Era irónico, porque a pesar de que estaba consiente de que el tiempo pasaba, aun cuando aquí corriera seis horas atrás y que ya llevaba consigo más de un mes; para mí, el tiempo trascurría demasiado lento, los días se habían vuelto perezosos que de cierta manera le habían quitado el sentido al calendario y a cada hoja que se desprendía de éste.
El dolor no había disminuido para nada; lo que sí, es que yo ya me había acostumbrado a él. Para mí ya se había vuelto común tenerlo enterrado en mi corazón, sintiéndolo removerse como la hoja afilada de una daga. Ya me daba igual.
En noche buena estaba solo, tomándole fotos a los copos de nieve que caían del cielo oscuro, me sentía patético. En año nuevo no fue distinto, la misma sensación de patetismo y fotografías tristes. Me comunicaba por Internet con Ferni, nada más con ella, porque no quería relacionarme con alguna persona que haya cruzado más de una remota conversación con bueno, con él. Según Ferni, las cosas con James iban viento en popa, por fin James había salido del cascarón de la timidez y le había pedido de la manera más hermosa que fuera su pareja. No fueron celos los que sentí, sino, algo más parecido al dolor, a la envidia de saber que ellos podrían ser felices con el otro a quien quieren mientras yo había perdido todo lo que amaba.
Pero aquí seguía, tratando de ser fuerte y no caer. Tratando quizá inútilmente, porque todas las sonrisas que yo daba, no eran alegres y podía sentirlo, pero allí estaba, sonriéndole al mundo; ignorando a los pensamientos que me traían su imagen a mi mente convirtiéndose en recuerdos que me asfixiaban pero que a la vez me hacían respirar.
-¿Qué crees que conseguí?–me dijo Jesse, animado y sonriendo, con esa expresión de adolescente que se asomaba a su rostro cuando algo lo emocionaba.
Mi mente volvió al presente y lo miré esperando a que siguiera hablando.
-¡Vamos a tomar fotografías en la presentación que va a dar James Blunt para la obra de caridad del instituto Vidas!–me sujetó por los hombros pero no me sacudió, como era su costumbre.
-¿Y eso cuándo es?–inquirí, tratando de entusiasmarme.
-¡Para el martes!–y fue allí que me sacudió.
-¿Este martes?–abrí los ojos de par en par, captando en mi visión todo el rostro de Jesse. Hoy era domingo.
-¡Sí! ¿No es genial?–me dijo y me volvió a sacudir.
-Supongo–traté de regalarle una sonrisa.
-Será genial–sonrió-Mañana voy a tu casa para ponernos de acuerdo. Ten una linda noche–me abrazó-Adiós.
-Hasta mañana.
Me giré para caminar hasta mi casa y dormir, intentar tener la “linda noche” que Jesse había dicho, pero lo cierto es que todas mis noches eran aburridas y monótonas y a veces en sueños, me escuchaba nombrarlo.
No era que la oportunidad de un trabajo bien pagado no me entusiasmara, pero ya pocas cosas lo hacían. Era una oportunidad que cualquier otro fotógrafo hubiera deseado, pero Jesse siempre estaba al pendiente de conseguir las mejores oportunidades para los dos. Buena paga y una experiencia maravillosa. Esta vez no era la excepción, se trataba de fotografiar a un artista en plena presentación, al menos así, quizá olvidaría un poco toda mi pasada historia.
El día seis del primer mes hizo su aparición en el calendario, martes. Jesse había quedado de pasar por mí para ir a la presentación de James. Entre miles de suspiros, mis cosas quedaron guardadas para el trabajo. Me asomé por la ventana, el cielo estaba nublado y no tardaría en llover, volví a suspirar; luego miré hacía abajo, la camioneta gris de Jesse estaba estacionándose. Bajé con mi mochila al hombro y salí a su encuentro, subí y aquello me trajo un recuerdo de una tarde en Venecia; pero esta vez, no era a una feria a donde me dirigía, ni tampoco a mi lado, estaba el amor de mi vida.
No tardamos mucho en llegar, la camioneta moderna de Jesse era rápida. Bajamos y al entrar al instituto, nos dieron unos gafetes de identificación. Traté de entusiasmarme, pero mi trabajo ahora me parecía triste.
Vi entrar a la gente y acomodarse emocionada en los lugares que se iban llenando rápidamente de caras felices y rostros sonrientes, distintos al mío. Tomé una foto de aquello, tratando de ponerle un poco de alegría a mí trabajo.
Jesse se perdió entre la gente, seguro fue a tomar fotografías de las afueras del edificio. Vi también cuando iba a dar inicio la presentación, después de las palabras de agradecimiento por asistencia de la persona que había organizado todo esto a causa de beneficencia.
Visualicé a Jesse del otro lado del salón, a la derecha del escenario y me sonrió, le devolví la sonrisa y traté de parecer sincero, pero sabiendo que me era imposible, desvié mi vista de nuevo al escenario, esperando que el artista, diera su presentación.
Cuando salió a la vista de todos, los aplausos y gritos de escucharon provenir de todos lados, haciendo un estruendo ensordecedor. Tomé una foto al público.
Luego giré mi lente hasta James, que con guitarra en mano se sentó en un pequeño banco de madera para comenzar con lo que mejor sabía hacer, cantar. No estaba muy seguro de querer escuchar canciones románticas, habiendo tenido la peor historia de amor de la vida.
Tomé algunas fotografías de él, su cabello largo y quebrado que caía sobre su rostro se movía cada que él hacía un movimiento para echarlo hacía atrás.
Una, dos, tres, cuatro, cinco canciones tocó y cantó. Todas con una guitarra y algunas otras con piano. El primer instrumento me removía el fuero interno. Deseaba que pronto acabara, aquello sólo me hacía traer recuerdos a mi mente y cada recuerdo dolía más que el otro.
-Esta es una nueva canción–dijo, pegando su ya cansada voz al micrófono-Espero que, les guste también–se acomodó en el piano y luego de mirar las teclas, comenzó a tocarlas.
Apunté con mi cámara hacía el, y conseguí una bonita fotografía. Retiré la cámara de mi rostro y luego dirigí la vista a la pantalla que pendía arriba del escenario. Lo que leí hizo que el corazón me dejara de latir por un segundo, fue como si el mundo hubiese parado de rotar, y la gravedad no haya existido por un corto momento.
Aquella pantalla pintaba la escena que yo estaba presenciando en vivo a sólo unos metros de distancia. Pero debajo de las letras que publicaban el nombre de la canción, había un nombre que se destinaba como el autor de aquella letra musical. Un nombre que había estado pronunciando en sueños por varias noches y que mi corazón susurraba en silenciosos latidos.
Louis Tomlinson.
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El manual de lo prohibido |Larry Stylinson|
FanfictionAdaptación a Larry Stylinson. *EN EDICIÓN* Todos los derechos reservados a su autora original ©