Le ha robado el padre a mi hija.

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Era la primera vez en mucho tiempo que estaba enfermo, mi novia aprovechando que Lidia había regresado a casa se quedó en la habitación de invitados para cuidarme. La fiebre a veces llegaba a los 39'5° y tanto Iria como Alexa estaban preocupadas por eso no paraban de estar todo el tiempo pendiente de como estaba. Iria ya estaba en la resta final del embarazo por eso no la dejaba hacer muchos esfuerzos, más allá de mi salud que me importaba una mierda quería que ella estuviera bien y mi hija también. Una tarde Alexa salió a comprar los remedios para mí y me quedé a solas con Iria, a decir verdad Iria y yo siempre habíamos sido uno y sabía cuando le pasaba algo casi sin que tuviera que abrir la boca. Me acerqué a ella, estaba jugando con su tripa o al menos acariciandola suavemente mientras le hablaba a nuestra hija, ella aseguraba que cuando uno de los dos hablabamos se calmaba y dejaba de dar patadas por eso le hablaba constantemente. —me acompañas a bañarme por favor, no quiero esnucarme con la bañera si me caigo, con que te sientes en la taza del váter me conformo—. Ella asintió poniéndose de pie y me acompañó al cuarto de baño, me desnude y metí dentro de la bañera mientras esta iba llenándose lentamente. —¿me vas a decir ya que te pasa Iria? ¿o te lo tengo que sacar como siempre?— me miró con la ceja alzada como para intentar engañarme pero no funcionó —sueltalo venga, que solo estamos nosotros—. Me ignoró por completo y empezó a jugar nerviosamente con sus dedos mientras el agua ya me llegaba por el ombligo y cerré el grifo. Fue ahí cuando Iria abrió la boca pero la cerró casi al instante al no saber que palabras exactas tenía que decir y me quedé mirandola. —Me pasa que eres mío y llega esta fea, se acopla en nuestra casa y le roba el padre a mi hija, eso me pasa— soltó de repente sin previo aviso. No pude evitar soltar una pequeña carcajada al escucharla para después centrar mis ojos de nuevo en ella —no le ha robado el padre a nuestra hija, pueden pasan quinientas tías que primero que nada seguiré siendo tuyo y segundo mi hija estará por delante de todas ellas— carraspeé la garganta un poco y empecé a lavarme el cuerpo con el agua fría para que bajara un poco mi fiebre, después le pedí ayuda con mi espalda, me la lavó y cogió un poco de champú para el pelo. Lo echó sobre mi cabeza y empezó a masajearme la cabeza al tiempo que me lavaba el pelo despacio —pues que bueno que sigues siendo mío porq estaba a nada de matarla— susurró en mi oído hasta que se escuchó la puerta y me aclaró la cabeza.

𝑷𝒆𝒓𝒅𝒐𝒏𝒂, 𝒕𝒆 𝒒𝒖𝒊𝒆𝒓𝒐.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora