36. ARTUR

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El caos nos invadió en tan solo unos segundos, segundos que parecieron interminables. Desde la llegada del mago negro, la situación había tomado un rumbo diferente. Cada respiro de nuestros cuerpos era una clara señal de que nos manteníamos con vida, luchando en la oscuridad.

El hombre no parecía tener intención de atacarnos, en cambio. Permanecía sobre el cadáver del oso, expectante, calmado. A la espera de que uno solo de nuestros movimientos fallara.

La bestia en el suelo, lentamente se incorporó al sentir a sus hermanas llamándola. Su cuerpo se tornó de aquel líquido negro, extendiéndose por su sangre y su piel rasgada. Regenerando sus heridas y levantándola nuevamente hacia nosotros. Enojada y hambrienta.

Mi mano temblaba incontrolable, aferrada únicamente al filo de Solaris. La espada me infundia valor, me recordaba las duras misiones de mis antepasados. Pero en aquel momento, requería más que historias para sobrevivir.

Zane me tomo del brazo, empujandome tras el. A pesar de su herencia que lo hacía resistente a las espadas y filosos dientes de las bestias, era obvio que estaba aterrado, que temía por su vida. Aún así, estaba de pie, protegiendonos, siendo nuestro escudo. Por qué temía aún más por nuestro destino.

El chico temblaba, mientras sostenía su espada con ambas manos. Estaba listo, listo para enfrentarse a la muerte. Odiaba a los héroes, odiaba que Zane me recordara a Arqeus. A sus actos de valor, me recordaban mis fallas. No podía dejar que sucediera de nuevo, no podía perder a nadie más.

Una flecha me distrajo de mis pensamientos, con un zumbido veloz. El potente proyectil voló por mi lado derecho, rápido y mortal. Estrellándose en uno de los ojos de las bestias. Haciéndola gritar, caer al suelo nuevamente.

Me gire hacia Guila, quien tensaba su arco al instante. Si estaba asustada, no había forma de saberlo. Su cuerpo estaba rígido y sus ojos en constante movimiento. Observando la situación, analizandola. Solo Guila podría mantener la calma en este momento. Mientras Su cuerpo lanzaba flechas continuas, su mente disparaba ideas. Buscando una solución a nuestro problema.

Guila siempre fue tenaz, la más lista entre los herederos. Era alguien que no sucumbia al pánico, ni a la muerte. Era obstinada como nadie, no se rendía, su mente siempre encontraba la manera de hacernos sobrevivir.

Zane y yo, lo sabíamos. Dentro de nosotros, dentro nuestros corazones compartidos. Guila encontraría una salida, solo necesitaba tiempo. Con ello en mente e infundidos del valor de la chica, nos levantamos. Levantamos nuestras armas contra los nocturnas. Listos para recibir sus ataques, sus garras mortales.

Los nocturnas parecían inquietos, sacudían sus largas y viscosas lenguas hacia nosotros. Saboreando nuestra carne en sus mentes, por sus movimientos, podía deducir que no eran del tipo racional. Eso nos daba una oportunidad, pero no los hacia menos peligrosos.

Aún con un compañero herido, el nocturnas de la izquierda, empezó a moverse. A caminar a nuestro alrededor, observando nuestro miedo, calculando a su presa. Me gire hacia el, mientras Zane permanecía observando a los dos monstruos restantes.

Trate de calmarme, despejando mi mente. Pensando en nuestras oportunidades. Ahora mismo, solo teníamos dos opciones; Escapar o luchar.

Las minas tenían diferentes caminos, y salidas por los túneles. Podríamos correr hasta llegar a la luz, a un terreno seguro. Pero eso significaría fallar nuestra misión, alertar en vano al enemigo.

Aún había muchas cosas que quería saber de Veres, a que se refería con que debía cuidarme de las omisiones de mi padre, por qué su rostro se ensombrecia con la mención de su nombre. Por qué fingió su muerte. Miles de preguntas se arrimolinaban en mi cabeza, enredándose como serpientes. Si quería conocer las respuestas, debía vencer al mago negro.

Hérederos: Dorado Ardulian.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora