22. Arschloch

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Capítulo veintodos.

Arschloch.

Dolor.

En estos momentos no puedo ni siquiera sentarme por el intenso dolor que tengo en la parte de atrás de los muslos.

Ayer fuimos al lago y después de nadar un rato me quedé dormida tomando sol y me quemé todas las piernas, ojalá pudiera broncearme, pero no, quedé más roja que un tomate y duele demasiado.

Me lanzo sobre mi cama de frente mientras reviso mi teléfono, viendo videos gracioso de caídas y gente haciendo nada con filtros graciosos. Soy feliz con tan poco.

Por el pasillo se oyen las patitas de Mantecoso y lo siguiente que siento es la cabeza del perro sobre mi espalda. Genial, ahora estoy atrapada porque para moverlo se necesita una grúa.

— ¿Y si cambiamos de cuerpo por una semana? — Me giro, soportando el dolor y la cabeza de Mantecoso queda en mi abdomen, comienzo a acariciar su cabeza.

Cuando Arthur trajo a un pequeño cachorro mi padre casi se infarta, hasta se enojó, por nada del mundo quería perros, aaaa, pero ahora, falta poco para que duerma con él, todos lo amamos y no nos imaginamos una vida sin Mantecoso.

— Traje tu salvación — Gemma entra a mi habitación con unas plantas largas y verdes, junto a un cuchillo.

— ¿Me vas a cortar las piernas?

— No, es áloe vera — Corre a Mantecoso y me hace ponerme contra mi pecho — Sirve para alivianar el dolor.

Una sustancia fría y gelatinosa hace contacto con mi piel, es una sensación asquerosa, pero increíblemente el frío alivia el dolor, al menos un poco.

— ¿Qué es esto? — Toma el viejo ejemplar de Eva Luna de Isabel Allende, uno de mis libros favoritos, que tengo sobre el velador. Pero ella no se refiere al libro, sino al sobre que sobresale de él.

— No es nada — Ella arruga su entrecejo y saca el sobre, lo mira por ambos lados.

— Esto huele a perfume caro, de hombre — Lo acerca a su nariz — Lo he olido en otro lado, ¿Dónde? — Pone cara pensativa y lo único que quiero es que no lo descubra — ¿No es el perfume de el amigo de Dan? Este chico que vino a la cena — hace una pausa pensando su nombre — Christopher, ¿Así se llama?

— Sí, así se llama.

Ella suelta una risita y deja el libro sobre el velador.

— No pensé que fuera tan romántico, si se ve tan serio — No quiero mirarla porque Gemma tiene una habilidad enorme para sacar la verdad — ¿Te declaró su amor por medio de una carta? — Dice burlona.

— No, no sé, no creo— Escondo la cabeza en un cojín y ella acaricia mi cabeza, jugando con mi cabello.

— Abrela, léela y sale de la duda, pequeña— Deposita un beso en mi hombro y sale de la habitación.

— Sólo somos tú y yo, Mantecoso, tú eres mi única compañía — El perro ladea la cabeza y a los instantes se sacude para, acto seguido, salir de la habitación siguiendo a Gemma — Perro traidor.

Sigo revisando Instagram hasta que llego, casualmente (énfasis en casualmente), al perfil de Christopher, ¿Por qué si es tan lindo tiene sólo dos fotografías de él?, la mayoría son libros viejos o paisajes fotografiados por él, supongo.
Abro una fotografía y la miro detalladamente pasando mi dedo por sobre ella.

— ¿Por qué eres tan guapo? — Le digo a la pantalla.

Ay no, ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!

Caos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora