Stalingrado IV

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POV NATALIA

- ¡Teniente Medinova al aparato! - tras varias semanas de contingencias y de marear a los nazis, el invierno más crudo se instaló en la zona sureste de la URSS. Los alemanes caían abatidos por el frío y el hambre. María consiguió acabar con Malbertmann en la primera oportunidad que tuvo. ¡Pum, entre ceja y ceja! Mientras tanto, el Frente del Don, a cargo de la comandante Rechosvki, aguantaba la presión de las tropas alemanas que se quedaron fuera de la ciudad a cargo de Granch y Von Rubira. A nivel personal, intenté mantener las distancias con Alba, pero llegó un momento en el que no podía aguantar más su indiferencia. Escuchar la voz de la que se había convertido en mi mejor amiga y en lo más parecido a una hermana desde que empecé la aventura militar, llenó de alegría y calor mi maltrecho corazoncito.

- Julia, soy Natalia - contesté de manera no formal, entre nosotras no había rangos, aunque ella no quisiera seguir escalando puestos dentro del ejército.-. ¡Ojo lo que te gusta fardar de galones!¿Eh? - me burlé de ella.

- Habló la comandante Lacunzarova... - masculló-. ¿Qué ocurre, Nat? - lanzó la pregunta de forma temerosa y yo suspiré. Julia Medinova me conocía mejor que mis padres, que se despreocuparon de mi desde que me soltaron en aquella academia como correctivo por mi "gusto por las mujeres". Era la ofensa de la gran e ilustre familia Lacunzarova.

- Me odia y yo no sé que hacer más para acercarme a ella... - dije derrotada.

- Siempre te han gustado las batallas complicadas. !Amiga, date cuenta! - intentó bromear y yo sonreí-. ¿Por qué no te declaras? Lo mejor es coger el toro por los cuernos, de todas formas estamos en guerra, mañana no sabremos si estaremos vivas... - soltó una de cal y otra de arena.

- No sé si me tranquilizas o me acojonas. ¿Qué mierda de consejo es ese, Medinova? - le recriminé llevándome la mano a la tripa de tanto reír.

- !Oye, pues empótrala contra la mesa de operaciones!¡A mi qué me dices! - propuso descaradamente y yo me ruboricé. Menos mal que había cogido uno de los terminales de radio portátiles-. ¡Yo estoy muy bien servida con la cabo Sabelova!¡Madre mía las mujeres del norte, jefa! - exclamó desatada. Al final el ejercito de la URSS estaba lleno de dirigentes bolleriles.

- !A ver si estamos más pendientes de los alemanes que de tu escarceos amorosos, teniente! - le regañé por el miedo de que estuviera desatendiendo sus funciones.

- Puedo hacer varias cosas a la vez - contestó indignada-. Por ejemplo, comerle el chumi a mi cabo y al mismo tiempo, matar nazis. Soy mujer, comandante - dijo con rin tintín y yo me reí-. Pero ya en serio, Nat... ¿Por qué no le dices toda la verdad? - me propuso volviendo a la seriedad que requería la situación. 

- No puedo decirle que hice la carrera militar completa sólo porque estoy enamorada de ella... - le confesé avergonzada-. Se supone que la carrera militar es vocacional... - bufé por haber mentido al hacer el juramento a la bandera de nuestra gloriosa Unión Soviética.

- Por amor y por darle por culo a tus padres... - añadió mi amiga.

- También - reconocí. No quería seguir sus pasos de falsos comunistas que vivían como puñeteros burgueses capitalistas y eso conllevó a que me desheredaran y tuviera que sacarme las castañas del fuego-. Además, mi sueño era dedicarme a la danza y mira dónde estoy... - bufé la vida no es tan bonita como algunos lo pintan.

- Siendo la mejor comandante que ha tenido el Ejercito Rojo en la vida - me animó Medinova-. Lenin estaría muy orgulloso de ti, Nat - dijo Julia de corazón y consiguió arrancarme una lágrima-. Así que ya es hora de que hagas lo que realmente quieres o sino ¡Pelea física! - vociferó escuchándose a través del terminal de radio los golpes de su puño contra la mesa.

Moonlight (one-shots Albalia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora