Capítulo 1

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Los pájaros piaban sonoros logrando acallar los murmullos de los pueblerinos. Murmuraban por mí, y yo lo sabía, pero en ese momento estaba jugando a un juego, el juego de no me importa tu opinión.

El diablo en persona. La pobre huerfanita, aunque verdaderamente tenía un padre y el hecho de no tener madre no me calificaba exactamente como tal. ¿Te has fijado en sus ojos? Solo puede significar una cosa: problemas. Y estaban en lo cierto, la mayoría de las veces. Mis ojos brillaban curiosos en busca de algo en lo que pasar el día. Miré el cielo gris, y suspiré en derrota. Este día iba ser como cualquier otro. El viento azotando feroz los árboles, el ambiente casi irrespirable de la contaminación, noticias sobre lo mal que iba nuestro destrozado mundo...Y tal vez, más personas que eran transportadas a lugares desconocidos y que prometían mejorar lo inmejorable.

Paseé nuevamente mi vista por aquel desamparado pueblo. El vestido gris que llevaba hasta más debajo de las rodillas a veces se enrollaba con mis piernas y trastabillaba provocando que recogiera un poco los pliegues grises.

Hoy iba a hacer una broma, lo había decidido, y cuando después vi a mi gran compañero de travesuras caminando despreocupadamente por el camino por el que yo iba, pero en sentido contrario, encontrándomelo de cara y con su gorra de lado, supe que mis esperanzas porque el día fuera aburrido habían quedado enterradas en un profundo hueco de mi mente.

–¡Eh, idiota! –grité agitando la mano alegremente.

El idiota me vio y rio ante aquel extraño saludo que había normalizado y que provocaba que la gente adoptara una expresión horrorizada al escucharlo. Aquel pueblo probablemente era demasiado conservador.

–¿Sabes qué rubia? ¡Tengo ganas de causar problemas! –habló sonriendo para después encontrarnos en mitad del camino.

Estos pequeños momentos eran la definición perfecta de felicidad. Lo que se puede obtener de felicidad dentro de la oscuridad, y ambos lo sabíamos.

–La señora Andrews va pidiendo guerra desde hace ya meses, era cuestión de tiempo tenerle que hacer algo. –rio mi amigo. –¿Qué dices?

–¡Eres una sucia bruja! Ya va siendo hora de que aprendas buenos modales.

–Perdón, no era mi intención romperle la ventana, la pelota...

–¡Basta de tonterías niña! Trabajarás para mí hasta que puedas recompensar el pago de la ventana, pero antes...–dijo señalando una cuchara de madera–tendrás que pensártelo dos veces antes de hacer cualquier estupidez cerca de mi casa. –¿Dónde está tu padre? Quiero hablar con él.

–Está trabajando en el campo. –murmuré mientras pequeñas lágrimas escapaban de mis ojos. –¡Por favor no le diga nada!

–¿No debes estar en la escuela niña? A tu padre tendrían que haberle enseñado a cómo lidiar con sus propios problemas, sino que nunca te hubiera criado, más vale haber acabado con el problema y haberte abandonado, seguro que tendrías una mejor vida y ya lo creo. Tampoco hay mucho a lo que puedas aspirar.

–¡No tiene el derecho a hablarme así! ¿Sabe usted por lo que hemos tenido que pasar? –sollocé mirándola a aquellos ojos que no mostraban ni una pizca de emoción.

Agarró la cuchara firmemente con aquellas huesudas manos. Mis ojos se abrieron a más no poder por el horror. Y después, dolor, mucho, y repetidas veces.

–Eso te enseñará a no replicar cuando sabes que no tienes la razón.

–No sé si quiero volver a verla. –suspiré derrotada.

–Ey, nada de lo que pasó fue culpa tuya. –dijo James mirándome con una sonrisa comprensiva.

–Fue muy extraño James. Lancé la pelota y luego...luego se quedó suspendida por varios segundos en el aire, después chocó contra la ventana de la señora Andrews.

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