CAPITULO 2

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Mina observó a Seiya caer desmayado frente a ella, estaba dispuesta a llamar a un médico ya que Seiya se había negado a acudir a un hospital, pero en el fondo sabía que esa reacción por parte del joven debía tener poderosos motivos y prefirió atenderlo ella misma.

Tomando un pequeño botiquín casero, Mina se dispuso a limpiar las heridas y a cubrirlas para evitar alguna infección, y utilizando paños húmedos logró controlar su alta fiebre.

Mientras tanto, en el hospital central se llevaba a cabo una complicada cirugía, el doctor Chiba atendía personalmente la emergencia, estaba dando todo de sí para conservar la vida de la chica hasta que de pronto, el monitor de signos vitales al que había sido conectada comenzó a variar
—Doctor, su frecuencia cardíaca está bajando demasiado— el corazón de la chica se había detenido.

—¡No! ¡Otra vez no!— palabras desconsoladas que emanaron de la boca del doctor. —¡Esta vez no me va a ocurrir lo mismo, te salvaré, te lo prometo. ¡Rápido, traigan el desfibrilador!

Afuera de la sala de operaciones se encontraba el capitán Tomoe para conocer el estado de salud de la joven. De pronto, por la puerta salió el doctor Chiba con un semblante cansado —Dígame doctor ¿cuál es el estado de la chica?

—Sabíamos que la cirugía era complicada, tuvimos que soldar algunos huesos por medio de clavos, remover los restos de cristal y fierros de su cuerpo y lo más difícil, drenar toda la sangre coagulada de su cabeza. En el proceso sufrió un paro cardíaco.

—Vaya, perdimos a la única persona que podía guiarnos a descubrir la verdad, pobre muchacha— asintió con tristeza el capitán de la policía.

—¡No, capitán! Logré estabilizarla, fue difícil pero sigue con vida, ahora solo falta esperar su recuperación, será lenta pero confío en que lo logrará.

—Señor Darien ¿Usted realizó la cirugía?

—Si, ¿Por qué lo pregunta?

—Pues porque desde lo que sucedió hace un año creímos que no volvería a operar.

—Capitán, le confieso que no quería hacerlo, tenía miedo, pero solo había una persona en este hospital capaz de realizar un procedimiento tan complejo, y ese era yo. Cuando se detuvo el corazón de esa muchacha vinieron todos esos recuerdos amargos a mi mente, acepto que el miedo me invadió, pero no me dejé vencer y enfrenté mi más grande temor.

—Me da gusto saberlo doctor. Y por favor, ahora menos que nunca se debe saber que ella está viva. Estuve investigando y el auto accidentado pertenece a Diamante Black, el patriarca de la familia más poderosa del país, muy adinerada, vinculada con situaciones delictivas, aunque hasta hoy no hayamos podido comprobar ninguna. Deberemos esperar a que esa niña reaccione para ver qué tiene que decirnos.

—No se preocupe capitán, así será. La he registrado como Usagi Chiba, así todo el mundo la vilculará con migo. Nadie sabrá quién es.

Del otro lado de la ciudad, después de haber pasado un día totalmente inconsciente Seiya recuperaba el conocimiento en el departamento de su amiga Mina. —Por fin despertaste ¿Cómo te sientes?

—Creo que un poco mejor, aunque me duele todo.

—Y bien ¿Vas a contarme qué fue lo que te sucedió?

—Tuvimos un accidente de auto.

—¿Tuvimos? ¿Tú y quién más?

—Serena y yo.

—¿Y dónde está Serena?

—Supongo que en un hospital. Mina, soy un cobarde, en vez de quedarme a su lado, salí huyendo y la dejé ahí, sola, entre los restos del carro, pensando en mí antes que en ella. ¿Cómo puedo decir que la amo si la abandoné a su suerte? Soy un miserable— de pronto, el noticiero anunciaba la tragedia ocurrida:

"Esta tarde en punto del mediodía ocurrió un fuerte accidente en la avenida principal, un automóvil perteneciente a la familia Black Kou se accidentó quedando como pérdida total. Cómo resultado del percance, su única ocupante identificada como Serena Tsukino perdió la vida debido a las múltiples heridas que presentaba"

La noticia era oficial, y rápidamente recorrió el país entero llegando a Diamante —¡Demonios! Seguramente la policía vendrá a visitarme, querrán saber por qué mi auto estaba en la escena.

—¡No se preocupe jefe!— respondió Rubeus, su más fiel sirviente —como siempre saldrá bien librado, no podrán comprobarle nada.

—Tienes razón, no por nada soy Diamante Black. Ahora lo único que falta es saber el paradero de mi hijo Seiya.

El teléfono comenzó a sonar en la residencia Black, una joven pedía hablar con el heredero Yaten. —Joven, lo llama su prometida.

—Hola Mina ¿Que pasa?

—Hola amor, tenía que hablar contigo, Seiya está aquí en mi departamento.
Estuvo en el accidente del noticiero, llegó muy mal herido, me pidió que no lo atendiera nadie, así que lo recibí y creí que debían saberlo.

—Gracias Mina, hiciste bien en no llamar a nadie. A mi padre le dará gusto saber que mi hermano está bien.

Seiya se encontraba destrozado —Soy una basura Mina, por mi culpa Serena está muerta— lloraba sin tener ningún consuelo.

—Tranquilo Seiya, tengo algo que decirte.

—¿Qué pasa? ¿Acaso hay algo peor?

—No lo tomes a mal pero llame a Yaten y le dije que estabas aquí, creo que no tardarán en venir a buscarte.

—No me importa, ya no me importa nada, regresaré a casa y que mi padre haga conmigo lo que quiera.

Afuera del edificio de Mina se estacionaba una lujosa limosina de la que descendió el magnate Diamante Black, un hombre de cabello corto plateado, y ojos de color púrpura, portaba un elegante traje blanco con una larga capa y se dirigió al departamento de la joven Aino.

—Buenas tardes Mina, en donde está mi hijo— la joven no pudo responder a esa pregunta cuando Seiya apareció ante él —aquí estoy padre.

—Es hora de volver a casa y resolver este problema, nos metiste en un escándalo grande Seiya, pero como siempre, lo resolveremos.

—Padre, Serena está muerta.

—¿Y eso qué importa? Tu destino es casarte con Michiru, ella fue la esposa que elegimos tu madre y yo así como elegimos a Mina para Yaten. Deberías tomar el ejemplo de tu hermano y aceptar las cosas como son.

—Yo no amo a Michiru, yo amaba a Serena.

—¿La amabas? ¡No me hagas reír! Si la hubieras amado no la habrías dejado morir— esas palabras golpearon el pecho de Seiya como un montón de puñaladas clavándose en su corazón.

Con un enorme sentimiento de culpa Seiya se dirigió a casa con su padre, y con un fuerte pensamiento —Tal vez en el fondo soy igual que mi padre, un ser sin corazón ni sentimientos.

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