de ella.

—No me dejo de sorprender con esta chica —la mira con diversión y la señala con su copa—. Llegarás lejos, pequeña.

En respuesta, Rey finge una sonrisa y se dedica a continuar con su plato.

Un sonido teléfonico hace acto de presencia y todos miramos a la dirección de donde viene.

—Lo.. lo sien—to. —El hijo de Elberth se levanta rápidamente y nos da una mirada apenada. A su padre parece molestarle, pero lo deja pasar.

—Cosas de chicos, ya saben —su madre lo disculpa y mira atenta hacia la dirección por donde se alejó su hijo.

—Yo necesito ir al baño. Si me disculpan...

Rey se retira de la mesa y sólo quedamos cinco.

—Oh, Dorien. Escuche lo de tu compromiso. ¡Felicidades!

La esposa de Elberth me da la hora buena por la noticia y eso desencadena una conversación al respecto. Todos preguntan por Michelle y les informó sobre su viaje a Italia. Últimamente no hemos hablado, de vez en cuando me envía fotos y me dice lo bien que la esta pasando. Nunca he sufrido del mal de los celos o el apego innecesario, así que sólo espero que disfruté su estadía.

—Aún es muy recién y realmente, no estamos apurados. —comentó— Siento que debemos disfrutar el compromiso para que los preparativos sea menos caóticos.

—El compromiso es una etapa muy importante. Ese tiempo sirve para pensar y meditar las futuras decisiones que se están por tomar. El matrimonio no se toma a la ligera y a veces las cosas no son lo que parece.

»pero sé que eres un buen hijo y eso habla muy bien de ti. Lo harás bien, Dorien.

—Agradezco tus consejos, Brenda —le doy un asentamiento complacido—. También hemos planteado la posibilidad de hacerla aquí.

—Harás que tu padre bote la casa por la ventana, muchacho.

Elberth palmea mi hombro y todos reímos por su entusiasmo. Seguimos conversando sobre la boda un rato más y al cabo de unos minutos, Elvis y Rey aparecen hablando muy a gusto sobre algo. Inconscientemente eso me hace fruncir el ceño.

Pensé que no le caía bien.

Y no sólo eso, Rey toma asiento al lado del muchacho y ríen de lo que sea que estén hablando. La cara de Elberth no pasa desapercibida y se nota lo complacido que esta. Este hombre realmente quiere que entre ellos surja algo.

La cena culmina y nos despedimos con la promesa de volverlo hacer. Esmeralda ayuda a organizar la cocina mientras papá se dirige a su despacho. Les dio las buenas noches y voy cuesta arriba a las escaleras. Rey se encuentra mirando algo en su móvil frente a la puerta de su habitación.

Camino a mi puerta y cuando estoy a punto, pienso en que debo hacer algo para romper este aura incómodo entre nosotros. Me giró hacia ella y hablo al fin:

—Oye, se que no te caigo muy bien que digamos —miró distraído hacia todo lado—, pero ¿sabes? Estaré un tiempo por aquí y me gustará al menos llevar la fiesta en paz ¿qué dices?

Le extiendo la mano y dirijo mi atención de nuevo hacia ella. Rey voltea con el entrecejo fruncido y mira mi mano extendida. Saca un pequeño auricular blanco de su oreja.

—Disculpa ¿dijiste algo?

Puedo sentir la vergüenza recogerme el cuello y las mejillas. ¡La chica ni siquiera me estaba escuchando!

Trago grueso y guardo mi mano con disimulo en el bolsillo de mi pantalón. Esto me resulta vergonzoso y más incómodo de lo normal. Aclaro mi garganta y me dispongo a hablar, sólo que no digo lo que realmente quería decir.

—Sólo quería decirte buenas noches— la miró con un semblante más serio que oculte lo estúpido que me siento.— Y que espero que escuches la música un poco más bajo, estoy realmente cansado.

Froto mis ojos con el dedo índice y el pulgar. Rey me mira con unos pocos segundos y sólo asiente en respuesta. Pasado el momento, me giró y tomó el pomo de mi puerta.

—Buenas noches, Dorien.

Le escucho decir a mis espaldas y la veo por encima de mi hombro para asentir y verla entrar a su habitación. Entró a la mía y me quedo unos segundos parado en medio del amplio lugar. Recorro todo y una sonrisa melancólica se dibuja en mi rostro. Tomó la fotografía que ahora descansa en mi mesa de noche y la acarició con añoranza.

—Realmente te extraño, mamá— susurro.

La vuelvo a dejar en su lugar y enciendo el móvil. Tengo mensajes de algunos colegas saludando. De Mayben siendo Mayben, pero ninguno de Michelle. Que raro. Le escribo uno corto para saber si esta bien y al cabo de unos minutos mientras me doy una ducha, al salir veo que no hay respuesta.

—Quizá no tenga señal— me digo a mi mismo y lo dejó en la mesa.

Me dispongo a dormir y noto que la música de mi vecina hoy no se encuentra tan alta, apenas es audible. Y eso me hace sonreír.

Gracias, Rey.

***
 
¡Cuidado con esos
pensamientos, Dorien!

😏



Por siempre, Rey Donde viven las historias. Descúbrelo ahora