XV

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Esa noche de nuevo soñé con el mar, pero esta vez el sueño fué más inquietante. Había una zona donde el agua salada era más profunda y tenía un azul celeste opaco. Al lanzarme al agua me daba cuenta que estaba infestado de serpientes de toda clase. Curiosamente salí del agua y no morí, pero Lorenzo aun sabiendo los peligrosos habitantes que dominaban esa extensión de agua marítima, se sumergió en el agua y no volvió a salir.

Al abrir los ojos aún tenía sueño, me rogaba a mí misma por unos minutos más. De igual forma no quise volver a dormir. Mi mente aún confundida por la somnolencia imagino que estaba rodeada de estos animales al ser un sueño tan vivido el de aquella alberca mortal. Me obligué a mí misma a mantenerme despierta, e invertí el tiempo en descubrir dónde estaba Lorenzo al darme cuenta que no estaba a mi lado en la cama. Estaba agotada. Desconocía por completo el momento exacto del día en que me encontraba. El no encontrar a Lorenzo no funcionó a mi favor, la sensación amarga solo aumentó. Llamé para que alguien me atendiera ya que esperaba que la comida me permitiera recuperar las energías que al parecer no había retomado aquella noche. Una criada ingresó a la habitación, una completa desconocía por lo que me fue algo incómodo. Siempre estuve rodeada de personas de confianza como Ana, por lo que mi inquietud solo aumentó. Le indique cuales eran mis antojos antes de despedirla, pero antes de que cruzará la puerta para retirarse volvía a llamarla.

—¿Dónde está Lorenzo?

Messere Medici se encuentra atendiendo asuntos pendientes.

—Comunícale que necesito verlo tan pronto como le sea posible.

—Como ordene, Madonna Medici.

Impactante debió ser un término ligero a definir mi sorpresa al ser llamada de esa manera, la amargura que presidio se sustentaba a lo mucho que me gustaría que eso fuera verdad. Todo hubiera sido tan feliz para nosotros sin tantas complicaciones de por medio. Aunque no me atrevía a descartar la posibilidad de algún día hubiera estado en la posición de Clarice, la mujer dedicada a los hijos que estaba en la obligación de soportar las aventuras de su marido con otra, inclusive pude haberme topado con bastardos. De igual forma, mi mente no podía evitar imaginar en la magnífica familia que hubiéramos sido de ser cierta tal denominación.

—¿Te encuentras mejor? — cuestionó Lorenzo tan pronto ingresó a nuestros aposentos.

—Podría decir que sí, pero una terrible pesadilla me trajo al mundo real y la verdad ya no se cual es peor.

—Tendrás que saber que nuestra realidad se lleva la delantera. Al parecer un ejército de mercenario del papa ataca una pequeña ciudad cercana a Florencia.

Mi terror fue absoluto. Casi podía imaginar la espada pendiendo peligrosamente sobre la cabeza de Lorenzo. Ese ejército sería la fuerza apocalíptica que planeaban internar en Florencia una vez el magnífico cayera para reforzar el golpe de estado. Solo podía significar que están completando los detalles para el atentado contra los Medici. Ya sólo bastaba un momento en que ambos hermanos, tanto Lorenzo como Giuliano, compartieran el mismo espacio para poder atacar.

—¿Que no les fue suficiente con la masacre a Volterra por el alumbre? — cuestioné intentando aliviar el silencio comprometedor que mantuve tras la noticia. Él esperaba obtener información, quería asegurarse cuál era la posición de mi familia en la conjura.

Se dice que fueron esas minas quienes crearon la guerra que hay entre Sixto IV y Lorenzo de Medici. Fundaron una competencia en donde al final el vencedor fue el magnate de Florencia, cosa que enfureció al papa que perdió gran poder por el beneficio que obtenía de ese material.

—Tal parece que Sixto no promulga muy bien la ley divina para ser el papa.

—Ruego al cielo porque tus pensamientos sobre el papa no fluyan tanto frente a algún público como lo hacen ahora. Lo que menos necesita Florencia es la enemistad del trono de San Pedro para con alguno de los nuestros.

Ciudad de IntrigasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora