Katniss

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Iba a fastidiar todo esto. Lo sentía por todo el camino hasta la médula de mis huesos. Tenía que tocarlo. Tenía que intentar y calmar la forma en que estaba cortándole y haciéndole sangrar. No hubo forma de ocultar que mi vacilación, mi resistencia, hizo que sus ojos se oscurecieran y su boca se apretara. A pesar de su evidente decepción, nunca atacó, no fue grosero, lo que hizo que todo fuera aún más complicado en mi cabeza. Hice lo que sabía que iba a hacer que todo desapareciera por un tiempo, lo besé, empecé a sacarle la ropa y me apreté contra su duro cuerpo. Él estaba rígido y no respondió por medio segundo, pero como siempre cuando nos juntábamos de esta manera, su gran estructura empezó a aflojarse. 

El ver a Royal poniéndose como si fuera su casa en su sofá había hecho que cada preocupación, cada inquietud, cada parte insegura de mí quisiera huir de él y nunca mirar atrás. Todas esas preguntas de por qué él me querría, de cuánto tiempo tardaría en encontrar a alguien sin mis obsesiones, alguien que no estuviera anclada al pasado, con una roca fuera de control que cae por un precipicio en la cabeza. Si no hubiera habido verdadera alegría, real gratitud brillando de sus ojos púrpura cuando vio que era yo la que estaba en la puerta, hubiera huido y no hubiera vuelto a hablar con él. Odiaba que esta cosa con él me hiciera sentir de esa manera, que trajera una debilidad tan ridícula al frente de mi mente. Me hacía sentir como si estuviera atrapada en el tiempo. No podía soportarlo, así que lo rechacé cuando trató de explicarse. Me estaba protegiendo, aislando mi corazón, pero no me imaginaba que mis palabras estuvieran dibujando una línea en la arena, donde él estaba preocupado, y su corazón muy bien podría ser tan frágil como el mío.Cuando él me había dicho que me fuera, caminó hacia la puerta como si estuviera realmente acabando con todo, mi respiración se había aspirado fuera de mis pulmones y mi sangre se me había congelado en las venas. No podía darle todo lo que quería, me dejaba demasiado vulnerable, pero tenía que hacerle ver que esto era tan importante para mí como lo era para él. La única manera en que podía hacerlo sin quedarme atascada en las palabras era con mi cuerpo. Claro, yo lo deseaba y él lo sabía, pero no creo que supiera que era mucho más que eso. Simplemente no podía encontrar una manera de explicárselo todo sin sonar como una chiflada o una niña insegura e inmadura. Hice un ruido de sorpresa cuando él me apretó de nuevo de lleno en la puerta y enredó sus dedos en mi cabello. Sus ojos ardían hacia mí en un sin fín de ríos de color púrpura y azul.

—Esta es una conversación que vamos a tener que terminar en algún momento, Katniss. Puse mis manos bajo el dobladillo de su camisa para que mis palmas pudieran recorrer los espacios y huecos de su caja torácica. Su piel era siempre tan cálida. Él siempre se sentía tan fuerte y vital, tan resistente y seguro. Que me dejara llevar la voz cantante, poner el ritmo cuando estábamos juntos, me hacía sentir como la mujer más poderosa y la más deseable del mundo. Era embriagador. No podía alejarme de ello, incluso si alfinal eso era lo mejor para nosotros.

—Pero puedo esperar, Peeta. —Pasé los labios a través de la base de su garganta y lo sentí tragar. Odiaba que se sintiera como si tuviera que lidiar conmigo y con todos mis problemas antes de todo con lo que estaba luchando con respecto a su padre. Me besó en la sien y luego usó su lengua para trazar el cartílago de mi oreja. Me hizo temblar por todas partes incluso cuando susurró:—No, ahora no. Pero muy pronto. Se apretó aún más plenamente en mí, haciéndome extender las piernas. Dejó caer las manos a la curva redonda de mi culo y me quedé sin aliento cuando él se movió, me levantó, y me instó a envolver mis piernas alrededor de su cintura. Yo era alta y no una niña pequeña. No había mucho de mí que nunca consideraría delicado, pero él era un monstruo en comparación, así que ni siquiera parecía como si se diera cuenta de mi peso cuando él se alejó de la puerta y se dirigió por el pasillo que conducía a su dormitorio. Envolví mis brazos alrededor de sus hombros y sellé mi boca sobre él mientras caminaba. Me encantaba la forma en que el movimiento frotaba nuestros cuerpos. Incluso a través de mi uniforme de trabajo y las capas inferiores, sentía mis pezones duros, sentía su cuerpo responder a través de la gruesa tela de sus jeans. Giré mi lengua alrededor de la suya, girándolas mientras nos chupábamos, besos sin aliento que nos tenían a ambos necesitando separarnos por aire en el momento en que llegó a la habitación. Se inclinó hacia delante y me dejó en el centro de la cama mientras se apartaba y se quitaba la camisa por la cabeza. Ahora, ese era un espectáculo que nunca me cansaría de ver. Los músculos y la piel dorada se extendía tan tensamente sobre ellos que siempre me hacían babear y hacían que mis dedos hormiguearan y picaran por acariciar todo su cuerpo, pero las líneas, las marcas que lo definían, lo adornaban, y hacían que fuera su propia galería de arte andante, era simplemente seductor. La tinta que envolvía y se retorcía por sus brazos era brillante y llamativa, pero era ese dragón, esa otra parte de él, la que siempre quise tocar. Las alas, el fuego, las escamas que cubrían gran parte de su enorme cuerpo... era como si tuviera una segunda piel y solo unos pocos la llegaron a ver en toda su grandeza y yo era una de las afortunadas. Se desabrochó el cinturón y levantó una ceja hacia mí. Me senté y me saqué mi camiseta. La ropa de trabajo del hospital no era lo más favorecedor que una persona podía llevar, pero a él no parecía importarles. Su mirada hizo esa cosa donde se ponía toda negra cuando me quedaba delante de él en la cama en nada más que mi ropa interior. Extendió un solo dedo y lo arrastró hacia abajo al valle entre mis pechos. 

Peeta Mellark (EVERLARK)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora