8. En Fel

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Angelo (Death Mask) di' Lota Cancri 
Shura Al Giedi 
Afrodita Alrisha 
Shaka Heze
Mu Arietis
Saga/Kanon Polux 
Camus Labelle 
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A menudo me preguntaba si acaso un día llegaría a ser totalmente libre, libre de todo lo que me hacía sentir como una basura, libre de esas voces en mi cabeza que me decían a cada instante lo que me esperaba cada que salía de casa, y mi traicionera mente me decía que nunca podría ser feliz, muy a menudo recordaba a Labelle y sus palabras hirientes y luego, deseaba con todo el corazón nunca haberlo conocido.

Despertaba en su cama como de costumbre, soltó un suspiro y trató, inútilmente de levantarse, su vista se giró encontrando a lado suyo al hombre con el que había pasado la noche anterior, sus orbes se abrieron como platos, recordaba solo estar más que ebrio y pedirle ayuda a un chico bastante guapo, de unos ojos de un tono precioso que fácilmente serian el delirio de cualquiera, con un cabello alborotado de un tono azuloso y esas uñas pintadas de un carmín intenso, despues de atravesar la puerta de su casa, su mente se puso en blanco, esperaba que no hubiese pasado lo que en ese momento imaginaba en su mente.

Con un cuidado magistral logro zafarse de aquel agarre, entro a la ducha casi corriendo y abrió la llave, muy tarde se dio cuenta de las marcas rojizas que adornaban la cara interna de sus piernas y unas cuantas alrededor de su cuello y brazos, enrojeció al instante, nunca en su vida se había sentido tan avergonzado, tragó saliva antes de comenzar a pasar el jabón por encima de su blanquecina piel, salió unos minutos despues encontrando a su acompañante despierto y sentado aun en la cama.

—Lamento los problemas que te cause — dijo Alrisha apenado.

Una sonora carcajada salió de los labios del otro, Afrodita no hizo más que arquear la ceja con una notoria confusión, porque se burlaba de él, ¿acaso había dicho algo malo?, no, nada de eso, más bien, aquel muchacho no pensaba que fuese el mismo chico con el que había pasado un agradable rato.

—Eres justo como él te describió — mencionó — por cierto, anoche no te dije mi nombre, creo que querrás recordarlo, Milo Gliese — sonrió como solo él podía hacerlo.

—Mucho gusto, aunque creo que a estas alturas ya no estamos para formalidades — dijo en un tono un poco serio.

—Por supuesto, creo que tengo que irme — sin más, se levantó y tomo sus ropas.

Aquella sonrisa ladina le decía que algo estaba mal, que tarde o temprano algo entre ellos se quebraría y solo habría pedazos rotos, como las veces anteriores, como siempre, su mirada se cruzó con la de Gliese y sintió muy en el fondo de su ser, algo, una punzada, como si se hubiese enterrado en su piel uno de esos aguijones que poseen las abejas o incluso de esos que poseen los escorpiones, abrió la puerta dispuesto a salir, se detuvo un poco en el marco de la puerta, viendo de reojo el rostro confundido de Alrisha, volvió a sonreír con osadía, tal parecía que disfrutaba de aquella escena y quizá, así era.

—Labelle te manda un saludo — dijo y cerró la puerta.

Cayó de rodillas, como si alguien le hubiese empujado, como si le hubiese caído algo sobre los hombros, como si el mundo entero se le hubiese ido encima, juraría haber escuchado una vez más las palabras de Camus, juraría haber visto de nuevo esa mirada fría y carente de sentimientos, de nuevo se desplomo, aun desnudo se abrazó así mismo, esperando de nuevo que pasara, que ese sentimiento mermara de su piel, que se dispersara con el viento y con el caminar tortuoso de las manecillas del reloj con su calmado "Tic Tac".

No supo cuántas horas paso así, ocultando su rostro lloroso entre sus rodillas, con la esperanza de que el dolor se aburriera de la misma reacción y se fuera, se fuera lo suficientemente lejos como para dejarlo en el mundo que siempre había anhelado, lleno de felicidad, para su desgracia, eso era imposible, ya el dolor se había instalado permanentemente en su piel y no había solución, aquellas plegarias elevadas no habían sido escuchadas pues quizá, el dios a quien había rogado, era el equivocado o quizá no formaba parte de los elegidos.

Resignado volvió a salir, justo cuando el reloj marcaba las 9 de la noche, caminaba por la acera viendo como el viento acariciaba su rostro, pasando de un lado a otro un caramelo sabor cereza, admirando como las estrellas se posaban en el cielo, deseando no sentir, deseando ser de piedra, de mármol o lo que fuese, deseando no llorar, deseando poseer un corazón de acero en lugar del estúpido corazón de cristal que tenía, deseando ser amado por al menos una maldita vez en su desgraciada vida.

Iba absorto de todo, del sonido de los autos que pasaban a su lado, de las personas que pasaban, incluso de un par de ojos que le observaban en la lejanía de una solitaria banca en el parque, unos ojos de un verde profundo, con piel bronceada y rasgos orientales, le miraba como se mira un cristal roto, como se mira a una flor marchita, como se mira a una obra de arte dañada o a una estatua de mármol agrietada: con pena, melancolía y un toque de pena, tan joven que era y tanto dolor que cargaba...

Pasaba serca de aquel que le veía atentamente, poniendo mucha atención en aquel par de ojos celestes que por dentro gritaban en busca de auxilio, en busca de alguien que le rescatara de esa cárcel en la que sin querer se había metido, le tomo del brazo con suavidad y sin previo aviso lo abrazo, Afrodita quedó en Shock, no sabía cómo reaccionar a eso pero... ¿Cuánto tarda un corazón despedazado en sanar?

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Ese Milo es un loquillo, no me lo maten aun.

les dejaré al principio de cada capitulo los nombres y apellidos de los chicos que ya aparecieron y se agregaran los que aparezcan en cada capitulo.

En Fel = Un error

Dan R

Tres Historias, Tres TragediasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora