Llegaron cuando el sol se había puesto y se fueron rápidos de las costas de Taiwán, después de que Jungkook alertara que Phantom Lord estaba por aquella zona.
No es que el capitán fuera un cobarde, deseaba enfrentarse a Zeref y acabar con él de una vez por todas, sin embargo, no iba a arriesgarse tantísimo cuando sabía que estaban rodeados de posibles enemigos, menos cuando tenían a Taehyung con él.
Jimin fue el primero en recibirle cuando llegaron al barco. Le abrazó y le preguntó si todo estaba bien, a lo que Tae respondió simplemente con un asentimiento de cabeza. Había pasado el viaje hasta el barco callado, sentado en el bote al lado de Seokjin y dándole la espalda a Jungkook.
Se sentía inquieto, nervioso y triste.
A pesar de que ya se esperaba que su cola no apareciera al tocar el agua, no pudo evitar perderse en sus propios pensamientos, en su comportamiento reacio a querer su cuerpo humano, deseando con todo su corazón volver a ser él mismo. Sentía que había perdido una parte de él, había algo que le martilleaba por dentro y le desgarraba el corazón, sin embargo, quería creer que no se había perdido para siempre, y que volvería a encontrarse.
Luego teníamos la inquietud, la presencia del capitán era como un vuelco en su estómago, una sensación extraña que Taehyung no sabía describir, y tampoco sabía si le gustaba o le desagradaba. Sentía su voz en su mente y sus oscuros ojos en su nuca, cada vez que le daba la espalda, lo cual trataba de hacer lo máximo posible porque a veces era como quedarse sin respiración.
Hablar con Jimin le daba más tranquilidad, no le provocaba ese remolino en su estómago. Aun si el pirata le preguntó cien veces si estaba bien o si había pasado algo—pues Taehyung parecía un poco perdido en sus pensamientos—, éste no comentó nada, ni de lo que había presenciado en aquel sótano de la taberna, ni de su conversación con Jungkook, ni de la tristeza que sentía por su pérdida.
Taehyung necesitaba estar solo, necesitaba poner todos sus pensamientos en orden, pero la voz del capitán irrumpió cuando estaba a punto de pedirle a Jimin si podía llevarle a otro sitio.
—Reunión en mi camarote, ya—dijo el azabache, y por alguna razón, ya sabían a quién se estaba refiriendo. Pero antes de irse se giró hacia Taehyung, con el ceño fruncido, y le miró con seriedad—. Tú también, sirena.
Taehyung tragó saliva y tensó su espalda, pero Jimin le dijo que les siguiera.
—Poco a poco te va tomando en cuenta—le musitó su amigo, porque sí, a esas alturas, consideraba a Jimin como a un amigo, uno de verdad.
Se sintió aliviado cuando él también fue con él, pero también Namjoon, a quien no le parecía extraño verle. Se sorprendió cuando vio que el médico, Hoseok y Yoongi fueron con ellos. Taehyung estaba al final de la fila, prefiriendo ser el último en entrar al camarote del capitán.
La idea le puso nervioso, era la primera vez para él, porque sabía que era el espacio de Jungkook y eso significaba que iba a meterse de lleno como si fuera un ladrón.
Para su sorpresa, el camarote era grande, las paredes estaban revestidas de un papel oscuro, las velas encendidas daban la luz suficiente, también había una mesa con un mapa enorme en el centro, estanterías llenas de libros, mapas enrollados, artefactos de navegación y, al fondo, una cama. Había un enorme ventanal en el centro de la pared, y si no fuera de noche, los cristales reflejarían la luz del sol en vez de sus siluetas humanas. Cuando Taehyung se vio reflejado en el vidrio, selló sus labios y tragó, mirando sobre todo sus piernas. Ladeó la cabeza, evitando mirarse, pero en ese movimiento se encontró con los ojos de Jungkook y Taehyung no supo descifrarlos, pero agachó la cabeza por acto reflejo, avergonzado sin saber por qué.
No sabía qué hacía allí, pero cuando todos formaron una especie de corro, el capitán comenzó a explicarles todo lo que había pasado, el interrogatorio con el marinero, revelándoles que era Zeref quien estaba tras la busca de una sirena.
Pronunciar su nombre crispó el ambiente, todos se pusieron en tensión al oír al capitán, como si nombrarle estuviera prohibido, y Taehyung se sintió incómodo, su nombre le provocaba mala espina, pero, aun así, se sentía intrigado.
Así que preguntó:
—¿Por qué es tan...temido?
Jungkook, quien estaba con las palmas apoyadas sobre la mesa, alzó el rostro y encarnó una ceja.
—¿Preguntas por qué?
Taehyung asintió.
—Él me busca—dijo, intentando sonar seguro—. Qué menos que me expliquéis de qué va todo esto. También mencionaste algo sobre la inmortalidad.
Jungkook encarnó una ceja y ladeó el rostro. Estaba claro el odio en su mirada, no por Taehyung, sino por aquel hombre. En ese momento, a Tae le hubiera gustado indagar en su mente, descubrir qué tipo de pensamientos ocupaban su atención.
—Es lo justo—musitó, aunque debía de reconocer que la idea de hablar de él le desagradaba, como si le odiara de forma innata—. Phantom Lord es una tripulación más vieja de la que ninguno puede recordar, ha sembrado el pánico desde el comienzo de su existencia. Saquean, matan y roban no como nosotros, sino por puro placer, por diversión; ignoran las leyes de la piratería, no respetan territorios y, aun así, han conseguido tener muchos seguidores, piratas que desean lo mismo que ellos; poder, ser temidos, y la destrucción de todo—explicó con cautela, como si estuviera relatando una historia—. Zeref, su capitán, tiene algo que hace que sea tan...único, en el mundo.
—Su espada—comentó Namjoon, de brazos cruzados a su lado.
Jungkook asintió y apretó la mandíbula.
—Sabertooht—pronunció, y por alguna razón, el nombre hizo que Taehyung sintiera un helor subir desde sus piernas—. Es una espada milenaria, peligrosa y letal. Te roba el alma, literalmente, se queda con la vida que su espada arrebata. Es como si fuera un canalizador de energía que trasmite a su portador, aumentando sus años de vida.
—Zeref asesina para ser inmortal—añadió Namjoon.
—Es peligrosa—añadió el azabache—, un solo corte puede ser mortífero, es como un veneno que te corroe por dentro y roba hasta tu último aliento, para transmitírselo a Zeref, que es su dueño—siguió Jungkook, y por un segundo, Taehyung pensó que iba a hacer añicos la mesa.
Nadie pareció notar la tensión que invadió el cuerpo de la sirena. Estaban demasiado ocupados escuchando a Jungkook, que no se percataron de que Taehyung entornaba la mirada, como si aquel nombre fuera familiar para él.
Lo saben, pensó, para sus adentros. Ellos lo saben.
Aunque él ya podía intuir de qué iba todo aquello, aun así, decidió preguntar, por mera inocencia, tal vez para averiguar hasta dónde sabían esos piratas.
—¿Y para qué me necesita?—preguntó.
Esta vez, fue Namjoon quien lo explicó. Su voz sonaba sabia, adulta, y más relajada que la del capitán.
—Verás, aunque Sabertooth le haya estado dando tiempo de vida, jugar con algo así puede ser pesado y cansado. Esa espada tiene vida propia, Taehyung, y Zeref sabe que algún día la espada tomará la vida de su propio portador. Por el momento, está bajo su control, pero llegará un día que deje de estarlo.