Los Hobgoblins: alegres y bondadosos, pero con mal genio

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Cuentan que una familia vivía tranquila en su casita de Lincolnshire. Se levantaban temprano y atendían las labores de la granja. De noche, encendían la chimenea y se sentaban junto al fuego a contar historias. Vivía también con ellos un hobgoblins que los ayudaba en las tareas de la granja. Los hobgoblins parecen hombres en miniatura, son pequeños y tienen la piel oscura, las cejas grandes y un ancho bigote, y siempre llevan los pelos tiesos. Les gusta colocarse cerca del fuego, y siempre están de buen humor, aunque también demuestran el mal genio del que son poseedores cuando se enfadan.

Como decíamos, hacía mucho tiempo que el hobgoblins vivía en aquella casa. Había visto nacer a todos los miembros de la familia, incluido el abuelo, y afirmaba que él ya vivía allí cuando se construyó el pueblo. Todos los miembros de la familia le tenían mucho cariño y le daban de comer las cosas ricas que a él le gustaban.

Una noche, el matrimonio estuvo discutiendo durante largo rato sobre la educación de sus hijos. A ellos les gustaba la vida que habían llevado hasta entonces, pero sabían que no era la más conveniente para los niños, así que decidieron marcharse a la ciudad. El hobgoblins se enfadó mucho cuando se enteró de la noticia. Los miembros de la familia le pidieron que se fuera con ellos, pero el hobgoblins odiaba la ciudad.

El día que se marchaban, el hobgoblins escondió las llaves de la casa y los encerró a todos en la cocina, pero a las cuatro horas el hambre pudo con su voluntad y, ya sin fuerzas, abrió la puerta y les suplicó algo de dulce. Antes de marchar, le dieron una esta llena de comida. En la puerta de la casa vieron al hobgoblins por última vez en sus vidas, llorando en el escalón de la entrada mientras se comía una manzana.

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