CAPÍTULO DIECIOCHO.

9 5 2
                                    

Entre tantas ideas y teorías que se me habían cruzado por la cabeza en estas ultimas semanas, lo que me acababa de enterar, era lo ultimo que me esperaba. Me aparté un poco de él aturdida.

— Quieres decir que tu... ¿eres el dueño de todo esto? — gesticulé con mis manos hacia el interior.

— Si.

— ¿De todo? — volví a preguntar. Asintió levemente y yo lo miré confusa. El estaba demasiado tranquilo midiendo mi reacción.

Un carcajada brotó de lo mas profundo de mi garganta.

— ¿Qué es lo que te causa gracia? — indagó visiblemente confuso. Su seño estaba fruncido y sus ojos calculadores iban y venían por mi rostro.

— Ya. No te creo. — admití firme. — Es imposible. — agregué en un susurro casi imperceptible.

— ¿Qué es lo que te resulta imposible? — preguntó acercándose nuevamente a mi. Quedamos uno frente a otro. Mi piel se erizó en cuanto Jayden me tomó suavemente del codo. — ¿El hecho de que no lo hayas descubierto o que sea dueño de todo esto? — enarcó una ceja esperando mi respuesta.

A pesar de que parecía algo imposible de creer, sabia que me estaba diciendo la pura verdad.
La intriga comenzó a crecer en mi.

— ¿Cómo es que eres dueño? — estaba genuinamente interesada.

— No es el lugar adecuado para hablar sobre esto — sus labios se fruncieron en una fina linea mientras observaba a unos hombres que habían salido a la terraza y nos dedicaban miradas curiosas. — Vamos a mi oficina.

— ¿Tienes una oficina? — mi sombro lo hizo reír.

— Por supuesto que tengo una oficina. Soy el puto jefe Giorgia. Tengo todo lo que quiero. — Sus ojos brillaron de puro entusiasmo. — Todo. — remarcó acercándose a mi oído, divertido.

El maldito era consiente del efecto que causaba en mi, de cómo me hacia gemir casi imperceptiblemente cada vez que se acercaba y me susurra algo, o de la forma en que mi cuerpo respondía a cada contacto de su piel contra la mía.

Una ligera media sonrisa apareció en su rostro.

Jayden caminaba a mi lado con una de sus grandes manos sobre mi espalda baja. Muchos de los clientes se detenían a mirarnos y se escucharon varios cuchicheos pero solo una mirada, fría y retadora, bastó para que cada cual vuelva a lo suyo.

Me guió entre las mesas abarrotadas a mas no poder y llegamos a un pasillo que estaba a la derecha de la barra, en el cuál no había reparado al llegar. Un guardaespaldas estaba parado custodiando la entrada al mismo.

En cuanto nos vio asintió con su cabeza totalmente rapada y se hizo a un lado.

— Buenas noches Carlo.

— Que tal jefe, señorita. — dijo en forma de saludo al momento en que pasábamos a su lado.

Se me hacia extraño el escuchar llamar a otra persona jefe a Jayden o el notar el respeto que los demás le tenían. Para mi era el idiota de mi compañero de departamento.

Una puerta negra al final del pasillo daba paso a su oficina. Esta era extremadamente lujosa. En el centro había un escritorio de madera negra y a su izquierda un mueble con un mini bar privado a juego hecho del mismo material. Varios artículos lujosos, de los cuales no tenia idea para que servían, estaban apoyados sobre los diferentes muebles.

Las paredes estaban cubiertas por un tapizado morado, exceptuando la pared de la derecha que estaba repleta de cámaras de seguridad de todo el lugar.

Mis tacones hacían un ruido sordo al pisar el suelo de mármol. Me guió hasta la silla frente a su escritorio para luego tomar su lugar del otro lado.

Me tomé mi tiempo para observar detenidamente el despacho, admirando la exquisita decoración hasta llegar al joven sentado frente a mi. Estaba observándome, con una mano encima de la pierna y la otra alrededorde la barbilla y con el largo dedo índice cruzándole los labios, esperando.

— Y bueno ¿Me piensas explicar todo esto? — pregunté apoyando mis manos en su escritorio. Él se sentó recto sobre su cómoda silla y asintió.

— Entenderás que por seguridad no puedo responder a todas tus preguntas Giorgia, pero te voy a dar la chance de hacerme tres preguntas. Elige bien. — respondió al momento en que se paraba para ir por unas bebidas al mini bar.

— Bueno, es obvio la primera ¿No? Quiero saber cómo has conseguido todo esto. — me apoyé el el respaldo de la silla.

— Apuestas.

— ¿Cómo? — pregunté confusa.

— Que lo conseguí mediante apuestas. — respondió de espaldas a mi mientras que servia un poco de agua en unos vasos de cristal. — Siempre me gustó apostar y la verdad es que se me da muy bien. Hace unos años participé de un juego privado y gané el Plasium. — depositó mi vaso en el escritorio y se apoyó en el mismo con sus largas piernas cruzadas, relajado, frente a mi.

— ¿Realmente es a esto a lo que te dedicas? — Jayden no tenía la pinta de ser un hombre de oficina, era un trabajo muy aburrido para alguien como él, pero tampoco lo veía en el papel de dueño de un club, había algo que no me cerraba.

— Entre otras cosas, si. — me contestó evasivo — no vas a conseguir mas información sobre este tema — dijo, adelantándose al momento en que abrí mi boca para preguntarle que otras cosas.

— Última pregunta Giorgia. — aclaró y se llevó su vaso a los labios.

Me distraje momentáneamente con su movimiento, admirando la manera en que su cuello se movía cuando tragaba y en cómo se limpiaba de los labios unas pequeñas gotas de agua con la lengua.

Carraspeé en un intento de centrarme en lo importante.

— ¿Los chicos saben esto? Quiero decir, ¿Saben a qué te dedicas? — esta pregunta me rondaba la cabeza desde que me confesó todo.

— No, nadie sabe. Todos creen que trabajo en la empresa de mi familia con mi padre, pero la verdad es que... no me hablo con el hace tres años, cuando se enteró de todo esto. — hizo una breve pausa — es mejor así, estar en el anonimato me permite tener la vida que tengo sin poner en peligro a la gente que quiero y espero que eso continúe así — concluyó. Me estaba dando una clara advertencia de que debía mantener mi boca cerrada. Asentí levemente.

Me quedé quieta en mi lugar, mirándolo. Tenía millones de preguntas que hacerle, cosas que me moría por saber.

Jayden suspiró sonoramente, acercó su mano a la mía y tiró de esta en un rápido movimiento, poniéndome de pie entre sus piernas. Estábamos tan cerca el uno del otro que pude notar hasta unas pequeñas pecas debajo de su ojo derecho. Su aliento golpeaba suavemente mi mejilla.

— ¿Por qué me has contado todo? — murmuré perdida en sus ojos.

— Por que reconozco el peligro cuando lo veo. — admitió mirándome intensamente.

Sus dedos jugaban con el dobladillo de mi vestido provocándome una lenta y deliciosa agonía.

— ¿Crees que puedo ser peligrosa? — susurré a escasos centímetros de distancia.

Dejó escapar todo el aire de su cuerpo y cerró sus ojos en signo de derrota antes de abrirlos y decirme:

— Se que vas a ser mi jodida perdición, y eso te convierte en el mayor peligro de todos. — Y estampó sus labios en los míos.

-

NOTA DE LA AUTORA

Bueno bueno esta historia se está poniendo!

¿Alguien se imaginaba esto? los leo en los comentarios!

Buen finde readers ❤️

PELIGROSAS ELECCIONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora