Voracidad

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La segunda Redención Nacional la escribió María Victoria Cifuentes, por la misma época cuando lo hicieron sus dos hermanos: Joaquín y Roxana, mayor y menor; pero sin que ninguno de ellos supiera de los proyectos similares de los otros y, menos, el nombre común que le darían a sus teorías e hipótesis. Si bien es cierto que María Victoria escribió fundada en sus estudios especializados en Ciencia Política, Comportamiento Humano, Teoría del Conflicto y Sociología Cristiana, no hay que desconocer que también guiaron e influenciaron sus pensamientos y letras, tanto la voz que de niña Gilda Mencino le incrustó en su mente, allá en el albergue, al norte de la capital, así como la perpetua catequesis recibida de su padre putativo el reverendo Alirio Cifuentes.

Fue su abuela Gilda Mencino la que le transfirió la Guarda Nacional, la misma que a su vez ella recibió de niña, a los siete años, por conducto de Zoila, la adivinadora de su infancia, la segunda instancia portadora de la Manda Salvadora Nacional.

María Victoria Cifuentes; quien muchos años después le transfirió la Manda Salvadora Nacional a la quinta y última portadora, la esposa de Rubén Mancipe, el hijo de Flavia Francisca; tuvo, además, otras inusuales y no menos importantes fuentes de información, y así lo referenció en sus escritos. Entre las más significativas están los artículos que Roberto Mancipe Gómez publicó en la revista "Jurisprudencia, Sabiduría y Poder", de la Facultad de Derecho de la misma universidad en donde, a su vez, años después, ella hizo su pregrado. Así mismo, se basó en unos manuscritos, también de Roberto Mancipe, que por mera casualidad encontró abandonados, escondidos, en el desván de su dormitorio universitario, el cual, por traviesa coincidencia de la vida, fue el mismo que tuvo asignado Roberto Mancipe Gómez en su época estudiantil. También contó con el material que el padre Alirio le suministró, es decir: los apuntes de Olegario Arturo Mencino con los que, junto con el mismo padre Alirio, armaron la matriz cabalística de trabajo; la copia de la escritura de El Salado y los dos manuscritos de Bernardo Mencino; es decir, el poema "La Gran Tristeza", de Julio Flórez, el que Bernardo copió para su amante e infante hija, Alcira Mencino; y el memorial que el mismo Bernardo le entregó a su mamá hermana Bermina, Mamá Mina, días antes de ser asesinado, en el cual confesó, no solo sus crímenes y sucias alianzas políticas, sino que describió y proyectó, con desafortunada certeza, el rumbo que, según él, tomaría —y que tomó— la sentenciada sociedad de su hermoso y rico país.

El material Mencino le fue traspasado por el padre Alirio a María Victoria Cifuentes, hija biológica de Olegario Arturo Mencino, ya que Ignacio José Mencino (a quien en primer lugar se los intentó entregar al pensar el padre Alirio que este era el elegido para contrarrestar la Triada Maldita, la Maldición del Tres, una vez muerto su padre Olegario Arturo) no mostró interés en el asunto y los dejó olvidados; es más, nunca volvió a reclamarlos, pese a las reiteradas llamadas que le hizo para lo pertinente. Por tal motivo, el reverendo revisó, una vez más y de manera pormenorizada, el árbol genealógico Mencino y encontró que era ella, María Victoria Cifuentes, una de las encargadas de la Manda Salvadora Nacional. Mas no la última.

Fue, entonces, a partir de sus estudios especializados, fuentes bibliográficas e influencias de Gilda Mencino y del padre Alirio, que María Victoria teorizó sobre lo que llamó: "La Cultura de la Voracidad Social Nacional y el Gran Desapego Patrio". Esto, fundado en el aberrante uso de la inteligencia del ser humano, y en especial, el de aquella, su nación, para depredar sin piedad alguna y menospreciar a sus congéneres, a sí mismo y a su ambiental y rico entorno natural. Degenerativa condición humana que se agrava en la medida que el individuo obtiene más, haciéndose irrefrenable su ansia, cada vez mayor, por desposeer al coterráneo de lo poco o nada que tenga, le quede o llegue a conseguir de nuevo; y a ofertarle, a prodigarle al extranjero, sin reparo alguno, todo cuanto aquel quiera y como lo quiera, a cambio de míseras migajas, en comparación con lo que el foráneo se lleva.

María Victoria escribió las que para ella eran las causas de tal condición y a partir de las mismas propuso su hipótesis de Redención Nacional. Manifestó que el sistema social hacía que los seres humanos asumieran uno de dos roles: el de sumiso, propio de la colectiva mayoría. Este le permite, dijo, al individuo social su subsistencia, así sea precaria, sometida o nada significante, aunque jamás deja su latente naturaleza de sagaz; que es el otro rol, propio del que no está dispuesto a ser sumiso, tenga que hacer lo que tenga que hacer; incluso, aparentarlo ser, mientras él o los otros cambian las condiciones.

Que los nacionales, agregó María Victoria, ahogados en la inmensidad de sus poco conocidos recursos, poseían, todos, esas dos condiciones, acoplándose a la que hubiera que escoger, según las circunstancias de tiempo, modo y lugar; y ello, dadas, tanto por la misma y aleatoria ubicación geográfica tropical, como por la encrisnejada herencia histórica del país que sobre los hombros de los nacionales lastraba, propia de una cultura sui géneris: "La Voracidad Social Nacional y el Gran Desapego Patrio". Lo cual, pese a todo, "es encausable hacía la Redención Nacional, desafortunadamente tras una serie de necesarias y cíclicas vicisitudes que todos afrontaremos"; lo escribió y por tanto predijo, también, María Victoria.

Similar a como lo concibió Joaquín, su hermanomayor, desde la Física, la Astronomía y la Geología, María Victoria fundamentósu Redención Nacional en la construcción de una causa social de reedificaciónnacional entre los damnificados, que lo serían todos los sobrevivientes de lastres primeras vaticinadas vicisitudes nacionales. Posible de hacer con los pingüesrecursos naturales, económicos y sociales, que de aquellas calamidades quedaranexpósitos y disponibles para el uso comunitario y humanístico; los cualestendrían que ser administrados por un Gobierno regido por las leyes de lasolidaridad, la moral y el compromiso patrio, y al servicio exclusivo delinterés general del pueblo. El colectivo social, dijo, era la única herramientaviable para la reconstrucción de la sociedad nacional; que, de lograrlo, comolo preveía, era factible, garantizaría la edificación y la consolidación de lamayor potencia moral y material, hasta entonces desconocida por la humanidad.

La iluminada muerte de Marco Aurelio Mancipe (De mala prosapia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora