Cap. 8|| Yo No Tengo La Culpa

115 6 5
                                    

Me paseo de un lado a otro por el apartamento alquilado que cogimos de improvisto hace una semana.

La gente se cree que los reencuentros son idílicos y maravillosos tras un coma, yo os puedo asegurar lo contrario ¿Rocordais el sentimiento de culpabilidad que tenía el día del accidente? Si bien la sensación subió como la espuma durante el mes y medio en él que Carlos seguía en coma, ahora mismo la culpabilidad se ha disipado por completo.

Durante toda la semana he estado yendo y viniendo por todos lados de la casa. Para darle cosas a Carlos, para recoger dichas cosas, para pasar tiempo con él, para arreglar el apartamento. Y todas esas vueltas me han dejado exhausta, pero no son las culpables de que la culpabilidad haya desaparecido, el único culpable tiene nombre y apellido.

Carlos Ruiz.

Al principio de todo esto, la compasión era la que dominaba todos los momentos juntos, pero a Carlos le pareció mejor sacar a relucir lo que sentía en esos momentos por mi.

"No te quejes, yo no estaría así si no te hubiese salvado. "

"Julia date más prisa, cuando llegas a la habitación lo que te había pedido ya me deja de apetecer. "

"Créeme, ojalá pudiese hacer yo todo esto para poder estar solo."

Todos esos comentarios se clavaron en lo más profundo de mi corazón e instalaron un nudo en mi estómago que me deja incapaz de comer o al menos de disfrutar la comida.

Estoy harta, y creo que es normal que lo esté. Yo no le pedí que me salvase, mucho menos quise que le pasase todo esto y solo me echa en cara la situación.

– ¡Julia! ¿Puedes traerme la guitarra?

– ¡Voy!

Cojo la guitarra y la llevo hasta la habitación. Él me mira y suspira para después coger el instrumento.

– Si que tardas, hija...

– Disculpame por no ser la mujer más rápida del mundo.

– Ya te lo he dicho, ojalá poder hacer esto...

– Por ti mismo, lo sé. Y yo te recuerdo que esto no es culpa mía.

– ¿No? ¿Y a quién intente salvar entonces?

Me giro y miro hacia la puerta, totalmente dispuesta a pasar de su comentario, pero puedo oír como dice algo por lo bajo y la rabia de apodera de mi. Me vuelvo hacia él y hablo con toda la rabia que recorre mi cuerpo en ese momento.

– Mira, no se si el golpe en la cabeza te ha hecho más gilipollas, pero yo no te pedí que me salvarás. La culpabilidad estuvo un maldito mes y medio presente, haciendome sentir mucho peor de lo que ya estaba. Y en vez de huir, pasar de tu estado o lo que sea, me pase todo ese tiempo durmiendo en un sillón incómodo, despertándome cada cinco minutos por la sensación de pánico para ver cómo estabas. Y cuando despiertas, espero ansiosa que te den el alta para poder ayudarte, porque pensé que serias el Carlos que quiero. El Carlos bueno, que agradece todo y se preocupa también por los demás. Pero al despertar te convertiste en este... personaje, que me repugna. No has hecho nada más que criticar a la gente que te rodea para excusarte en qué ellos no saben qué se siente ¿Pues sabes que, Carlos? Que te quedas solo, porque yo no voy a soportar esto más tiempo.

Suelto todo del tirón, casi sin respirar y con el nudo en la garganta dificultando la misión de hablar.

Acto seguido, recojo mis cosas y me marcho de allí. Carlos no ha vuelto a abrir la boca tras ese discurso improvisado y es lo único que le agradezco de esta semana.

Al salir del apartamento voy directamente a la estación del tren para ir a Madrid y quizá alojarme con las chicas.

Cuando por fin salgo de la estación madrileña, escribo a mi rubia amiga para que me pase su dirección. Lo hace sin preguntar nada y al rato ya me tiene en la puerta de su casa.

Lo que ninguna de las dos sabríamos es que yo llegaría llorando. Me había hecho la fuerte, pero verla a ella, que era mi confidente me a hecho darme cuenta de que esto me ha dolido realmente.

💜

Volver a Verte // Julright🌸Where stories live. Discover now