Mi marca

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Joaquín POV

Decidí tomar una ducha para ver si bajaba la intensidad de las marcas, el agua caliente hacía que dolieran, así que tuve que bañarme con agua fría y al salir tenía la punta de la nariz aún más roja que antes.

Me puse un pants negro, unos tenis blancos y bajé a buscar algo de comer, Emilio debía haber regresado a su cuarto, porque el primer piso estaba vacío, me preparé unas tostadas con mantequilla junto con un vaso de leche con chocolate y salí al pórtico a desayunar, el día estaba fresco, la suave brisa calmaba el ardor de mis mejillas y al terminar con mi desayuno decidí bajar al jardín para poder mecerme en el viejo columpio en la casa.

En casa de mi papá el columpio era el único lugar donde sentía que podía estar en paz, cerraba los ojos, respirando el aroma del pasto mojado hasta olvidarme de sus locas ideas sobre matrimonios arreglados y sus insultos por mis "malas decisiones". Por unos minutos al día mi cuerpo se relajaba y mi omega dejaba de preocuparse por ir a vivir con un completo desconocido.

― ¿Cómo te sientes? ―su voz me regresó a la realidad y abrí los ojos sacudiendo el rostro para quitarme esos pensamientos de la cabeza. Se había colocado frente a mí en cuclillas con sus manos deteniendo el movimiento del columpio, le sonreí llevando mis brazos a su cuello.

―Dijiste que después de que me revisará la doctora ibas a mimarme todo el día. ―exclamé emocionado con la idea de pasarme las siguientes horas entre sus brazos, me sonrió casi divertido con mi respuesta y toqué su nariz con la mía.

―Debes sentirte mejor para estar pensando en eso. ―murmuró con un tono curioso meciendo suavemente el columpio en el que continuaba sentado.

―Yo no me sentía mal, te dije que estaba bien. ―respondí mirándole a los ojos, aunque su mirada no estaba tan oscura como anoche, seguía sin regresar al color natural de sus ojitos. ― ¿Recuerdas cuando me enseñaste a mecerme en el columpio?

―Recuerdo que te subí en mis piernas, te me resbalaste y mi mamá me regaño por el moretón que te quedó en la cabeza. ―me reí bajito sintiendo a mi omega dichoso con las palabras de Emilio, no sabía porque disfrutaba tanto saber que él también tenía todos nuestros recuerdos perfectamente memorizados. ―Eras muy pequeño.

―Ya no me caigo. ―murmuré jugando con los rizos al inicio de su cuello, sonrió con ternura y le miré esperando que comprendiera lo que quería.

―No creo que el columpio pueda con los dos ahora. ―murmuró con su bonita sonrisa extendiéndose por sus labios, hice un puchero sollozando por lo bajo.

Con la punta de sus dedos recorrió mi labio inferior delicadamente, mientras con su mano libre atraía el columpio hasta quedar entre mis piernas, con nuestros rostros tan juntos que podía saborear el aroma a menta de sus labios, pensé por un instante que volvería a besarme, pero para mí desagrado, no fue así.

―Podemos ir adentro, tomar unas mantas y acurrucarnos en la sala. ―sugirió recorriendo mi rostro con su mirada. ―Ya tienes todas esas marcas, lo último que quiero es que la rama se rompa y termines con más moretones. ―en sus ojos aun podía ver un atisbo de culpa, no me gustaba, pero supuse que si conseguía que subiera conmigo y cualquier cosa ocurría, se sentiría peor que esa mañana.

―Si no quieres mecerte conmigo en el columpio, podemos mecernos juntos en el jardín. ―murmuré sonriente, frunció ligeramente el ceño confundido por mi petición y me levanté tomando su mano para llevarlo conmigo al centro del jardín, tomé sus manos colocándolas a mi alrededor, me paré de puntitas enredando mis brazos en su cuello y recargué mi rostro en su hombro. ―Como en la película que vimos.

CachorroWhere stories live. Discover now