Desde el momento en que el señor y la señora Granger descubrieron que serían padres no dejaron de sorprenderse con todo lo que ocurría a su alrededor y es que ese era un momento que habían ansiado por tanto tiempo que todo les resultaba mágico. Al principio, cuando creían que solo sería un bebé estaban emocionados, expectantes ante la situación que estaban por vivir. Las noches sin dormir, los cambios de pañales, los vómitos, los llantos, las risas, las primeras palabras y los primeros pasos, deseaban vivir la experiencia completa. Hacía tanto tiempo que buscaban dar ese paso, con nula suerte, que ya habían optado por resignarse; fue entonces, cuando dejaron de intentarlo y aceptaron que serían solo ellos dos hasta el fin de sus días, que lograron finalmente embarazarse. Ya no eran tan jóvenes como cuando se conocieron en el primer año de la universidad, pero seguían amándose igual que en ese entonces y hasta más. Menuda sorpresa se llevaron cuando descubrieron que esperaban gemelas, dos bebés en lugar de uno, todo lo esperado duplicado. No daban más de la felicidad y así ya no tendrían que preocuparse por sufrir nuevamente ante la idea de buscar un futuro hermano para su bebé, tendrían dos y se acompañarían por el resto de sus vidas. Sin dudas se asegurarían de hacer de ellas las niñas más felices del mundo, tal como su nacimiento lo hacía con ellos.
El embarazo fue bastante tranquilo para lo que se podía esperar, si no fuera por el tamaño de la panza, Jean no habría notado que albergaba a dos niñas en el interior de su vientre. Disfrutaron tanto esa etapa que les pareció muy pronta la hora del nacimiento y temieron. Jean entró en labor de parto el 18 de septiembre de 1979, las niñas nacieron el 19 pasada la medianoche. A la primera bebé decidieron llamarla Alexis Anne, llevaría el nombre de su padre y el de su abuela paterna; la segunda, que nació diez minutos después, fue llamada Hermione Jean, como su madre y su otra abuela. Ambas criaturas nacieron en perfecto estado de salud y sus padres no podían estar más enamorados de ellas, con su poco cabello castaño, sus ojitos marrones y pieles que se tornaban rojizas cuando lloraban, habían conquistado a gran parte del personal del hospital. Al principio no fue nada fácil para los recientes padres pero no iban a permitir que la situación les sobrepasara, dado que ambos trabajaban como dentistas y estaban abriendo su propio consultorio en casa, la convivencia con dos niñas recién nacidas, que había que cuidar constantemente, complicaba las cosas un poco; cuando finalmente adquirieron un ritmo de trabajo todo comenzó a volverse más sencillo.
Así los años fueron pasando, las niñas crecieron felices y rodeadas de amor. Físicamente eran iguales: poseían unos penetrantes ojos marrones oscuros y abundantes cabellos castaños con rulos indomables, pero distaban bastante en sus formas de ser: donde a una le gustaba pasar las tardes rodeadas de libros con cientos de hojas, ya fueran para colorear o leer, a la otra le gustaba estar jugando y corriendo de un lado a otro. Hermione era la más seria, desde que había aprendido a leer, siendo una niña muy pequeña, devoraba todo los libros que pudiera, acrecentando poco a poco la dificultad de los mismos, tenía una memoria privilegiada y era rápida para resolver enigmas de cualquier índole usando la lógica. Alexis, en cambio, tenía facilidad para los deportes y todo lo que requiriera destreza física, le gustaba experimentar, sentir la adrenalina, y si bien no era tan aplicada como su hermana menor, con un poco de esfuerzo podía llevarle el ritmo sin dificultad, sobre todo cuando el tema le apasionaba. Sus igualdades y diferencias las unían y potenciaban.
Cuando llegó el tiempo de la educación formal se prometieron ayudarse una a la otra, Hermione asegurándose de que Alexis realizara sus tareas y estudiara, a cambio Alexis la ayudaba a pasar las pruebas de educación física. En ocasiones se hacían pasar una por la otra con bastante éxito, sobre todo durante algunos exámenes de educación física o matemáticas. Las niñas eran muy felices, solo había una cosa que ambas detestaban y era que sus padres se negaran a recortarles un poco los dientes delanteros que habían crecido demasiado grandes y largos luego de que se les cayeran los de leche. Ambas estaban hartas de ser llamadas "niñas conejo" por sus compañeros del colegio. Lo odiaban pero aun así no dejaban de sonreír.
