Capítulo 29

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Los días se estaban convirtiendo en una sucesión de momentos inesperados. Derek y yo habíamos vuelto a vivir juntos, pero una parte de mí temía que fuese demasiado pronto o que fuese a resultar herida una vez más. No sabía si él tenía el mismo miedo, pero seguramente los residuos de los fallos que habíamos tenido tiempo atrás causaban esos sin sabores dolorosos que no terminábamos aceptando solamente en busca de nuestra propia felicidad o creyendo que la persona que amábamos no tenía porqué destrozarnos poco a poco a cada intento por estar a su lado.

La soledad, a pesar de no estarlo, me invadía destrozando cada parte de mi ser y no tenía ni la más mínima duda. Yo estaba volviendo a cerrar los ojos para dejar de ver todo lo que podía tener. Era mucho más fácil encerrarse en la cúpula a la que nadie tenía acceso y sabía cómo todo terminaría si dejaba que me rodease por completo y nada volviese a llegar a mis ojos, que no fuese consciente de la realidad, sino aquella inventada por mí misma.

Llevaba varios días observando a Derek trabajar. Él intentaba hacerlo buscando no molestarme, pero en su ceño fruncido, en la dulzura con la que me trataba cualquiera hubiese podido ver que estaba preocupado por mí.

— Quiero hablar contigo... —murmuré cuando me hice con el valor suficiente.

Derek dejó sus pinceles, mandó al diablo la inspiración que pudiese tener y se acercó a mí casi como si le hubiese dicho que me estaba muriendo. Me envolvió en sus brazos y permanecí observando sus ojos antes de bajar la mirada a mis manos.

— ¿Qué pensarías de mí si te digo que quiero hacer el test de la escala WAIS? Es el que se usa para saber si uno tiene altas capacidades o no —susurré jugando con uno de mis dedos delineando la forma de una de las manchas de su camiseta de tirantes blanca.

Respiró profundamente, pero ni tan siquiera supe porqué. No me atrevía a mirarle. No quería recibir la pregunta que siempre había tenido como respuesta cuando se lo había comentado a alguien. Su frente se apoyó en la mía y dejó un pequeño beso en mi nariz antes de hacer que con ese gran silencio le mirase.

— ¿Es necesario que lo hagas? —sus palabras hicieron que volviese a bajar la mirada sintiéndome herida—. ¿No eres ya consciente de que ese test te va a decir que eres una de las personas más inteligentes del planeta?

Mi sonrojo se deslizó por mis mejillas. Podía sentir mi corazón latiendo con rapidez contra mi pecho y me sentía al borde de una taquicardia, porque aunque pareciese mentira, aunque todo aquello fuese lo que había soñado escuchado, había salido de él, de motu propio. Él me había dicho esas palabras porque debía pensarlas, ¿por qué las diría si no?

Mordí mi labio inferior y después terminé saltando, ni sabía cómo me las apañé, hasta él y besé sus labios sonoramente buscando quitarle todo el aliento que habían acumulado sus pulmones. Sus brazos me envolvieron y después rió cuando le permití respirar de nuevo pues me había correspondido el beso como cada uno que le daba.

— Por tu reacción no te esperabas nada así, ¿eh?

Le contesté simplemente negando con mi cabeza antes de apretarme contra su cuerpo. Tenía miedo al rechazo, a su rechazo, pero Derek parecía tener una forma distinta de ser. Tan diferente que simplemente se entrelazaba con la mía a la perfección. Parecía saber qué decir incluso cuando no era precisamente bonito, pero la manera con la que me trataba, su dulzura, su atención, sus caricias y sobretodo esa forma única de mirarme despertaban en mí un nerviosísmo que no creía posible.

Lo importante en ese momento no era otra cosa que ese apoyo. En su rostro casi podía ver la cantidad de horas que llevaba esperando para que me abriese a él y le contase lo que estaba rondando mi cabeza. Sonreía. Estaba aliviado, tranquilo y sobretodo convencido de que era la persona más inteligente, al menos, que él hubiese conocido.

— ¿Sabes qué es lo mejor de ti?

Él negó frunciendo el ceño con ligera diversión esperando mi respuesta.

— Eres aún mejor que en mis propios sueños...

Sus labios volvieron a atrapar los míos antes de elevarme un poco en sus brazos para estar a la misma altura sin problemas. Era fuerte y adoraba que pudiese conmigo, que me tuviese en el aire como si fuese una niña pequeña. Él era distinto, demasiado distinto a todos y por mucho que él se negase a aceptarlo, a mis ojos no dejaba de ser el mejor regalo que podía haberme dado la vida. Con él no había vueltas atrás, con él siempre había pasos hacia delante pues tiraba de mí si yo me quedaba sin fuerzas. Y esperaba estar haciendo lo mismo con él.

— ¿De verdad? —rió un poco apretándome contra él y llevándome hacia su estudio.

— Tu boca me sorprende pronunciando las palabras exactas, lo que necesito para taponar esa herida enorme que se ha vuelto a abrir, porque tu cabeza sí sabe lo que necesito y sobretodo, lo más importante de todo, es que sé que lo que piensas es cierto. No hay mentiras. Me dices todo a las claras. Me complementas. Si me caigo, me recoges antes de caer al suelo. Si estoy volando, vuelas conmigo y evitas que me queme con el sol. Si río ríes conmigo, si estoy mal me envuelves en tus brazos para sanar las heridas que tu alma puede ver, pero tus ojos no... Has aparecido en mi vida en el instante perfecto y aunque alguien tenga planeado en alguna parte que no seas para mí, siempre estaré agradecida a la vida por esto... por estos pequeños y perfectos momento —me sonrojé hasta las orejas y él me dejó en una silla dentro de su estudio.

— No sabes cuánto me alegra saber eso... Es que, desde que te conocí esta siempre fue mi meta, lo que quería lograr sin importar a dónde llegase nuestra relación, poder aliviar y hasta curar tus heridas —murmuró acariciando mis mejillas con sus pulgares y terminando de grabar en mi corazón la única marca que no me importaría conservar siempre, la marca de una persona irremediablemente enamorada.

Absolutamente Kyra (Parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora