- Single chapter.

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Sus ojos se habían abierto, observando así un cielo completamente azul y despejado, un amplio espacio sin nada que interrumpiera su campo de visión, el cual actualmente estaba enfocado hacia las montañas que había al fondo del escenario; sintiendo como una brisa un tanto fresca envolvía por completo su cuerpo, como si la brisa veraniega de una playa lo atrapara, pero irónicamente, no existía una playa en kilómetros a la redonda del lugar desconocido donde actualmente el joven Alexander se encontraba.
Ahí yacía el chico, sentado entre el pasto, con una expresión que demostraba la confusión que su persona sentía en esos momentos tan extrañamente cómodos.

Se encontraba solo, o eso pensó, hasta que escuchó como era que una voz le llamaba a lo lejos.
"Alexander... ¡Alexander!"
Aquella voz sonaba sumamente familiar para el chico de cabellos rosáceos, pero, ¿por qué?

Esas delgadas piernas no dudaron ni un solo milisegundo en comenzar a avanzar, en busca del portador de aquella suave, encantadora y reconocible voz.

Pero, al avanzar unos cuantos pasos, no pudo evitar detenerse.

Su cabeza había empezado a doler, de igual manera que su pecho; tal fue el sufrimiento que comenzó a aumentar en su cuerpo, que la única acción que pudo hacer, fue dejarse caer sobre sus rodillas al suelo. Además, sus ojos se habían cerrado con fuerza al intentar soportar no pegar un grito ante tal incomodidad.
La jaqueca que tenía, era similar a haber caído bruscamente al suelo; pero la sensación de su pecho era algo complicada de explicar. Sentía un calor extraño, pero a su vez, existía un vacío en su pecho.

Cuando nuevamente sus orbes doradas vieron la luz, el escenario a su alrededor había cambiado por completo.
Ahora, estaba en un parque, de pie, observando la interacción entre un pequeño de aproximadamente 6 años, cabellos rubios, ojos dorados, junto a un pequeño de la misma edad, pero este siendo un lindo azabache de ojos tan claros como el agua. Ambos, sentados junto a un columpio, mirándose mutuamente con la curiosidad típica que puede sentir un pequeño al conocer a alguien nuevo.
"Hola, yo me llamo Jonas y tengo 7 años... Me gusta mucho jugar fútbol y las mascotas, ¿tú como te llamas?" Había cuestionado aquel niñato de cabellos oscuros mientras extendía su pequeña mano hacia su compañero.
El pequeño rubio guardó silencio por unos minutos, negándose a tener contacto físico alguno con el contrario, pero al notar la insistencia de este, no tuvo otra opción más que responder a la presentación ajena.
"Hum... Yo soy Alexander... Tengo 6 años, y no tengo pasatiempo alguno" musitó sin demasiadas ganas de entablar una conversación. Y era obvia la razón de aquel comportamiento: Alexander llevaba días sin comer debido a que su padre lo había sacado a patadas de su casa apenas llegó la noticia que la señora María, madre del pequeño y esposa de aquel hombre, había sido secuestrada; y ahora estando en situación de calle, todas las personas que pasaban al frente suyo parecían no prestarle atención, salvo el pequeño amigo que ahora había hecho.

El joven que recién contemplaba la escena, pudo sentir como era que sus lágrimas comenzaban a tomar un recorrido de sus lagrimales hasta su mentón; estaba llorando. Tenía sentimientos encontrados con aquella convivencia.

Ese había sido el día en el que, tuvo la suerte de conocer a su actual novio: Jonas.

Aunque el gusto de observar aquella escena no le duró demasiado.
Ahora, aparentemente había regresado a la realidad.

La sangre brotaba de sus labios, al igual que en su pecho. Una herida de bala había perforado por completo uno de sus pulmones. Estaba en los brazos de su novio, en el suelo frente a aquel parque donde había dado su primer beso hace años; algunos gritos de gente alterada se escuchaban a lo lejos, llamando sin parar a las ambulancias de los hospitales más cercanos.

Alexander y otras personas más, habían sido víctimas de un tiroteo.
Todo causado por las mismas personas que habían secuestrado a su madre durante su infancia.

Jonas gritaba sin parar el nombre de su pareja, mientras le mantenía abrazado contra su pecho; las lágrimas brotaban sin pena alguna. Por primera vez, ambos jóvenes tenían un miedo completamente real:

Perderse mutuamente para nunca más volverse a encontrar.

- ¡Alex! ¡Alexander! ¡Vuelve, por favor, no me dejes solo! ¡No me abandones! ¡Yo te amo con mi mente, alma y corazón, te amo más que nada ni nadie pero por nada del mundo te atrevas a dejarme solo!-.
Exclamaba Jonas con toda la fuerza que sus pulmones y diafragma podrían darle.

Sus gritos y llantos de dolor se mezclaban junto a los compañeros de las demás víctimas que de igual manera, yacían en el suelo; algunos en sus últimas fuerzas, y otros, lamentablemente sin vida ya.

El joven de cabellos rosados observó el sufrimiento emocional por el cual estaba pasando su novio actualmente. Una débil sonrisa se dibujó sobre sus finos y tiernos labios, mientras que una de sus delgadas manos tocaba con ternura y delicadeza una de las mejillas húmedas del azabache.
- Jonas, niño tonto... Te agradezco, por todo... Te amo y te amaré aún estando muerto... Solo te pido... Que seas feliz...-.
Fueron las últimas palabras que pudo mencionar, antes de terminar de desvanecerse por completo en los brazos de su pareja.

Y así, fue como Alexander Vázquez dejó una cicatriz en el corazón de la personas que más lo amó y cuidó en esta vida: Jonas Ramírez.

Y sí, lo que Alex había visto y escuchado, eran pequeños fragmentos de su vida, adjuntos a la dulce voz que su novio tenía; ya que, seguramente saben que, existen ocasiones en las que antes de morir, ves tu vida pasar justo como una película frente a tus ojos, ¿no?

Tal vez Jonas logre recuperarse de la mayor perdida en su vida, tal vez no; nunca se sabe.

☆︎; Te fuiste lejos de mí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora