VIII.

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Rubius llegaba al lugar establecido por Raquel unos 10 minutos antes de la hora, pues quería impresionarla con su puntualidad y allí, para su sorpresa, ella ya estaba en un banco esperándole.

- ¿Qué haces aquí tan pronto? - Dijo acercándose por detrás, y sobresaltando a la chica.

- Lo mismo digo - Rieron.

- ¿Podríamos ir entrando a la cafetería? Es que tengo alergia al polen - Rubius no quería ser reconocido en frente de Raquel, y mucho menos fotografiado.

- Claro. Si quieres te doy una pastilla para eso.

- No, no hace falta, en cuanto entremos al local se me pasa - Empezó a caminar rápidamente al ver que un grupo de gente se le acercaba.

- ¿Qué te pasa? ¿Por qué corres? - Dijo Raquel intentando alcanzarlo.

- Nada, es que tengo hambre - La cogió de la mano para que no se quedara atrás.

Unos minutos después, llegaron sonrojados y se sentaron en las mesas más alejadas, al fondo de la cafetería. Rubius se quedó embelesado con la belleza de la chica mientras ella le contaba cosas sobre su vida. Raquel tenía 27 años, era modelo de Instagram, y sus padres eran dueños de una cadena de restaurantes famosa en España y Francia. Además, vivía en las afueras de Madrid, en una casa bastante espaciosa comprada con el dinero de sus padres. Mientras hablaban, Rubius recibió una llamada a la que no prestó atención.

- ¿Quién es Nieves? - Mostró interés.

- Nadie - Intentó quitarle importancia - Un amigo.

- Pues parece que tu amigo es un poco pesado - Dijo señalando al móvil mientras llegaban varios mensajes.

- Ya le escribiré luego.

Al terminar la merienda, Raquel se mostró muy interesada en ir a su casa acompañada de Rubén. Él intentó negarse unas cuantas veces, pero ante la insistencia de la rubia, accedió a llevarla en su coche. El camino fue silencioso hasta que llegaron a su casa.

- ¿Quieres entrar? - Rubius la miró confundido ante esa proposición.

- Yo, eh... No, gracias - Raquel le tocó delicadamente la mejilla y le dio un cálido beso.

- Como quieras. Nos vemos pronto - Le dijo con una sonrisa y se dispuso a bajar del coche. Rubius se quedó sentado un par de minutos anonadado y sonrojado.

Al llegar a casa lo primero que hizo fue ver los mensajes de Vegetta y llamarle.

- Hola, Veg, ¿Qué pasaba? - Hubo un corto silencio.

- Nada. Quería hablar contigo un rato y como no me respondías pues me he preocupado. ¿Qué andabas haciendo?

- Había quedado con Raquel - Oyó a Vegetta suspirar.

- Macho, no podías tomarte un segundo para responderme a los mensajes - Se notaba a leguas la molestia en la voz de Vegetta.

- Tranquilo, Vegettita, no es para tanto.

- Qué es más importante, ¿Una persona que acabas de conocer o... - Rubius no le dejó continuar.

- Samuel, estás siendo un poco cruel ¿No crees?

- Es que no sabes ni las intenciones que tiene. Pero bueno, no pasa nada. Mañana hablamos, Doblas - Colgó sin siquiera dejar a Rubius despedirse.

El noruego no le quiso dar importancia a la reacción de Vegetta, pero era prácticamente imposible. Su molestia era obvia, pero no lo entendía. Claro que rápidamente, sus pensamientos se pasaron a Raquel; Le interesaba, pero por alguna razón no dejaba de compararla con Vegetta. Ella tenía una sonrisa preciosa, pero la de Vegetta era la más sincera que había visto en su vida. Ella era muy impulsiva, mientras que Vegetta era más tranquilo y pensaba mejor lo que hacía. Ella era la que siempre hablaba, y Vegetta era el que siempre escuchaba. Cada cosa nueva que se le ocurría de Raquel, era obstruida por algo mejor sobre Vegetta.

- Sempiterno - Rubegetta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora