El caos nos invadió en tan solo unos segundos, segundos que parecieron interminables. Desde la llegada del mago negro, la situación había tomado un rumbo diferente. Cada respiro de nuestros cuerpos era una clara señal de que nos manteníamos con vida, luchando en la oscuridad.
El hombre no parecía tener intención de atacarnos, en cambio. Permanecía sobre el cadáver del oso, expectante, calmado. A la espera de que uno solo de nuestros movimientos fallara.
La bestia en el suelo, lentamente se incorporó al sentir a sus hermanas llamándola. Su cuerpo se tornó de aquel líquido negro, extendiéndose por su sangre y su piel rasgada. Regenerando sus heridas y levantándola nuevamente hacia nosotros. Enojada y hambrienta.
Mi mano temblaba incontrolable, aferrada únicamente al filo de Solaris. La espada me infundia valor, me recordaba las duras misiones de mis antepasados. Pero en aquel momento, requería más que historias para sobrevivir.
Zane me tomo del brazo, empujandome tras el. A pesar de su herencia que lo hacía resistente a las espadas y filosos dientes de las bestias, era obvio que estaba aterrado, que temía por su vida. Aún así, estaba de pie, protegiendonos, siendo nuestro escudo. Por qué temía aún más por nuestro destino.
El chico temblaba, mientras sostenía su espada con ambas manos. Estaba listo, listo para enfrentarse a la muerte. Odiaba a los héroes, odiaba que Zane me recordara a Arqeus. A sus actos de valor, me recordaban mis fallas. No podía dejar que sucediera de nuevo, no podía perder a nadie más.
Una flecha me distrajo de mis pensamientos, con un zumbido veloz. El potente proyectil voló por mi lado derecho, rápido y mortal. Estrellándose en uno de los ojos de las bestias. Haciéndola gritar, caer al suelo nuevamente.
Me gire hacia Guila, quien tensaba su arco al instante. Si estaba asustada, no había forma de saberlo. Su cuerpo estaba rígido y sus ojos en constante movimiento. Observando la situación, analizandola. Solo Guila podría mantener la calma en este momento. Mientras Su cuerpo lanzaba flechas continuas, su mente disparaba ideas. Buscando una solución a nuestro problema.
Guila siempre fue tenaz, la más lista entre los herederos. Era alguien que no sucumbia al pánico, ni a la muerte. Era obstinada como nadie, no se rendía, su mente siempre encontraba la manera de hacernos sobrevivir.
Zane y yo, lo sabíamos. Dentro de nosotros, dentro nuestros corazones compartidos. Guila encontraría una salida, solo necesitaba tiempo. Con ello en mente e infundidos del valor de la chica, nos levantamos. Levantamos nuestras armas contra los nocturnas. Listos para recibir sus ataques, sus garras mortales.
Los nocturnas parecían inquietos, sacudían sus largas y viscosas lenguas hacia nosotros. Saboreando nuestra carne en sus mentes, por sus movimientos, podía deducir que no eran del tipo racional. Eso nos daba una oportunidad, pero no los hacia menos peligrosos.
Aún con un compañero herido, el nocturnas de la izquierda, empezó a moverse. A caminar a nuestro alrededor, observando nuestro miedo, calculando a su presa. Me gire hacia el, mientras Zane permanecía observando a los dos monstruos restantes.
Trate de calmarme, despejando mi mente. Pensando en nuestras oportunidades. Ahora mismo, solo teníamos dos opciones; Escapar o luchar.
Las minas tenían diferentes caminos, y salidas por los túneles. Podríamos correr hasta llegar a la luz, a un terreno seguro. Pero eso significaría fallar nuestra misión, alertar en vano al enemigo.
Aún había muchas cosas que quería saber de Veres, a que se refería con que debía cuidarme de las omisiones de mi padre, por qué su rostro se ensombrecia con la mención de su nombre. Por qué fingió su muerte. Miles de preguntas se arrimolinaban en mi cabeza, enredándose como serpientes. Si quería conocer las respuestas, debía vencer al mago negro.
La primera bestia en atacarnos, salto con una velocidad inhumana. Acercándose a nosotros, directamente hacia Guila, como si supiera quien era el miembro más peligroso.
La chica reaccionó rápido, saltando hacia la entrada de la caverna. Cayendo sobre sus rodillas y tensando su arco, no disparaba, solo mantenía sus dedos firmes sobre la cuerda. <<No era el momento de desperdiciar disparos>> pensé mientras me incorporaba a su lado.
- ¿Alguna idea princesa?. - Alegó Zane, corriendo hacia nosotros. Incluso con sus palabras joviales, su voz denotaba angustia.
- No muchas. - Respondió la chica levantando su arco contra el mago negro, su mirada lucía concentrada y decidida. - Los nocturnas no morirán, no bajo la sombra. Además son criaturas solitarias y territoriales, me sorprende que estén trabajando en conjunto. - Añadió Guila, disparando una flecha hacia el hombre de sombras.
El hombre no parecía asustado de ver el mortal proyectil, permaneció sentado. Aplaudiendo como si de un espectáculo se tratase, una de las bestias corrió veloz entre sus hermanas. Rápida y decidida, se interpuso entre la flecha y el hombre de sombras.
- Espero ese no sea todo tu plan maestro. - Insistí, corriendo hacia el nocturnas más cercano con Solaris en mis manos. Levante mi espada y le perfore en cráneo, presionando con fuerza al sentir la represalia de su carne.
El nocturnas aulló de dolor y desesperación. Pero no se detuvo, aún con una espada en su cabeza el nocturnas estiró sus largos brazos hacia mi, atrapandome en un agarre despiadado. Levante mi pierna y la puse entre su pecho, ejerciendo la presión suficiente para que el dolor de mi espada en su cabeza lo obligará a soltarme.
Respondiendo a mí ataque, el nocturnas libero mi cuerpo. Saltando hacia atrás, dejando una línea de sangre negra por el suelo.
Sentí el agarré de Zane a mí espalda, tomándome del cuello de mi camisa y arrastrándome tras el. Me lanzo una mirada furtiva, en sus ojos podía ver la frustración y en mi corazón podía escuchar las palabras que jamás me diría. << Eres un idiota. >>
- Tú lo eres. - Respondí, tomando mi lugar a su lado. - No debes protegerme, NO SOY UN PRINCIPE! - le grité sin notarlo.
Zane Lucio aturdido por un segundo, consternado por mis palabras. Esta era una conversación que habíamos evitado por años. Una riña que nunca tuvo una apertura. <<No hay mejor momento que el ahora. >> Diría Arqeus. Ambos eran unos idiotas.
El segundo nocturnas se acercó a nosotros, lanzando un potente alarido antes de correr sobre sus pezuñas. Saltando hacia Zane. Enojado, corrí hacia el y lo empujé lejos de la bestia. Levantando mi espada y cortando el brazo derecho del nocturnas.
Zane rodo por el suelo, incorporándose de golpe y corriendo hacia el nocturnas, usando su espada para enviarlo lejos de nosotros.
<< Que mierda te pasa. >> de nuevo su voz en mi corazón.- Que te pasa a ti, no lo pienses, dímelo! - insistí, corrí hacia el y lo tome del cuello de su camisa, levantando su cuerpo. Zane era más alto y fuerte, aún así se encogía ante mi enojo. <<No lo hagas, mírame, respóndeme. >> Zane giro su rostro lejos de mi mirada, negándose a enfrentarme.
- CUIDADO! - El grito de Guila nos obligo a separarnos.
Los nocturnas se recuperaban más rápido de lo normal, también eran más fuertes y coordinados. Guila corrió entre nosotros, saltando hacia el nocturnas en el suelo. Esquivo el primer golpe de la bestia, rodando por sobre la tierra. Dejando que su cabello negro volará tras ella. La chica salto nuevamente, esquivando un nuevo ataque, tomó una de las flechas atorada en la piel de la bestia y la retiro de su carne, liberando un potente chorro de sangre que casi le golpeó el rostro.