Dasha¿Estaba muerta? ¿Aquello había terminado?
Latidos.
¿Mi corazón latía? ¿Seguía viva? ¿Dónde estaba? ¿En el cielo? ¿En el infierno?
La respuesta a todas esas preguntas llegó cuando volví a sentir un fuerte dolor en todo el cuerpo, se supone que cuando estás muerta y tu alma pasa a otro lugar no puedes sentir dolor ¿no? Solo paz y en ese momento "paz" era lo último que podía sentir porque los nervios, el miedo, la angustia y la ansiedad volvieron a aparecer apoderándose de mí.
¿Dónde demonios estaba? Veía todo negro.
Volví a notar mi respiración que ahora era pesada y entrecortada, cogí todo el aire que mis pulmones pudieron permitirme e intenté moverme, las manos, los brazos, las piernas, el abdomen... Todo me escocía increíblemente fuerte y mis quejidos de dolor no tardaron en aparecer. Después de varios movimientos sin éxito caí en la cuenta de que mis manos y mis piernas estaban atadas.
—¡¿Dónde estoy?!—grité cada vez más nerviosa.
Oí el crujir de una rama.
—¡¿Quién anda ahí?!—Me moví bruscamente y mi piel no tardó en sentir la nieve debajo de mí. ¿Seguía en el bosque?
Me quitaron lo que fuera que me habían puesto en la cabeza y mis ojos rápidamente se cerraron al ser expuestos a tanta luz de repente, era de día. Cuando por fin me acostumbré a la luz mis ojos captaron a la persona que tenía delante, era un hombre moreno con el pelo largo pero no le llegaba a los hombros, su rostro estaba cubierto por una densa barba y sus ojos eran verdes.
Al ver que llevaba el mismo traje negro que yo, volví a recordar las últimas imágenes antes de quedarme inconsciente, era el que me había atrapado.
Ambos nos quedamos mirándonos, ni siquiera sabía que decir, su expresión era seria aunque no tan dura como la de Damien. Hice lo propio y me puse la careta fría y distante que tanto me gustaba llevar porque así mis sentimientos no quedaban expuestos.
—¿Qué me vas a hacer?—pregunté con un tono duro.
—Yo nada—dijo tras unos segundos—. Eso se lo dejo al jefe.—Andó despreocupado hacia el árbol que estaba enfrente y se sentó en mi dirección.
Suspiré frustrada, me miré las piernas, los pantalones negros estaban rotos y con sangre de heridas que todavía tenía abiertas, la raja que la chica me había hecho con el cuchillo todavía sangraba y me escocía horrores, no podía moverme porque si no me desangraba más rápido. Por suerte no tenía ningún hueso roto, excepto por la nariz que se me había dislocado y sentía como la sangre bombeaba por esa zona.
—Y ¿A qué esperas?—Me inquieté al ver que se quedaba mirándome con el rostro totalmente neutral.
—Tienen que llegar—dijo automáticamente, como si estuviese esperando mi pregunta.
Era un asesino, no tenía sentimientos, no podía chantajearlo emocionalmente porque eso era algo que no le afectaba. Volví a sentirme débil y cada vez peor, me estaba desangrando y no podía hacer nada porque estaba atada. Me temblaba todo el cuerpo, mi visión comenzaba a hacerse borrosa y la cabeza a darme vueltas, dejé caer mi espalda en el tronco del árbol y cerré los ojos intentando calmarme
Al abrirlos vi como un cuervo aparecía en mi campo de visión y se posaba en una rama llena de nieve, se me quedó mirando y sentí algo extraño recorrerme de los pies a la cabeza. Después su cara volvió a aparecer en mi mente: Damien, sin siquiera quererlo lo había echado de menos, su cara de cabreado cuando le llevaba la contraria, esa mirada seria que me ponía tan nerviosa, el tenerlo tan cerca y sentir las respiraciones aceleradas de ambos. Una parte de mí había deseado verlo, había deseado que apareciera por la puerta de esa habitación y me rescatara, pero, estábamos en la vida real y muy pronto me di cuenta de que solo por mí misma iba a conseguir salir de allí, que yo era mi propia salvadora.
