Capítulo VIII

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(Candy POV)

Me encontraba tan emocionada después de haber vivido un momento tan especial con Albert que casi no pude dormir esa noche... ocupada en recordar los latidos de su corazón acelerado al igual que el mío que había tenido la oportunidad de escuchar al apoyar mi cabeza sobre su pecho, y evocando su mirada llena de confusión pero a la vez de afecto, que fuera capaz de hablarme de forma silente de un sentimiento por mí que bien podía ser amor.

Aquella incógnita, aquello sobre lo que sabía perfectamente que él no iba a hablar respetando su función para conmigo y que yo tampoco me atrevía a preguntarle, comenzó a convertírseme entonces en un dolor que me provenía del alma. Por lo que no dispuesta a dejar que volviera a ignorarme, me propuse desde el amanecer del día siguiente, demostrarle la mujer hecha y derecha que ya era. Alguien que muy bien podía ser una digna candidata a ganarse su corazón.

Para comenzar por lo tanto, comencé a arreglarme más, a coquetearle al disimulo, a buscar compartir más momentos de confidencias con él tan especiales como el del mirador de la meseta, a dedicarle más atenciones, pero no obstante, al contrario de lo que esperaba, mi príncipe empezó a mostrarse esquivo y de nuevo durante el viaje que retomamos, volvió a revestirse de una máscara de frialdad con la intención de hacerme de menos. Tortura e incomodidad que tuve que soportar durante casi toda una semana, como si hubiese hecho algo malo y me mereciera un castigo de indiferencia.

Con ello, sintiéndome sola al faltarme su cariño y de alguna manera abandonada, una vez que por fin arribamos a nuestro destino principal en la Unión Sudafricana, harta de considerarme una carga para él, me presenté en el Departamento Médico del edificio matriz de la Compañía en Ciudad del Cabo, para ofrecer mis servicios de Enfermera, con la esperanza de volver a ser la mujer independiente que siempre había sido.

La fortuna estuvo de mi lado y fui bien recibida, enterándome por los aldeanos que aquel era uno de los puestos vacantes que más se requería, siendo la falta de atención en salud cuando existía una pandemia que todavía no había cesado, uno de los principales motivos para la huelga. Armándome por lo tanto de las debidas precauciones que todo profesional en el campo debe saber, una vez fui aceptada para brindar apoyo; con mandil, mascarilla y guantes comencé a laborar contenta de poder volver a ser productiva en la vida, y aparte el saber que Bert, como también me contaran, de tanto en tanto colaboraba allí en sus ratos libres con sus conocimientos de Medicina, llenaba de ilusión mi mente hiperactiva al imaginarme lo genial que sería trabajar juntos.

...Más las cosas no resultaron como yo esperaba cuando se enteró... Una mañana, bien equipado también con protección, le vi ingresar al Departamento Médico acompañado de uno de sus colegas y al reparar en mí ejecutando mis labores con algunos pacientes, no le agradó para nada. Algo que pude notar a primera vista al igual que todos los presentes.

-¡Oh, la bella jovencita está aquí porque es Enfermera! Ya comprendo- expresó el socio, quien no era otro que el mismo oficial británico que le preguntara por mí durante la última cena importante a la que fuera invitada.

Albert sólo asintió confirmándole lo que supusiera, sin dejar de mirarme, y acto seguido se excusó para apartarse unos minutos.

-General Macfadyen disculpe, enseguida regreso-

Con semblante serio así, para mi asombro consecuentemente me pidió que lo acompañase.

-Candy, ven conmigo un momento, por favor-

Me lo dijo de forma amable aunque en realidad fue una orden que ratificó al tomarme inclusive del brazo para que nos apresuráramos a una oficina aledaña con la finalidad de hablar en privado, y una vez que estuvimos allí a puerta cerrada, me reclamó tal como me lo esperaba.

LEYENDA DE ÁFRICADonde viven las historias. Descúbrelo ahora