Así fue que atravesaron su educación primaria, destacando, juntas, siempre con excelentes notas. El día que cumplieron once años estaban más que emocionadas, era su último año antes de empezar la secundaria, sería su año, serían parte de los más grandes de la escuela y era algo que esperaban desde siempre, no solo por el desafío de lo nuevo sino porque serían respetadas por los menores, Hermione esperaba ansiosa lo primero, Alexis lo segundo.
Entonces, de un momento a otro, todo comenzó a volverse extraño, al principio sutilmente y luego en mayor medida. Durante las noches las chicas empezaron a sentir que las cosas se movían solas, a veces estaban entretenidas pensando en buscar algo y ese objeto se caía al suelo. Lo más raro que vivieron fue cuando despertaron una mañana, tras haber pasado la noche anterior rogándoles a sus padres nuevamente por el cambio de imagen, Alexis se miró al espejo, notando que sus enormes dientes habían sido reemplazados por unos de tamaño común y corrientes, emocionada llamó a su hermana, quien se sorprendió e intentó buscar una explicación pero ninguna podía entender qué pasaba. Hermione le pidió que le dijera qué había hecho para lograrlo pero la mayor insistía en que no había hecho nada. Juntas fueron con sus padres para contarles, una emocionada y la otra con reproche pero al llegar con ellos todo estaba como lo había estado siempre. Ambas se miraron confundidas, estaban seguras de que no lo habían imaginado, esos dientes habían cambiado de tamaño.
—Pero ¿qué hacías antes de que se acortaran? —le preguntó Hermione mientras se sentaba en el piso de su habitación con su hermana enfrente.
—Solo pensaba en lo feliz que sería con unos dientes más pequeños, sobre todo después de que nos los negaron de nuevo anoche —le contestó su hermana en un suspiro molesto.
—¿Podrías intentarlo de nuevo? Quizás no con los dientes... es como cuando, la otra tarde, yo no encontraba mi libro de Historia Universal y de repente apareció en mi cama. ¿Recuerdas? Yo lo buscaba y al no encontrarlo te acusé de que lo habías escondido pero me aseguraste que no lo habías tocado y apareció de repente... ¿y si esto es algo así? Yo deseaba leer mi libro y cuando lo di por perdido apareció.
—Entonces ¿crees que si deseo algo puede llegar a pasar? —la castaña asintió—, a ver... ¿Qué puedo desear? —pensó un momento, observando a su alrededor algo que le llamara la atención— ¡ya sé! —sonrió tras verse en una vieja fotografía y cerró los ojos. Cuando era pequeña buscaba diferenciarse de Hermione y deseaba hacerlo tiñendo su cabello de violeta, por lo que solía usar pelucas de fantasía que no duraban más de dos días porque las rompía al jugar, y aunque creía que no serviría lo que su hermana le proponía, pensó en tener su pelo de color. Cuando Hermione gritó supo que había pasado algo y abrió los ojos de repente.
—Fue solo por dos segundos —dijo la menor señalando su cabeza— pero, pero tu pelo cambió de color.
—¿Bromeas? Estaba recordando cuando quise pintarlo violeta y usaba esas feas pelucas... ¿esto qué quiere decir? ¿Acaso tú...? —dejó la pregunta en el aire y esta vez fue Hermione quién cerró los ojos.
Pensó en cambiar su aspecto pero nada parecía pasar, cuando se resignó decidió que mejor le convenía dejar de pensar en esas tonterías y leer un rato. Fue entonces que Alexis gritó, Hermione abrió los ojos y vio por un momento un libro levitar a la altura de sus ojos y luego caer entre las dos, con un golpe seco.
—No entiendo nada, esto no debería ser posible —expresó Alexis sin dejar de mirar el libro maravillada—, las personas que hacen estas cosas son acusadas de brujas, Hermione. Entiendes lo que podría pasar si alguien descubre que podemos hacer esto ¿¡Enloquecerían!? Sabemos cómo terminaron las brujas de Salem y cómo la gente se volvió loca con la película Las Brujas de Eastwick.