¿Era una señal? ¿Ese cuervo quería decir algo? No lo sabía, me quedé embelesada mirándolo y una bonita sonrisa se formó en mis labios al recordar como me llamaba Damien, me dio fuerzas, aquello me dio fuerzas y supe o al menos me convencí de que todavía tenía una oportunidad para sobrevivir, de que no era el final hasta que yo no cerrará el libro.
—Lucha.—La figura de Damien apareció al lado del cuervo, había perdido tanta sangre como para delirar así pero esas palabras me sirvieron para poder levantarme y escalar por el pozo al que había caído y del que pensaba que ya no había salida, la había.
—No me encuentro bien—le dije al hombre que tenía delante.
—Aguantarás.—Se levantó, de un tirón me desató y me puso de pie apuntándome con su arma.—Vamos.—Me empujó y comencé a andar, o más bien a cojear porque el muslo me dolía mucho.
—¿A dónde vamos?
—A ver a Mason.
Supe que era mi última oportunidad, que tenía que hacer algo durante el camino para poder escapar.
Miré abajo y me acordé de que había metido una pistola en el bolsillo bajo de mis pantalones, apenas se notaba, moví mi otra pierna para rozarlo y ahí estaba. Suspiré aliviada porque no se había dado cuenta y tenía un arma con la que poder defenderme. Me armé de valor, decidí, en un movimiento rápido, esconderme detrás del tronco de un árbol gordo y saqué mi pistola.
—¡¿Qué coño haces!?—me gritó rodeando el tronco furioso—. No tienes escapatoria y solo estás consiguiendo que me enfade y te mate aquí mismo.
Lo cogí desprevenido por la espalda, le pegué un tiro en ella y de un salto me subí en él, lo envolví con mi cuerpo y pasé mi brazo derecho por su cuello haciendo fuerza para asfixiarlo.
Él comenzó a darme puñetazos y antes de que pudiera hacer nada le pegué un tiro en la mano en la que tenía el arma haciendo que se le cayera al suelo.
—Es muy difícil deshacerse de mí—dije contra su oído y seguidamente le pegué un tiro en la cabeza con la sangre congelada.
Caí al suelo y me deshice de él, su sangre estaba por mi rostro, me pasé la mano para limpiarla. Aquello me había costado más de lo que podía aguantar, mi respiración estaba super acelerada y mis músculos me dolían demasiado como para poder volver a levantarme, la herida estaba cada vez peor, un charco de sangre se estaba formando sobre la nieve. No podía seguir así.
Con mucho control me levanté para rasgar la camiseta del hombre al que acababa de matar y tras ello me envolví la tela sobre la herida. Un quejido de dolor insoportable salió de mis labios, el muslo me ardía, debía encontrar un sitio, algo para poder curarme porque si no moriría.
Comencé a caminar sin rumbo porque lo único que veía a mi alrededor eran árboles y nieve. Mis extremidades estaban congeladas, apenas sentía los dedos de la mano y el frío viento que se comenzaba a levantar cada vez era peor. Me abracé a mí misma frotándome con las manos en un fallido intento de intentar entrar en calor.
Llevaba bastante tiempo caminando cuando divisé un lago completamente congelado a lo lejos.
Me dirigí hacia él sin saber porque, tal vez porque llevaba demasiado tiempo entre árboles y necesitaba salir de allí.
Antes de llegar la persona a la que había dedicado mi odio más profundo, un odio que pensé que nunca sentiría apareció delante de mí. Iba vestido con uno de sus muchos trajes negros impecablemente planchado, su cara estaba limpia y perfectamente afeitada. Me miró con satisfacción recorriéndome de arriba abajo.